EPÍLOGO

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Hoy era el día de graduación de Hazel.

Estaba sentado en las sillas, esperando a que Hazel saliera con su preciosa imagen y figura, dijera algunas palabras que se dicen en esos eventos, ir fuera a celebrarlo y luego por la noche...

Sacudí mi cabeza y vi a una chica pequeña, rubia, con pelo largo, de ojos azules turquesas y manos nerviosas, vestida con un vestido negro, largo, con finos tirantes en sus hombros y unas mangas cortas rodeándole un poco más abajo de los hombros, escote en una especie de pico, abierto en la pierna y ceñido, haciéndole notar su atractiva figura.

─ Primero que todo, estoy muy orgullosa de estar aquí, porque siempre he querido estarlo desde que llegué aquí ─ noté el nerviosismo en su voz y sonreí con ternura, al ver que esa parte aún no había cambiado de ella─. En estos cursos he aprendido muchas cosas de cara al futuro y mi pequeña aportación ─ dibujó unas comillas en el aire ─, es que, como bien dice en el famoso libro, El Principito; es una locura odiar a todas las rosas solo porque una te pinchó. ─ Eso último que dijo, lo dijo mirándome, con ese brillo especial de sus ojos. El mundo se paró por unos instantes y sentí que solo estábamos ella y yo.

Y al final del todo, Hazel siempre sería esa niña dominante pero sumisa a la vez, enamorada de la lectura, de mí y de la música a las tres de la mañana.

Hazel siempre sería mi oasis, mi medicina y mi razón de vivir.

Hazel siempre sería mi princesita, mi perdición, mi condena.

¿Promesa? [✔️ COMPLETADA] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora