La luz blanca y cegadora me despertó. Estaba en un hospital, vestido con una bata blanca y rodeado de aparatos que no dejaban de pitar. A mi lado se encontraba una doctora pelirroja de ojos color azul marino.
-Vaya, al final has despertado.
-¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú?
-Yo soy Diana, la enfermera y estás en el Hospital San George, has tenido un accidente horrible, tienes suerte de esta vivo.
-No recuerdo nada.
-Estarás un tiempo sin recordar nada, los recuerdos vendrán poco a poco.
-¿Qué fue lo que me pasó?
-Nadie lo sabe. Uno de tus amigos te encontró tirado en la calle.
Mi amigo Dem- Su verdadero nombre es Demetrius-. Apareció por la puerta de la habitación.
-Hey, por fin el Bello Durmiente ya no tiene maldición, ¿Quién ha sido la princesa?
-¡Dem¡- Ay, chillar no me sienta muy bien ahora mismo- ¿Fuiste tu quién me encontró?
-No chilles, Eryx- Rie-. Si, fui yo, estabas muy mal, en comparación con el otro día, ahora estás como una rosa.
-Siempre me comparas con lo mismo, eres un pesado- Me rei-. Pero es lo que te caracteriza.
-Lo sé. Mañana te dan el alta y pasado mañana vienes a clase.
-¿Puedo volver a tener ese accidente? Ni quiero ir a clases.
-Todos queremos estar en tu lugar ahora mismo. Todos estamos preocupados, menos yo, ahora que te he visto.
A la semana siguiente entré a clase, y todos se me abalanzaron a preguntar: ¿Cómo estás? ¿Qué te pasó?- Típico-. Y entonces apareció esa persona, la que tanto odio, la que peor me cae: Enrique, aunque yo lo llamo Kakos, no sé por qué.
-Anda, si está aquí la nena de cristal, ¿Te has roto algún bracito?
-Cállate Kakos, no quiero que me amargues el día.
Bufó-. Te lo amargas tu solo, nenita- Le voy a matar algún día de estos.
El resto del día fue normal: Los profesores daban clase y mandaban tarea.