19. Amigas

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―¿Qué andabas haciendo? ¿Por qué no me abrías? ―Cand se queja cuando abro la puerta.

Yo solo me quedo mirando lo bonita y delicada que luce. Va elegante y sofisticada. Lleva una boina de pintor color rojo combinada con falda roja bastante corta.

―¿Qué hacías? ―sigue preguntando y se mete en mi pequeño cuarto.

Entonces recuerdo que antes de la llamada estaba embobada viendo el libro de pinturas como por centésima vez. Imagino que eso llamará su atención y me hará preguntas. Aunque creo que no tengo problemas para contestarlas.

―Nada importante ―respondo cuando veo que se sube de rodillas a la cama y toma mi teléfono.

―Tienes una llamada perdida de ese imbécil ―dice algo molesta enseñándomela para probarlo.

―¿Desde cuándo revisas mis llamadas?

―No te hagas, Elia. ¿Le llamaste? ―me increpa.

―No, claro que no ―me defiendo de su acusación―, él lo hizo, pero no he contestado.

Mi tono baja al decir esto último.

―Me pregunto si solo querrá terminar de pisotearte ―comenta algo amargada.

―Cand ―gruño y ella achina la mirada.

Vuelve a ponerse en pie. Hace algo con mi teléfono y me lo devuelve.

―Ya está, bloqueado el infeliz, bastardo, arrogante y repugnante.

―¡Por qué hiciste eso! ―protesto haciendo caso omiso a su lista de insultos para Adam.

―Porque es lo mejor para ti, si no vas a terminar volviendo a ser su paño de polvos. Y no queremos eso ahora que tenemos un contrato exclusivo para ser la musa desnuda de Leroux.

Diantres, eso ultimo sí que lo dice con estilo.

―Cielos, no digas eso ―resoplo flipando con la idea y ella se ríe de mí, luego se calla al darse cuenta por fin del libro

―¿Y esto? ―pregunta curiosa, agarrándolo.

―Me lo dio Bledel ―contesto indiferente.

―Uyuyuy, ¿ya te está dando regalos?

―Deja de hacerte ideas y no digas tonterías.

―¿Entonces sabe lo de Leroux?

―No, lo dudo, pero creo que lo admira. Cuando me pidió que fuera su asistente, me dijo que lo acompañara a una exhibición de la obra de Leroux por su próximo lanzamiento.

―¿Y aceptaste? ―pregunta y yo me alzo de hombros al notar su tono con un cierto deje de interés―. Tienes que ir, seguro que compagina con tu lado ñoño.

―Que graciosa.

Hago una mueca.

―Vamos, Elia, tú te tomas en serio esto más que yo.

―Sí claro, lo tuyo es más externo que interno.

―Me gusta, pero me lo tomo más liberal. Ahora no vamos a hablar de mis gustos subjetivos del arte, vine porque tengo algo que proponerte y si vas a salir con Bledel eso puede ayudar.

―¡Que no voy a salir con Bledel!, y ni siquiera sé cuándo es la exposición ―me quejo, pero ella no parece prestarme atención.

―En fin, quiero que me acompañes al evento de Sabrina, ya te había mencionado algo.

―¿Sabrina?

―Sabrina McEntire, tonta.

―No soy tonta, solo respetuosa, lo mismo deberías hacer tú.

Quiéreme por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora