Las aves volaban bajo mientras emitían horribles graznidos. Cerca, Jinwoo caminaba hacia la entrada de un parque de atracciones abandonado. El viento entonces apareció con fuerza moviendo las señalizaciones de las distintas atracciones y la basura que yacía en el suelo. Jinwoo se cubrió el rostro asustado por el ruido. Cuando entró en razón, empujó el portón oxidado y se dirigió al puesto del adivino.
Se trataba de un puesto que pasaba desapercibido al ubicarse en una de las esquinas del parque totalmente alejada de las atracciones. Su existencia se reducía a una hoja plastificada con la imagen de una bola de cristal, la cual estaba pegada en la puerta con una tachuela que con dificultad la sostenía cuando las ráfagas de viento aparecían.
Jinwoo abrió la puerta. La habitación estaba oscura por lo que buscó el interruptor en la pared sin éxito. Sin embargo, decidió entrar, no pudiendo evitar sobresaltarse cuando sintió su pie helado y escuchó el agua salpicar al dar su primer paso.
Indeciso de regresar o continuar, una repentina luz en el fondo lo impulsó a caminar con cuidado hacia esta, no deseaba caer y provocar frío en todo su cuerpo. Al acercarse, distinguió que se trataba de una esfera roja y junto a esta se encontraba un joven.
—Fuiste muy valiente en venir hasta acá considerando que le temes a la oscuridad —señaló Junghoon.
—¿Por qué me citaron en este parque de atracciones?, ¿quiénes son ustedes? —preguntó Jinwoo sintiendo un temblor en todo el cuerpo.
—Porque pediste ayuda.
—¿Cuándo lo hice?
—No lo recordarás porque no te escuchas a ti mismo, pero de todos modos ahora estás aquí. Al final, no puedes escapar de ti mismo.
Todo aquello solo lo confundía más, pero el tiempo no le permitió averiguar a qué se refería, pues ahora comenzaba a distinguir otra figura detrás de Junghoon. Le era imposible creer lo que veía: se estaba mirando a sí mismo. Nuevamente el tiempo no le permitió saber qué sucedía, ya que su reflejo corrió huyendo.
—¿Qué esperas para ir por él? —le preguntó Junghoon.
Jinwoo escuchaba los chapoteos de agua detrás de sí y al volverse, miró a su sombra salir por la puerta. Decidió seguirla.
Afuera la lluvia era abundante, pero aun así podía escuchar los rápidos pasos a su derecha. Corrió hacia el sonido, subiendo gradas y bajando por un camino hasta llegar a la rueda de la fortuna. No veía al otro Jinwoo por ninguna parte.
Las luces de la estructura se encendieron de repente y la rueda de la fortuna comenzó a andar.
Inconscientemente Jinwoo siguió con la mirada a los carros que se movían con lentitud hasta divisar a otro Jinwoo distinto al que encontró en el puesto del adivino, justo en la parte más alta de la plataforma, no se explicaba cómo había llegado allí.
Decidió subir a uno de los carros, sin saber aún cómo podría ayudarlo.
—¿Qué haces ahí?, ¡baja! —le gritó al acercársele, preocupado de que no pudiera escucharlo por la lluvia.
—Si miro desde acá arriba, todo parece más fácil; quiero permanecer aquí.
—¿Qué dices?, ¿un mal día?, ¡baja ya!, ¡puedes lastimarte! Yo puedo intentar ayudarte, pero no entiendo ni cómo puedo llegar hasta ti, baja donde yo estoy, te esperaré, y podremos hablar— insistió finalmente Jinwoo, mientras el carro descendía.
—No puedo mirar atrás —le gritó su reflejo.
Jinwoo se sentía angustiado por no poder ayudarlo. Al llegar al comienzo de la rueda de la fortuna, miró hacia arriba, el otro Jinwoo ni siquiera le dirigía la mirada, parecía divisar algo delante de él mientras mecía las piernas cómodamente, sin ninguna preocupación por caer o mojarse.
El momento para pensar qué más podría hacer fue tenue ante la imagen de otro Jinwoo que alegremente le sonreía desde el carrusel. Jinwoo se dirigió a él, pero mientras lo hacía miró como corrió a montarse en uno de los caballos blancos.
