Diciembre / 2016
📍Hospital de Arkadia
Alexandra Long Woods—¿Segura que no quieres conocer siquiera el nombre de las personas del taxi? —preguntó la doctora Abby—. Podrías...
—Ya he dicho que no, Abby —le interrumpí—. No quiero conocer ni escuchar de nadie más, ya tengo todo lo que necesito saber. ¿En que me ayudaría saber el nombre del conductor? Él y la mujer dijeron que yo había girado el volante, y si hice eso fue por algo. Preferiría que dejemos el tema, ya tengo bastante con no recordar mi bendito nombre.
Un accidente, una cantidad de dinero, el apellido Griffin, perdida de memoria por posible impacto antes del accidente, ceguera, fuego, carretera.
Toda esa información avanzaba muy rápido en mi cabeza, la idea de haber tenido un accidente hace un mes no suena muy probable, pero es lo que la doctora ha dicho. No puedo contradecir a una doctora estando en mi posición, ¿cierto? Seria una estupidez, ellos saben y ven cosas que yo no, cosas que no soy capaz de creer.
Todo se había vuelto un caos en mi mente. Mi cuerpo se acurrucaba en la camilla y aquella vocecita en mi cabeza no dejaba de gritarme que debo de recordar, al menos saber mi nombre. Los manos se aferraba a las sabanas y mi vista se perdía en lo único que era capaz de ver; la oscuridad. Pero ésta era diferente, porque no era blanca ni negra, no era gris ni de cualquier otro color sin vida, simplemente no era nada.
Sé cómo es la oscuridad, el tono del color gris y los colores brillantes, pero lo que veía; no se parecía a ningún color, a nada.
Le había rogado a la doctora que me quitara la venda de los ojos, al menos por unos minutos, pero cuando lo hizo, solo confirme lo que ya sabía, no había posibilidades de poder ver siquiera el color de mi piel, no podía ver nada. Pero aquello no era un problema, pues la pequeña Madi se encargo de decirme hasta de qué color son las paredes de la habitación, ella se convirtió en mis ojos mientras yo no podía ver nada.
Fueron sus palabras las que me mantuvieron un poquito cuerda.
—Seré tus ojos —había dicho.
—¿En serio? —pregunte, había estado tanto tiempo en silencio que me había olvidado por un momento de su presencia—. ¿Serás mis nuevos ojos?
—No. Los tuyos son muy bonitos, no puedo remplazarlos. Pero veras a través de mi, juntas veremos el color del mundo.
Y Madi no mintió aquella vez, pues se encargo de decirme el color del mundo que yo era incapaz de ver; me mostro los colores de su mundo. Todos los días desde que desperté, Madi empezó a traer consigo libros diferentes. Algunos eran tan pesados para ella que necesitaba mi ayuda para poder subirlos a la camilla, otros tan finos que se les caían de la camilla y tenía que bajarse a buscarlo, pero me leyó cuentos que sé que jamás había escuchado en mi vida.
Aunque era capaz de recordar los colores y las formas de varios objetos, Madi se encargo de hacerme una descripción de todo lo que ella conocía con solo dibujarlo en mi piel. Me describió a los unicornios, las hadas, me explico la forma de vida de los pandas y como variaban las colas de las sirenas. Me habló de todos los unicornios que había dibujado y descansaban en las paredes rosa de su habitación, me explico las gran cantidades de monstruos que conocía y me contó historias de magos y brujos.
El mundo de Madi Presley Griffin era más que genial, era asombroso e inocente. Y no se debía a que era el mundo de una niña, se debía a que era su mundo. Y allí me incluyo a mi, convirtiéndome así en un pequeño Mapache, pero uno importante.
ESTÁS LEYENDO
En La Oscuridad (CLEXA)
FanfictionUn accidente Dos mujeres Un lazo especial Y una decisión necesaria -Madi... -Te odio, Lexa.