Kuroyama Sumiji

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¿Quién es  Kuroyama Sumiji?

A simple vista, parece una pregunta sencilla, la cual se responde con una búsqueda en google-chan. Sin embargo, está dirigida a mi. Está dirigida a mis percepciones de él.

La respuesta, desde la más corta a un breve monólogo, será suficiente para que estos periodistas escriban muchos artículos de esto. Cualquier información que den, sea o no verdad, será popular por estos días, más si se centra en él. Creador de una nueva corriente cinéfila en Japón y Asia en general, ha sobrepasado las percepciones que tenía sobre su ambición y su propósito. En esto momentos, me agradan más los medios de comunicación. Ellos nunca cambian; por lo menos, no son tan difíciles de leer. No son tan difíciles de tratar como mi vida diaria.

Sus micrófonos siguen esperando una respuesta magistral ¿o quizás una cruda verdad? Es una lástima, ya que Kuroyama Sumiji es una persona. Nadie lo puede negar a simple vista. Sin embargo, a veces dudo de su humanidad, o raciocinio en general. Aunque no por eso mis palabras serán tan amables como para describirlo de esa manera.

Si quisiera describir a Kuroyama Sumiji con alguna palabra sería un extraño. No como un extraño tendiendo a lo repulsivo ni a lo desconocido, sino a lo excéntrico.

Diferente a las andanzas de un chuunibyou, más cercano a lo genial. No por nada fue reconocido como un grandioso director de cine por múltiples academias europeas, pero, cuando lo conocí, no sabía nada de eso. Dudo que fuera mi culpa; los mayores exponentes internacionales, si no se trataba de temas super deprimentes, serían los filmes de Ghibli o alguna casa de anime. Por último, el bastardo ni siquiera alcanzaba más de 10 producciones como tal aquí en Japón.

Sí, quizás por eso, tenté a mi suerte con tanta facilidad en ese entonces. Solo una maldita tarde.

— Oi, Hachiman

La rutina tranquila de siempre fue interrumpida por el patriarca de la casa. Aunque él no acostumbra permanecer en casa la mayor parte del tiempo, estas son sus vacaciones y, según lo que dijo, esta vez serán solo unos días. ¿Estás bien, padre? Por algo se llaman vacaciones, no fechas de pago doble. Como sea, hoy es uno de esos pocos días que lo veo holgazanear en la sala, sentado frente al televisor. Por otro lado, Komachi y Okkasan han salido de compras. Yo, como cualquier adolescente después de recuperarme de una lesión automovilística, juego con Vita-chan en la sala.

— ¿Sí, Ottousan?

No recuerdo nuestra última conversación más allá de intercambios secos sobre cualquier tontería. Tampoco tengo fe de que cambien tan pronto. Es más, me aterra la idea de un cambio tan brusco así de la nada.

— Un primo lejano mío está viniendo de Europa. Como no tiene dónde alojarse, le he dicho que venga aquí.

¿Bien? Al parecer, vamos a acoger a un extraño en la casa, ¿Qué es lo peor que podría pasar?

— Entiendo

Obvio, no. ¿Siquiera le has dicho a alguien más? El ingreso de la casa no es solo tuyo.

— Tienes que recogerlo desde la estación de Chiba, si partes ahora llegarás a tiempo.

Tan rápido asumes que haré caso, tampoco es que me negara alguna vez; realmente, un desarrollo triste para mí y mi soñada tarde tranquila.

— Bien, entonces iré. ¿Cómo se llama?

— ¿Él? Es mi primo lejano, Kuroyama Sumiji, debe tener unos... treinta tal vez.

Si ni siquiera conoces algo tan básico de él, ¿no estás pecando de confiado, esclavo corporativo-san?

— ¿Cómo lo reconozco?

— Veamos. Seguro está con su equipo de grabación. Probablemente, esté filmando los alrededores o algo así.

Así que.. ¿Un camarógrafo? No, no voy a precipitarme todavía.

— ¿Ok? Voy yendo.

— Cuídate.

Para mi buena suerte, la luz de la tarde todavía seguía junto a una brisa refrescante. Así que pude librarme de la cruel deshidratación de otros días.

Al llegar a mi destino, no fue difícil encontrarlo. No siempre puedes ver a cualquier persona con una cámara, de alta calidad al parecer, al hombro. Junto a él, dos grandes maletas de color negro con ruedas, gracias a dios.

— Oi, oji-san

Su mirada me identificó de inmediato. Ahora, sospechoso-san, ¿dirás algo?

— Ya veo, mocoso, tú debes ser el hijo de Soichiro, ¿Verdad?

— Entonces, ¿Kuroyama-san?

— El mismo, guía el camino.


El camino hacia casa fue un atropello total. Cualquiera pensaría que el hombre a mi costado seguiría el acuerdo tácito de preguntas Sí/No y dejaría grandes espacios de silencio entre cada pregunta. Este no fue el caso. Resultó ser un parlanchín y curioso sobre la vida familiar de mi padre, lo cual no dudé ni un segundo en revelar (Es tu culpa papá). Además de eso, resultó ser un ávido consumidor de golosinas, ¿me lo dijo él? Para nada. El dinero que cargaba fue prestado generosamente.

Y, así, llegamos a casa.

— Kuroyama-san, ¿no me va a devolver el dinero que le preste?

— ¿Qué te parece si pides algo a cambio?. Si lo puedo cumplir estamos a mano, ¿Vale?

— Bien, entonces. Quiero aparecer como figura de Max Coffee.

Unos segundos de silencio y la expresión seria de Kuroyama-san seguía igual de ilegible.

— Toma tu dinero, mejor.

— Oi, es muy pronto.

Me corrijo, su única expresión es sarcasmo puro y malicia.

— Solo bromeo, primero habrá que ver tu capacidad. Si me ayudas por las tardes, estarás en los comerciales de toda lata de café.

Oh, ¿es una oferta de trabajo gratis?¿ No le tienes miedo a los guardianes Morales de Japón? ¿Estar tanto tiempo en tierra extranjera cambió tu visión del mundo? Además, puede que Max Coffee sea una marca poco conocida fuera de japón, pero eso no quiere decir que cualquier novato, para mi infortunio, pueda ser su imagen así como sea.

— Hmph, si tienes un mejor chiste, dilo ahora.

— Puedo ser muy sarcástico a veces, pero no me falta ojo para el talento o el esfuerzo.

Por favor, no me des esperanzas. Suficiente tengo ya con mi profesora de Historia y literatura.

— Jo, entonces, como me compararías con... No sé, ¿Arnold Schwarzenegger?

— Si comenzamos desde un perro hasta un león, tú serías una lagartija.

— Que conveniente, ¿tú serías una lechuza?

— No, los directores no entramos en esa categoría. Somos humanos observando la batalla de titanes.

¿Qué?

— Tampoco creo que sea para tanto.

— Eso siempre dicen los aficionados. Bueno, aprenderás a los difícil, mocoso.

— Prefiero dormir mis ocho horas, por favor.

— Bien, está decidido. Le consultaré a tu padre si puedes ir a Tokio algunos días.


Sí, un recuerdo poco memorable para contar. Después, conocí a Yonagi Kei, un verdadero monstruo.

Ahí comenzó mi odisea.

Mi vida cercana a la actuación está mal, como esperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora