Capítulo 9

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No puedo moverme y no entiendo el porqué, mi cuerpo se siente muy pesado es como si un camión me hubiera pasado por encima

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No puedo moverme y no entiendo el porqué, mi cuerpo se siente muy pesado es como si un camión me hubiera pasado por encima. Intento abrir mis ojos, pero mis parpados no responden. ¿Qué está pasándome?

Mis sentidos comienzan a responder y ciertos olores van penetrando mis fosas nasales, huele a velas y a perfume, perfume varonil. Comienzo a escuchar susurros que van aclarándose de a poco.

—¿Usted va a estar esperándonos en la sala de juntas cuando lleguemos con el cargamento, señor?

—No, esta vez no, debo esperar aquí hasta que ella despierte. Encárgate de todo.

Esa voz, la conozco...

—Señor, sé que no debo decir esto, pero habiendo tantas mujeres en la academia que se preparan para esto, mujeres hermosas que viven para ser una esposa perfecta y usted se va a complicar la vida con esa mujer tan simple.

—Si vuelves a abrir la boca para decir estupideces te quito la vida, te pico en pedazos y te doy de comer a los perros ¿Me entendiste?

Se escucha un golpe seco que hace que mi cuerpo comience a tener espasmos que no puedo controlar y abro mis ojos de golpe, pero al instante comienzo a parpadear porque una mancha se queda impresa en mis pupilas impidiéndome una visión clara. A medida que aumento mi parpadear unas pequeñas lágrimas comienzan a brotar muy lento. Estrujo mis ojos un poco y entonces recupero la visión.

Lo primero en lo que me fijo es en el pantalón de seda blanco que llevo puesto, me observo detenidamente las manos y los brazos. Llevo una camiseta del mismo color y tela que mi pantalón, algo está mal, no recuerdo nada. Giro la mirada a mi derecha y luego un poco a la izquierda quedando estupefacta con la decoración del lugar. Todo parece sacado de una revista y es extremadamente grande. Las paredes están pintadas de un tono ocre, hay un juego de recibo pequeño en color rojo, un pequeño bar y un escritorio plateado que se ubica debajo de unas repisas que están repletas de libros, la luz es tenue y tiene una lámpara de cristal que da la impresión de ser gotas de lluvia. Me incorporo como puedo, logro sentarme y tomo una bocanada de aire tratando de encontrar una explicación.

De pronto aclaran la garganta y miro a todas partes buscando de donde proviene el sonido y me fijo en que está un hombre parado en la puerta de espaldas hacia mí.

—¿Quién es usted? ¿Por qué estoy? —pregunto tratando de disimular el temor que recorre todo mi cuerpo.

El hombre comienza a girar despacio, tan despacio que creo que moriré a la espera, pero nada se compara a la sensación de lo que siento cuando sus ojos se encuentran con los míos. Me quedo helada del pánico cuando veo su mirada sombría y su sonrisa escalofriante.

—Bienvenida, Esmeralda.

—¿Por qué estoy aquí? —pregunto en cuanto mi lengua recupera su movimiento.

—Porque ahora eres mía.

Su voz suena tan firme y segura que es inevitable que mi corazón se acelere y que el miedo me recorra entera.

Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora