Después de haberme despertado me sentía extrañamente bien. Según las hermanas, yo había dormido poco más de un día y tuve que pedirle perdón a Safiras por hacerla quedarse a mi lado durante todo el tiempo que estuve dormido. Debo decir que ella dijo que no me preocupara, más bien que la llamase seguido para que durmiera junto a ella todo lo que yo quisiera.
En fin, al parecer se notaba muy feliz de que hubiera pasado más tiempo con ella. Además, Sofisas me empezó a pedir que pasar más tiempo con ella y no podía negarme a la petición de aquellas personas que me habían estado protegiendo. Así, durante todo el avance por el territorio de Falmuth, estuve junto a ellas la mayoría del tiempo me separaba solo cuando Julius o los generales me necesitaban o cuando debía hacer mis necesidades, obviamente.
A pesar de que estábamos avanzando más rápido de lo previsto, algo no me cuadraba. Tropas de Falmuth y de Norgay no nos habían interceptado y ni siquiera había reportes de fuerzas de exploración enemigas, durante una de las reuniones con Julius, él mismo halló raro esto y aumentó más el estado de alerta, de estar en: "posibles ataques enemigos" a "choque inminente". El ambiente en la formación se tornó tenso, y todos sabían el porqué. Podían ser emboscados desde cualquier lado y perder la vida en cuestión de segundos nada más y nada menos que eso. Por otro lado, yo trataba de mantenerme lo más tranquilo posible para poder reaccionar rápidamente a una emboscada enemiga.
Los días pasaron, pero la tensión no disminuyó sino que aumentó. En los soldados se podía ver estrés e incertidumbre sobre que les depararía en los próximos minutos. Todo el avance fue así hasta que después de atravesar una pequeña montaña, al horizonte divisamos una gran ciudad de altas murallas y un enorme castillo que se alzaba sobre, al parecer, el centro de aquella ciudad. Uno de los generales sacó de una bolsa de cuero lo que parecía ser un catalejo. Extendió el tubo corredizo y miró por la pequeña lente de un tamaño ligeramente más grande que su ojo. Observó hacia la dirección de la ciudad por unos minutos y gritó: "¡Banderas arriba!".
No pasaron ni diez segundos para que la orden fuera transmitida por todo el ejército haciendo que cientos de banderas se alzaran sobre las cabezas de los soldados. Poco después de que las banderas fueran alzadas, Julius dio una nueva orden.
"¡Avancen!"
Toda la formación se puso en marcha lentamente para ahorrar energías en caso de un choque directo con el enemigo. Mientras que la formación avanzaba, los carromatos de suministros fueron dejando atrás por seguridad y un área para atender heridos de gravedad iba a ser puesta en un lugar relativamente seguro junto a los suministros.
Mientras veía como aquellos hombres y mujeres destinados a proteger el área de atención médica y los carromatos, seguíamos avanzando hacia el enemigo.
Esta vez, para evitar lo del asalto pasado, me posicionaron en el centro de la formación siendo custodiado por varios caballeros de Ross y Fullheart. La marcha hacia aquella ciudad fue bien hasta que después de estar a cierta distancia de la ciudad vimos como varias estelas de luces se alzaban desde detrás de las murallas de la ciudad y volaban en el cielo para después descender poco a poco y dirigirse hacia nosotros.
"<Oh gran guardián que con tu escudo nos proteges a nosotros los soldados de aquellos males que combaten contra Las Celestiales. Tú que resististe la furia inmensa y tormentosa de un Primigenio a cambio de fuertes heridas. Tú que encaraste sin miedo a un Ancestral. Otórganos a nosotros, los soldados, un fuerte escudo que resista los ataques de nuestros enemigos>"
El canto conjunto de los caballeros que me rodeaban fue audible por todos a mí alrededor.
"<Ahora, gran guardián te imploramos una gran defensa para nuestros soldados. ¡Que los fuertes se abalancen! ¡Que los débiles apoyen y cambien las tornas!>"
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El surgimiento de un guardián
FantasyLuego de entrar en un estado de sueño debido a una máquina de criogenización, Julian Esteban Hernandez Piñeros despierta en un mundo que ya no es el que él conoce. Las armas de fuego no existen, la tecnología que conocía son solo los vestigios de lo...