Y primero son sonidos, los llamados de personas sin rostro, voces que llegan a mi audición. No entiendo sus palabras, parecen desesperados, angustiados, gritan.
Llevo ambas manos a mis oídos tratando en vano de amortiguar sus voces, las lágrimas escapan de mis ojos, pese a tenerlos cerrados con fuerza. Y luego le sigue el silencio.
Levantó la cabeza ¿Cuándo me encorve? La oscuridad es tanta que no puedo distinguir absolutamente nada, excepto el pequeño círculo luminiscente donde me encuentro sentada.
No hay nadie.
Hay un grito atorado en mi garganta.
La luz repentina me ciega, cierra mis ojos.
" Ya pasó, fue solo una…”
¿Qué dice? Me levanto buscando el origen de aquella conciliadora voz, caminó, siento el frío suelo bajo mis desnudos pies. No encuentro nada, estoy sola. La garganta se me cierra dolorosamente.
"¡Es inocente!”
Un rostro aparece enfrente mío, no conozco a la persona que me devuelve la mirada angustiada, logró ver la impotencia. ¿A qué?
"¡Por favor, no lo hagas!”
“Ayuda, estoy aquí”
Entonces la imagen y voz desaparecen en un parpadeó, dejando todo en oscuras, excepto como al principio el círculo donde estoy, bajo la mirada cuando siento algo mojarlos.
La sangre brota de algún lugar manchando la planta de mis pies, observó horrorizada, busco desesperada de dónde proviene, llevo ambas manos hacia mis labios, el espécimen de una chica, sus ojos abiertos sin vida parecen mirarme directamente, me asusta.
La boca del cuerpo inerte se abre, profiriendo un grito ensordecedor, lo entiendo, ahora lo hago. La luz ilumina el sitio, haciéndome notar que el suelo se halla cubierto de una matanza que congela cada miembro.
"¡Es tu culpa! ¡Todo es tu culpa! ¡No eres nadie”
“Asesina”
“Me mataste”
“Mi sangre está en tus manos”
Retrocedo varios pasos hasta chocar con otro individuo, pierdo el equilibrio cayendo al suelo cubierto de sangre, el sitio está lleno de cuerpos, todos gritan lo mismo.
—¡Parad! ¡A callar! —silencio. Todo oscurece.
"¿Cuál es tu nombre? ¿Quién eres? ¿Lo recuerdas?. Antes de tu insaciable búsqueda eras alguien, pero ahora mírate ¿Qué te has hecho?”.
Pregunta la voz de una mujer con calma, con suavidad, como si fuese un cristal tan delicado que tan solo un ruido fuerte le rompería en mil pedazos.
Sí, ahora lo siente así.
Los cuerpos desaparecen, la luz se apaga tan lento que apenas lo percibo, no ahí sangre, ni gritos, nada. Ella está limpia.
Y piensa en las palabras de aquella mujer de origen desconocido.
¿Quién es? ¿Qué hace allí? ¿Cuál es su nombre?
Está de nuevo en el piso, sus manos apoyadas contra el suelo gris, su cabello le tapa el rostro y las lágrimas resbalan.
"¡Di tú nombre!”.
"Te amo tanto, tanto”
"¡Di su nombre!”.
“Me quedaré a tu lado hasta el último momento”
"¡Di mi nombre!”.
"¿Cariño, me recuerdas?
Preguntas y gritos entremezclados unos con otros, dulzura amor, desesperación y dolor
¿Por qué pide aquello?. No me atrevo a levantar la cabeza, he sido drenada de toda fuerza.
"¿Puedo entrar?”
Su voz me calma, me da esa tranquilidad que no sabía que necesitaba, el chico sin rostro, él de los ojos llenos de angustia, quiero, deseo, decirle que sí, que puede ingresar.
Ahora la duda nace ¿Entrar a dónde?.
«Mmm, ¿chocolate está bien?”
Pidió saber con voz dulce mientras sacaba las tabletas de chocolate, la imagen aparece como tenía previsto, su ojeada me deja sin palabras, ¿el amor podría verse de ese modo?
¿Hacia ella se dirige esa mirada?
“Claro, ideal para este día. Hace un frío de puta madre”.
¿Es esa su risa? ¿Es ella? No se reconoce. Ah, se olvidó de como lucia, de quién era.
“Amaris, ese lenguaje.”
Reprende con suavidad aquel chico, pero sonríe con dulzura en su dirección. Estira su mano para tocar su rostro, quiere rememorar.
Necesita recordar.
La imagen desaparece y tan pronto otra escena se forma en el suelo, el chico parece desesperado, angustiado, sus ojos cristalinos, está lejos de ella.
Es un tanto doloroso, no sabe que es.
"¿Cómo puedes pedirme eso? No, pídeme lo que desees menos esto, por favor.”
Hay algo allí que la hace sentir culpable, un deseo de abrazar a ese chico y quitarle esa expresión de dolor se vuelve más grande.
"Tengo que ir.”
Es lo único que suelta, una frase que destroza a aquel chico, lo ve y no procede. ¿Por qué no actúa? ¿Por qué no lo consuela? ¿Es acaso ella una mala persona?
“No volverás.”
Una advertencia, un sentido oculto.
“No está vez.”
Y luego todo vuelve a oscurecerse ¿A dónde tenía que ir?. Piensa y piensa, pero nada viene a su cabeza, le provoca dolor.
¿Acaso ella está muerta?
Otra imagen aparece en el aire, la mira, siente la necesidad de levantarse. Ahí personas a su alrededor, todas corren apuradas, está en una camilla, en un hospital.
Vuelve a escuchar su voz, la de él.
"¡Amaris!.”
“Señor, no puede pasar, ella debe entrar al quirófano de inmediato, sus heridas son graves”. La enfermera lo detiene a mitad del pasillo, el blanco es enfermizo.
Sálvame, deseo decirle, anhelo gritar, ambiciono quitarme esta opresión del pecho, considero extirpar el dolor de sus ojos, necesito… estar con él.
Tenía razón. Yo prometí jamás dejarlo de este modo.
"¿Recordarás mi aroma? ¿Mi voz? ¿Me proveerás de calor en los días fríos?”
Pero, lo oye gritar su nombre. Lo escucha romperse en miles de pedazos. Ella lo ve volverse un esqueleto, un alma en pena buscándola, grita su nombre hasta quedarse sin voz.
¿Fue su búsqueda realmente importante? ¿Qué perseguía con tanto anhelo? ¿Valía la pena cómo para dar su vida por ello?.
—Vamos. —escucha a alguien entre la oscuridad, su voz es calmada, compasiva, quita esos pensamientos —Di su nombre.
No ve nada, pero hace caso, abre su boca y lo dice como quien da ese respiro que precisa a fin de continuar, que necesita para sentirse vivo.
—Liam.
La oscuridad cede completamente, entonces ve a alguien encorvado en una esquina, aquel extraño levanta la cabeza con suavidad y le sonríe con dulzura, como quién ha vivido demasiado para saber que debe hacerse.
—Solo tenías que decir su nombre.—susurra complacido, siento mi pulso, vuelvo a respirar, me siento viva, un golpeteo llama mi atención, mi corazón, ¡es mi corazón! Estoy viva. Segundos, es lo que me toma.
Cerré los ojos… y vi la luz.