—Oye, ¡espera!, ¿quién eres?, ¿por qué te ves igual que yo? —le preguntaba Jinwoo mientras subía al juego abriéndose paso hasta llegar al caballo blanco.
—El caballo se mueve en círculos, un ciclo, ¡un ciclo sin fin, ya desearías! —rio—. Mi más grande deseo es permanecer aquí —agregó al tiempo que la lluvia terminaba y el sol tímidamente se asomaba entre las nubes—. Pero mira atrás, ¡vete ya!
Detrás de Jinwoo, se encontraba el Jinwoo que había seguido al principio. Ahora podía mirarle su rostro, parecía que había estado llorando, incluso respiraba con dificultad. No tardó mucho en echarse nuevamente a correr.
Jinwoo lo siguió hasta que de un empujón fue tirado al suelo. El cielo volvió a oscurecerse. Frente a él se encontraba otro Jinwoo visiblemente molesto, quien no tardó en acercársele y tomarlo del cuello de su camisa.
—¿Por qué me odias tanto? Todo el tiempo intentas esconderme, no importa qué tan fuerte grite, nunca me escuchas; en realidad, nunca escuchas a ninguno, son más importantes para ti las voces que provienen del exterior.
—Pero ni te conozco... es decir, ¿qué rayos eres?, ¿por qué todos se ven como yo?
—Porque somos tú.
Desde que recibió la invitación de Junghoon de visitarlo al parque de atracciones, Jinwoo ya se sentía nervioso, pero fue en este momento que todo se turnó absurdo. ¿Cómo podía ser aquello posible?
—Continúa corriendo, a ese paso nunca nos alcanzarás —fue lo último que mencionó antes de desaparecer frente a Jinwoo.
Jinwoo estaba confundido, pero decidió ignorarlo todo, o encontrarle sentido a su modo; levantarse y buscar a su imagen del principio. No la dejaría irse esta vez. Corrió tan rápido como pudo, sentía las piernas pesadas y dificultad para respirar, pero no se detendría. Finalmente la divisó entrando en la casa de los espejos.
Al cruzar el pasillo, un laberinto de espejos apareció, miles de imágenes de sí mismo se reflejaban en todos los espejos, pero una en particular lo miraba diferente, con gran odio, mientras contenía el dolor.
—¡Sé quién eres! —le gritó Jinwoo—. ¿Cómo no reconocer la ilusión que todo el tiempo busca hacerme sentir culpable? Eres tan duro conmigo. Para ti nunca es suficiente lo que haga. Si hablo, me haces sentir culpable; si no hablo, me haces sentir solo. ¡¿Te divierte hacerme creer que mi existencia es una molestia?!
La imagen guardó silencio, conteniendo el llanto.
En ese momento Junghoon apareció para entregarle un mazo que Jinwoo aceptó, pero no se animaba a usar temeroso de lastimarse al quebrar los espejos.
—De todos modos, ya deberías haberte dado cuenta de que aunque destruyas los espejos, las imágenes no desaparecerán, solo te harás más daño —le dijo Jehyun mientras entraba en la habitación y, al igual que Junghoon, su imagen no se reflejaba en ningún espejo—. Todas ellas son tú; todas las palabras que dijiste fueron para ti mismo. La soledad, la felicidad, la ira, la tristeza... quieres escapar de todas ellas, pero entre más lo haces, más te pierdes a ti mismo, más crece el miedo, más fuerte se siente el dolor.
»Despierta.
El cielo permanecía gris, pero no había un canto que alertara acerca de la amenaza de lluvia, sino más bien aquel que anunciaba el final de la tormenta.
—Junghoon, es tiempo de que nosotros también nos marchemos de aquí —le advirtió Jehyun, a lo cual Junghoon asintió y pronto ambos caminaban por un prado en medio del otoño.
________
Acá dejo la música que utilicé para esta historia (me basé más en la melodía que en la letra):
https://www.youtube.com/playlist?list=PLjTv3Nq9fCk__IX--9HUzK5t9rnAEFANX
ESTÁS LEYENDO
El juego
FanfictionJinwoo recibe una extraña invitación por parte de Junghoon. Una vez en el parque de atracciones, Jinwoo deberá lidear con extrañas imágenes de sí mismo. (Para entender el final, es necesario haber leído El príncipe de la Luna).