Su corazón que amenazaba con salir de su pecho si ella repetía esas palabras, su cuerpo ardía y no solo por el calor que el mismo infierno generaba, su pecho subía y bajaba lentamente simplemente por qué la respiración le faltaba. Había escuchado las palabras que siempre quiso escuchar de la persona que siempre quiso que las dijera, pero necesitaba más, necesitaba mucho más.
—Siempre quise saber si realmente sentías esto por mí o por Sukuna, dilo una vez más Megami… Necesitó oírlo una vez más— suplico el pelirosa que estabas acerco su rostro aún más al de ella, mientras la tomaba con firmeza por la cintura y dejaba caer su cuerpo sobre el de ella.
—Yo me enamoré de ti, de tu ser, de tu alma, de ti Yuji… Y no tenía nada que ver con el rey de las maldiciones— Palabras que finalmente se quedaban impregnadas en sus memorias, en sus recuerdos, en su mente y en su alma. Esto era lo que le faltaba para convencerse de que la mujer que él amaba también lo amaba con la misma intensidad.
—¿Por qué huiste de mí? ¿Por qué huiste de nuestros sentimientos?
—Mi vida giro en torno a Sukuna durante muchos siglos, todo de mí le pertenecía a tal punto que yo haría absolutamente todo por él… Mi único propósito siempre fue volver a estar a su lado, volver a sentirlo como siempre me encantó hacerlo— Las manos de Megami acariciaban lentamente cada parte de su rostro con tanta nostalgia, con tanto anhelo de volver a ver a la maldición que amaba, tanto que a Yuji se le revolvía el estómago de simplemente pensarlo.
—Pero Sukuna solo se interesa en sí mismo… Por más que me ame, mi existencia no es suficiente para una maldición de su magnitud. Y lamentablemente lo entiendo, pero tengo estos sentimientos humanos que me carcomen y me hacen desear tener un amor real. Un amor puro, sin necesidad de un contrato, sin necesidad de dar algo a cambio más que mi sincero amor…— está vez rio un poco por lo patética que se sentía al decir tales cosas, tales cursilerías y aberraciones que una maldición como ella no debería sentir. Pero quién la culpa, después de todo, todos deseamos un amor tan frenético y exquisito como ese.
—Mi plan antes de encontrarte fue volver a la vida al rey en su forma divina, complacerlo hasta que quedará satisfecho con las muertes y sangre que derramaría. Seguido de eso esperaba que volviera a mí, volviera a amarme solo a mí. Sin embargo, ambos queremos cosas completamente distintas… Sukuna tiene una sed de sangre insaciable, algo que no tenga relación a él no le interesa más… Yo… Yo solo quiero encontrar mi propósito en este mundo… No sé qué quiero, no sé qué hacer, no sé qué haré por mi eternidad, no tengo una meta o un sueño, hasta el momento solo quiero vivir en paz en mi templo, bebiendo y haciendo negocios… No sé quién soy si no estoy con Sukuna…
—¿Este templo te hace sentir mejor?— La maldición rio con ironía, sonrió ampliamente y dirigió sus ojos hacia los de Yuji, aquellos ojos ya no eran los mismos que antes, la cicatriz en su cara la consumía en dudas y deseaba respuestas de tantas cosas.
—Por supuesto que si, aquí tengo el control de todo… Ven— un chasquido de dedos los redirigió hacia el trono de la reina, mientras Yuji permanecía sentado la maldición posaba su cuerpo sobre sus piernas y su mano sobre su mentón dirija su mirada a cada sitio que ella quisiera.
—Como sabes el infierno es mi Dominio maldito, es el único dominio al cual nadie puede entrar sin mi autorización, puedes ser realmente poderoso. Puedes ser el mismo Saturo Gojo, pero no podrás entrar en él sin que yo te lo permita, además no es visible, ni puedes encontrarlo a no ser que yo lo permita— los nueve círculos del infierno de un momento a otro desapareció de su vista. Pronto pareciese que miraba por un enorme ventanal hacia las afueras del templo de Megami, podía observar a todos disfrutar, beber y pudrirse en ellos excesos.
—¿Cómo es eso posible?
—Todos en el mundo, ya sean hechiceros, maldiciones o humanos, alguna vez amaron de alguna manera… Mi maldición restringe mi dominio a cualquiera que amo ¿Irónico no?
—¿Pero por qué volviste tu templo un burdel?
—El amor muchas veces termina siendo enfermos y hasta te sientes torturado por él. Hay quienes desean deshacerse de esa maldición y negocian algo conmigo. Todo aquel que veas vendiendo su cuerpo, alguna vez vendió sus servicios a mí, todo el que veas atendiendo mi templo vendió sus servicios a mí. Ellos se encargan de mantener cómodos a mis negociantes y se encargan de convencerlos de que hagan un trato conmigo, todos lo que ves aquí que parecen divertirse, tienen algo que ofrecer, tienen algo que quieran darme para que yo libere su maldición.
—¿De qué trata exactamente tu maldición, Megami?— un chasquido más y la maldición nuevamente los hizo aparecer frente a los 9 círculos del infierno.
—No es obvio…
—Me refiero a la maldición que tanto Sukuna como el mastodonte dicen que están atados a ti— la maldición guardó silencio durante unos segundos y se bajó del regazo del pelirosa para darse media vuelta y nuevamente posicionarse sobre él. Está vez colocando cada pierna a un lado de las caderas del chico, quien por instinto rodeo su cintura con un brazo y con el otro acaricio la piel de sus piernas.
—Amar a la ama del infierno te ata a ella por la eternidad, aunque no quieras amarla más. Amarme significa sufrir todo lo cruel que contiene el amor, es amarme y odiarme y no poder alejarte del sufrimiento que te causo… Pero Sukuna jamás fue atado a esa maldición ni tú tampoco.
—¿Por qué tan segura de eso?
—Yo selecciono a quien otorgar esa maldición, pero esa persona debe amarme antes de ser maldecida… Además, al poner esa maldición, existe una restricción… La razón es que yo jamás podré amar a esa persona ni en esta vida ni en ninguna otra. El sentimiento de amar, pero no ser amado, el sentimiento de ser rechazado y usado, de ser un simple esclavo de algo, es lo que la vuelve una maldición temible— una vez más aquella mujer lo acariciaba can lentitud, con la vos inundada en tristeza y la nostalgia consumiendo su mirada. Lo admiraba detenidamente como si quisiera recordar cada parte de él, mientras él disfrutaba el contacto de sus pieles y simplemente se dejaba amar, pues había extrañado mucho esta cercanía.
—Si es así… sigue amándome, ámame sin miedo y ámame desenfrenadamente como a ti te gusta que te amen… pero quiero que sepas que siento que tu maldición ya me consumió— Los labios del pelirosa rápidamente atraparon a los de la maldición encima de él, su cuerpo temblaba pidiendo poseerla en ese mismo instante. Sentía cómo el alma de Sukuna se mezclaba con la suya y finalmente comprendía todo lo que el rey sentía con esa mujer, comprendía cuál era el deseo que él le tenía, comprendía ese sentimiento tan salvaje que Sukuna trataba de ocultar.
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El dolor de un Rey Maldito •Ryōmen Sukuna/Yuji Itadori• [Segunda temporada]
Romantizm[Segunda Temporada de: La mujer que Sukuna amo] Su partida había dejado un vacío en su pecho que el mismo no quería admitir, había sido un final duro e inesperado para él, pues el sí la había amado hasta lo más profundo de su alma y no dudaba que as...