La información me sorprendió. Esa opción ni siquiera se me había pasado por la cabeza. Quise sentir un ligero alivio al menos, por saber que esto no tenía en absoluto que ver conmigo; pero su cara volvió a desencajarse y fui completamente incapaz.
—¿Hace cuánto? —pregunté con temor.
—Una semana —Sus ojos se aguaron. Quise levantarme y abrazarla, pero me contuve. Era ella quien debía pedir esa clase de contacto en esta situación—. No estábamos bien y yo me decidí a esforzarme mucho más. Le dije que viniera para hablar para contarle todo esto y... —Pareció dudar del relato cuando me miró a los ojos. Huyó del contacto visual y continuó— algunas cosas más. Y él me contestó que se había cansado de luchar por ello hasta el punto de que ya no quería llegar a conseguirlo, que ya no le suponía nada.
Apreté los labios.
—¿Llevabais mucho tiempo, no?
Ella asintió mientras la primera lágrima caía y su voz se quebraba. Me dolió en el pecho y me levanté.
Ella me miró confundida mientras me apoyaba en el reposabrazos del sofá para estar cerca de ella, pero una vez comprendió la situación, inclinó su cuerpo contra mí y yo me vi por fin en la situación de pegarla contra mi pecho y abrazarla.
Lloró. Lloró mucho. Sollozó contra mi cuello sin parar y yo la abrazaba aún más fuerte. Pasaba una de las manos por su espalda, con calma, tratando de tranquilizarla y usaba la otra para apartar el pelo de su cara. Me gustaba tener su cabeza en el hueco entre la mía y la clavícula. Sentía que la tenía completamente protegida de cualquiera que se acercara y eso era lo que toda esta situación me hacía necesitar. Guardarla del daño justo aquí.
Supe también que ella se sintió, en cierta manera, de una forma parecida. Se aferraba más a mí cuando el dolor era más fuerte y se escondía en mí todo lo posible. Se calmaba, realmente se estaba calmando.
Se separó de mí por lo menos un cuarto de hora después. Sus ojos estaban totalmente rojos, su cara estaba sonrojada y sus labios oscuros. Algunos mechones de pelo se le pegaban a la cara por culpa de las lágrimas. Y la vulnerabilidad me hizo verla todavía más guapa. Como si el sonrojo y los ojos brillantes, la hicieran frágil y preciosa.
—Sólamente se acabó el amor —dijo una vez se calmó del todo, aunque las lágrimas seguían acumulándose en la parte inferior de sus ojos—. Ya no estaba enamorada de él. Por eso había dejado de tener ilusión por mudarnos juntos, por avanzar en nosotros. Y no pasa nada si tenía que terminar —Asentí a sus palabras y pasé una de mis manos por su mejilla, retirando una lágrima. Ella envolvió mi mano con la suya y pensé que la quitaría, pero la apretó todavía más contra su rostro—. Pero me siento muy culpable de pensar que quizás la culpa de ello fue sólo mía.
—No es culpa tuya —Tomé su cara con ambas manos para que centrara su atención en mis palabras—. A veces da vértigo pensarlo, pero todo en esta vida es un efecto mariposa, una consecuencia tras otra, unos acontecimientos que provocan otros sin parar. Puede que si estabas más distante o menos ilusionada con él eso provocase que Marc dejara de quererte. Pero también debes pararte a pensar qué te llevó a alejarte a ti de ese amor. Y lo que te hizo eso a ti, tendrá a su vez otro motivo que será culpa de otra persona, que lo hizo por otro acontecimiento diferente a su vez en ciclo que no termina. Y esas son las cosas del destino. No tenía que pasar.
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Sería capaz de renunciar a todo - Alexia Putellas
Lãng mạnEs difícil encontrar la forma en la que todo encaja en su lugar una vez está roto, incluso si un cirujano te da un primer empujón bastante notable. La recuperación de Alexia avanza con esperanza. Su rodilla está respondiendo muy bien a la rehabilita...