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Los vestidores se encontraban atestados, gente yendo y viniendo, unos bañándose y otros simplemente sentados en las bancas, a espera del gran momento.

Yo me encontraba calzándome las medias, repasando las jugadas e intentando no ponerme nervioso, tantos aromas a mi alrededor estaban volviéndome loco de las nauseas, mi celo se había adelantado una semana y aquellos aromas revueltos entre alfas y omegas me desagradaban demasiado.

Por alguna razón, ningún aroma que no fuera el de mi pareja destinada lograba agradarme y sabía que en ese momento, él no se encontraba aquí, ni siquiera era el momento adecuado para poder verlo.

Mi lobo me rasguñaba las entrañas, desesperado por ir en busca de aquél que olía a cacao tostado y miel.

—Hey, Messi ¿Está todo bien? —Reprimo un gruñido involuntario, realmente necesito su aroma...

—Estoy bien, gracias. —Mi tono de voz sale más hostil de lo que espero, asustando a mi compañero omega. —Lo siento, saldré un momento.

—Maldición, controla tus estúpidas hormonas y ve por suspensores, pide que te inyecten una dosis doble, apestas. Además, si atacas a alguien, nos descalificarán.

Mi compañero se aleja con paso firme, dejándome muy en claro que no está intimidado. Entiendo su molestia y preocupación, pero mi mente se encuentra cada vez más nublada por el deseo de abrazar a ese hermoso omega de cabellos rizados y fuertes piernas.

Sin razonar demasiado, me levanto de la banca, poniéndome los zapatos con más fuerza de la necesaria y sin atar los cordones, salgo de los vestidores, directo a la enfermería.

Entro sin tocar la puerta, seguro no hay nadie, estamos a solo minutos de iniciar el partido y todos deben estar muy ocupados, pero grande es mi sorpresa al encontrarme a quien tanto deseaba ver, sentado en la camilla, mirando al suelo y balanceando las piernas, pensativo.

—Memo... —No tengo idea de cómo reaccionar, mi lobo aúlla por salir y mover la cola, restregarse contra sus piernas, pero con un máximo de esfuerzo, logro controlarlo.

—Lio... —Mi corazón da un vuelco, él no suele llamarme así, no en público, por lo que sé que ahora estamos solos. Mi mano se extiende hasta la puerta, poniendo el seguro.

—¿Qué haces aquí? ¿Estás herido? —Me acerco rápidamente, olfateando el aire, mis ojos lo recorren entero, asegurándome de no ver alguna lesión en su hermoso cuerpo.

—Estoy bien, tu lobo me llamó, algo me decía que estarías aquí. ¿Tú estás herido?

—Para nada... es solo que... —Me interrumpo a media frase, él está olfateando el aire también, moviendo su nariz de una forma que me derrite el corazón. Lo veo llevar sus manos hacia su rostro, cubriendo nariz y boca.

—¡Entraste en celo! —Sé que no es una pregunta, por lo que solo guardo silencio, sosteniendo su mirada.

—Venía a inyectarme suspensores de emergencia, voy a vomitar a media cancha si no hago algo.

—Ven acá. —Él abre sus brazos y piernas, invitándome a abrazarlo. No opongo resistencia, acercándome rápidamente hasta él, calmando mi corazón y a mi lobo con su dulce y exquisito aroma.

—No podemos estar aquí demasiado tiempo, te daré algo que va a gustarte... —No tengo idea de lo que intenta decir y no me importa, deseo solo poder seguir oculto en su cuello, respirando ese aroma.

Lo siento removerse ligeramente, separándose un poco de mi cuerpo. De pronto ya tengo sus labios recorriendo mi cuello, su lengua me acaricia levemente, enloqueciendome.

❀ My Dear Sunflower ❀ 𝑀⃪𝑒⃪𝑠⃪𝑠⃪𝑐⃪ℎ⃪𝑜⃪𝑎⃪ ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora