Capítulo 3 - La invitación

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Luego de acomodar mis cosas en el dormitorio, bajamos de nuevo al primer piso. La verdad también tenía curiosidad de salir y conocer el campus, es realmente enorme.

—Creo que estoy en el cielo. —exclama Jisoo mientras caminamos por un sendero del campus.

Al principio, no tenía ni idea de las palabras que acaban de salir de su boca, pero al seguir su mirada, solo me río y comprendo al instante.

En un rápido movimiento, Jisoo ya me ha arrastrado detrás de una esquina del edificio por el que acabamos de pasar y me pone la mano en el hombro con un apretón casi doloroso.

—¿Qué tal me veo? —me pregunta, con los dedos tirando de su cabello y la ropa como si fuera a notar algún defecto inexistente.

—Te ves muy bien. —le digo antes de asomarme a la esquina para ver el motivo de su brusca parada —Además, no creo que se fijen en nosotras para nada. Se ve que están demasiado ocupados.

—Hmm. Nunca se sabe. —ella cruza los brazos delante de su pecho antes de volver a caminar por el sendero, sus delgados dedos se agarran a mi muñeca.

—Vamos a sentarnos aquí. —dice, o más bien ordena, y empuja su cabeza en dirección a un punto verde de hierba junto al campo de baloncesto donde los chicos que llamaron su atención están jugando en ese momento.

—¿En serio? —me quejo mientras me arrastra —Esto se va a poner incómodo.

—No, no lo será. —dice con determinación mientras una sonrisa se dibuja en sus lindos labios.

—No, claro que no. —digo con la voz cargada de sarcasmo —Porque sentarse al lado de un grupo de descamisados cuando hay un banco a apenas veinte metros no será nada sospechoso.

Ella sacude la cabeza ante mi argumento, claramente sin preocuparse por lo que pensarán los chicos, y yo suspiro derrotada mientras me siento en el punto verde y apoyo la espalda en los codos, cerrando los ojos por un momento y disfrutando del cálido sol sobre mi pálida piel. Un bronceado no me vendría mal, pero tal vez eso sería tentar mi suerte al extremo. Probablemente acabe roja como un tomate por todas partes, si es que hay algo, y ya me siento mal por mi compañera de piso, que tendría que aguantar mis lloriqueos todo el tiempo, si es que eso llegara a ocurrir.

Me encuentro disfrutando del juego, pero a diferencia de Jisoo, mi atención principal no está puesta en el abdomen o los bíceps sudorosos de los chicos, sino en el juego en sí.

Me quejo cuando uno de los descamisados comete un error garrafal y pasa el balón a su amigo en lugar de ir él mismo a por el tiro. Al parecer, no soy muy discreta porque Jisoo parece darse cuenta de mi reacción.

—Pensé que habías dicho que sería incómodo. ¿No lo estás empeorando al mirarles fijamente y prácticamente gritarles? —se ríe y siento que mis mejillas se calientan.

—Tal vez, pero cometió un error tan tonto. Podría haber ido él mismo a por el tiro en lugar de pasar el balón. Era innecesario y, además, si no anotaba, aún tendría la oportunidad de conseguir dos tiros libres, lo que también beneficiaría al equipo.

—Vaya... —ella sonríe y me da un codazo en el hombro —Seguro que sabes lo que haces, ¿no?

—Sí, ¿verdad? —dice de repente una voz desconocida y tanto Jisoo como yo damos un respingo de sorpresa antes de girar la cabeza en dirección al origen de la nueva voz.

Un tipo, sin camiseta nos mira fijamente, impidiendo que el sol llegue a mi cuerpo que ansía su calor y su luz. Lo reconozco inmediatamente como el tipo del que me acabo de quejar y la constatación aumenta el enrojecimiento de mis mejillas y mi cara.

WICKED GAME (ROSÉ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora