Volver a empezar

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Junio

-Teo, no te vayas a molestar, pero, ¿Me puedes repetir que pasó?

-No mames Toño, ¿lo dices en serio? Te estoy contando como me destrozaron el corazón y tú estás... ¿En Tinder?

-Es que desde ayer me habló un chico que está guapo, y le estaba contestando, pero ya dejaré el teléfono; lo siento.

Me quedé callado unos segundos, intentando no sofocarme con lágrimas y mocos. La gente que pasaba por las orillas del parque nos veían sin una pizca de disimulo; incluso una señora se quedó unos segundos en el árbol que estaba frente a nosotros, fingiendo esperar el camión. Puse mi peor cara, no me esforcé tanto, y apenas así me deshice de ella.

-Todos nos ven- lo dije en voz baja como si tuviera miedo de que notaran que eran sorprendidos en su meticulosidad.

-Eso no importa, pero anda, cuéntame que pasó.

-Creo que mejor me voy a casa.

-Te acompaño- agregó tajantemente con tono más asustado que preocupado.

-Le llamaré a mi papá- me defendí.

-¿Ya regresó?

-Nunca se fue.

-Hay mucho que platicar entonces.

Volteé los ojos en blanco y me descubrí intentando reír sarcásticamente.

-¿Aquí lo esperarás? - insistió

-Caminaré hasta la avenida para que no se tenga que desviar tanto.

Me paré, le regalé un abrazo en señal de despedida, la cual no captó porque agregó que me acompañaría. No me quedaba de otra así que acepte su propuesta. Empezamos a caminar sobre Revolución. No quería hablar, no quería llorar, no quería hacer el esfuerzo de poner un pie frente al otro, sólo quería estar acostado en mi cama y llorar; llorar hasta secarme. Necesitaba exprimir el corazón inundado de agua salada que corría por mi rostro. Por momentos lograba reponerme, pero seguía sigiloso. Toño no insistía en hablar; me gustaba mentirme y creer que era por no tocar la herida una vez más, cuando en realidad era porque seguía en su teléfono. Después de unos minutos llegamos a la Avenida del Mar. Frente a nosotros estaba un Oxxo, decidí entrar por algo de beber. Toño seguía conmigo insistente en acompañarme.

-¿Quieres agua? - me dijo.

-Quiero una cerveza- le respondí con sonrisa torpe

-¿Una caguama de Tecate? - sugirió

-No traemos embace. Aparte no. O sea sí, pero no ahorita. Sólo agua.

Toño agarro dos litros de agua embotellada. Nos acercamos a la caja detrás de la señora que hacía un depósito.

-¿Pues qué le hiciste? - dijo la cajera a Toño cuando se desocupó con el cliente.

-No le compré unas flores y se puso a llorar el ridículo. ¿Cómo ve? - Le dijo.

Los tres nos reímos.

-¡Ay mijo! - dijo entre suspiros acartonados - no seas así con el muchacho, tan guapo que está. Ándale amigo, toma una rosa de la puerta siete, yo te la regalo, pero deja de llorar ya que te vas a arrugar como pasa. He leído que la piel se maltrata bien feo por llorar - esto último me lo dijo a mí.

Toño agarró la rosa, pagó el agua, le agradecí a la cajera mientras me secaba los últimos rastros de Eros de mi cara y salimos.

- ¿A qué hora pasará tu papá?

- La verdad nunca le hablé - confesé - pensaba irme caminando cuando nos despidiéramos.

- Que deprimente eres.

Olvidarte en el veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora