Capítulo I

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Ha vivido los días más complicados y ajeteadros de su vida, ni siquiera sabe cómo puede seguir en pie cuando ha dormido unas cuatro horas en más de dos días. Pero claro uno no es nombrado presidente del gobierno de un país todos los días, así que cansado es lo mejor que puede estar. Lo peor es nervioso, asustado y  acojonado. Puede que también lo esté, solo un poco, pero no se lo dirá a nadie. El primer consejo que le dio su mano derecha cuando se presentó como candidato es que debía aprender a esconder sus emociones y fingir calma, aunque quiera salir corriendo y esconderse bajo la cama como cuando era pequeño y le asustaba el monstruo en su armario.

Es el presidente de España y debe ser fuerte, sereno e imperturbable.

Ahora mismo solo quiere ser un hombre de veintiséis que trabaja como ayudante en una biblioteca, va todos los viernes al cine con su hermana y paga la cuota de un gimnasio que solo ha pisado dos veces. Esa era su vida hace solo seis meses, antes de que un profesor de su universidad que era concejal le propusiera como candidato. 

El hobbie de acudir a reuniones y proponer ideas que nadie escuchaba se convirtió de repente en toda su vida. Ganar las elecciones primarias de su partido contra el otro candidato fue demasiado fácil. Desconocía que contaba con el afecto y la admiración de tantas personas. Reconoce que todo ello fue divertido y que mejoró mucho autoestima. 

Cuando el partido decidió presentarle a las elecciones generales contra el actual presidente que buscaba su tercera reelección le pareció demencial. Después de ser elegido con mayoría absoluta estaba convencido de que el mundo se había vuelto loco. 

El escrutinio de los votos confirmó su victoria hace dos días. Desde ese momento su cara abría todos los telediarios, su nombre se escuchaba en todas las conversaciones de barras de bar y el hashtag PresidenteVaquero, una broma con la palabra vaquero y su apellido Vazquez, era trending topic. ¿Por qué ese hashtag? No tenía ni idea, ¿quién entendía a la gente de twitter?

Su teléfono había sonado tantas veces que había tenido que apagarlo. Felicitaciones de sus familiares se alternaban con llamadas de antiguos amigos o conocidos que buscaban acercarse de nuevo a él, posiblemente por su reciente poder. Alguien que se identificó como personal de Galatea, la residencia presidencial, llamó a su casa para escoltarle hasta su nueva casa. 

Allí, acordó con su equipo que la jura de su cargo ante el rey se celebraría en una semana. A partir de ese momento, dispondría de un mes para formar su gobierno con los ministros que deseara, al haber ganado por mayoría absoluta no era necesario que pactará con otro partido. 

Pensó que eso significaba que podría descansar y ver a su hermana, que no había podido ni felicitarle por su victoria. Iluso de él. 

A la mañana del día siguiente, tras anunciarse el resultado de las elecciones, su mayordomo le despertó a las siete de la mañana y anunció el desayuno en el salón plateado. Allí, le esperaban las cocineras para presentarse. Después de dos horas, tras decenas de preguntas sobre posibles alergias y cientos de menús con ingredientes de nombre impronunciable le dejaron libre. 

Su ayudante de cámara le interceptó cuando regresaba a su dormitorio. Fingió una sonrisa y le acompañó hasta el vestidor de la casa para quedar anonadado al ver los cientos de trajes, zapatos y corbatas pulcramente colocados. Dio las gracias al hombre cuando anunció que le explicaría cómo debía combinarlos y prestó la misma atención que en la clase de matemáticas del instituto. 

En esa ocasión no tuvo ni oportunidad de llegar a su habitación, la jefa de protocolo y encargada de su imagen pública le esperaba en la puerta del vestidor. La misma que ahora parloteaba sobre la necesidad de responder a la mayor brevedad posible las felicitaciones de los presidentes de países aliados, así como de los miembros del parlamento europeo. 

Bajo las luces de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora