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CAPÍTULO 36. TANTO

—¡Pilla! —escuché a tiempo la voz de Pol para alcanzar a coger las gafas de bucear.
Eran grises y las atrapé al vuelo, podéis flipar.
—Y luego me dices que voy siempre de gris. —murmuré.
—Hoy no, vas de payaso.
—¡¿Pero qué dices?!
Era lunes por la mañana, llevaba encima escasas seis horas de sueño, y aunque hay gente que se mantiene en pie con menos, yo necesitaba siete u ocho para ser completa. Pero en mi defensa diré que las ojeras que me llevaba Pol eran más pronunciadas que las mías. Y aun con todo estábamos los dos en la piscina, a las doce, después de los partidos de vóley.
Valentina, Daniel y Tobías jugaban a las cartas en unas tumbonas y gritaban que no veas. Por otro lado estaba un grupo de imbéciles que jugaban a pasillos de collejas, algo muy de años atrás. Y, lo más sorprendente, era ver a Emma y Macarena hablar tranquilamente mientras tomaban el sol. La novia de Pol y su ex llevándose bien era el cotilleo, pero claro, si las dos salieron con el decolorado debían tener algo en común.
—Ni siquiera llevas las dos partes a juego.
Me miré el bikini, tenía razón la parte de abajo era amarilla con lazos a los lados y el sujetador color verde claro con topos amarillos. No eran del mismo conjunto pero pegaban. Y es que claro, después de tenerlo llamándome cosas similares a "ser gris" o "Materia gris" pues me dio la impresión de que el bikini gris y blanco no molaba, aunque me quedaba mucho más sexi.
—¡Cállate! —le espeté sin argumentos y salpicándolo.
Sinceramente, no me arrepentía de haberle confesado mi fobia a Pol, era liberador. Ya había comprobado que podía decirle que se apartara sin excusas y además, el muy caballero si veía que tenía mucha gente alrededor se encargaba de disolverlas, lo que no tiene tanta importancia es que tras ese gesto me dijera: "Si vas a ponerte a prueba, que sea conmigo". Y lo admito, estaba intrigada con esa supuesta idea para ayudarme que aún no me había contado.
—Me voy a esconder. —anuncié.
—¿De quién? —preguntó.
—De ti —respondí con obviedad.
—¿Por?
—Oh, venga ya Pol, es un juego. Voy a hundirme lo máximo posible y me dices si me ves. ¿Ok?
—¿Vale?
—No me gusta que dudes.
Pol chasqueó la lengua y yo me pasé las gafas por la cabeza.
—Pareces una mosca.
—No lo parecería si no fueran grises.
Me hundí en el agua de la piscina y por un momento quedé fascinada con la claridad con la que se veía todo, era mil veces mejor que entrecerrar los ojos por el cloro. Oh, mis dedos estaban arrugados.
Buceé unos metros y bajé al fondo de la piscina, rozando con mi cuerpo las baldosas blancas de la piscina.                
Os juro que mi intención fue inocente, pero es que cuando miré en la dirección de Pol, se me sonrojaron las mejillas —si es que eso puede pasar en el agua—. Cierto que lo había visto en bañador antes, sabía que no estaba musculoso, tampoco redondito. Y yo no debería mirar, ¡pero era tan fácil! Y eso que se veía difuminado. Y su bañador era azul con peces rojos y se perdía por él una hilera de bello oscuro. Dios mío estaba tan bueno. Fijándome en la inexistencia de lunares o marcas, se me olvidó mantenerme bajo el agua y fui elevándome hasta sacar la cabeza para respirar.
—Se te da fatal —me dijo cruzándose de brazos.
—¿Hum? —logré balbucear medio ida.
—¿Qué te pasa? —Pol inclinó la cabeza y yo me llevé las manos a las mejillas.
—Nada nada, cosas mías.
Desvié los ojos un momento de nuevo a su cuerpo y aparté la mirada rápidamente.
—¿No habrás encontrado unas vistas más interesantes?
—Te he dicho que no me gusta que dudes —solté sin pensar.
—O sea que es cierto, me estabas mirando —susurró para que nadie más que yo lo oyera.
Sacudí la cabeza viéndome obligada a salir del trance.
—¡Mira que eres creído!
—¿Yo? —dijo fingiendo ofensa.
—Sí tú. ¿Es que no puedo apreciar algo bonito?
Sí, confirmamos, era uno de mis momentos en los que cometía locuras sin pensar.
—¡Aja! Te gusto.
Bufé, odiando esa afirmación.
—¡Estaba mirando algo bonito! No a ti —cada vez me costaba más no levantar la voz.
—Primero me dices que te gusta mi pelo, luego que estoy bueno. Me halagas, Theresa, me halagas.
—¿Sabes qué, Pol? Paso de ti.
Dando saltos todavía dentro la piscina me fui de su zona de control.
—Llevas mis gafas, Theresa.
—¡Me las quedo hasta que te aprendas mi nombre! —me hundí y volví a ascender—. Es un chantaje.
—Luego no te quejes de que te llame Materia gris.
¡¿Por qué Pol no podía gritar?! ¡Tan calmadito, tan calmadito! ¡Por Dios, hasta mis pensamientos gritaban!
—¡Me he enfadado!
Disfrutaba de lo lindo sabiendo que con él podía ser yo misma. Tal vez Vera tuviera razón y contar el problema, la fobia, y naturalizarlo era lo mejor. Era posible que no todo el mundo se comportara tan bien como Pol, las pruebas estaban en mis amigas del colegio. Era tan normal, sí, tenía hafefobia, ¿y qué? ¿No hay mucha gente con otras fobias que sigue su vida sin problemas? ¿Por qué no podía yo actuar normal y simplemente no tocar? Tampoco era nada raro.
—No, que no me he enfadado, me caes bien.
Tras rectificar fui nadando en su dirección de nuevo y lo vi sonreír a través de los cristales de las gafas.
—Te quiero decir algo —anunció Polo Polito cuando estuve a dos metros—, pero acércate.
Levanté las cejas.
—Lo que tú quieras, acércate algo, medio salto si quieres, pero ten el gesto.
Fui a abrir la boca y me acabé limitando a fruncirla. El gesto, ¿eh? Me puse el pelo detrás de las orejas, crují mis dedos y nadé un poco.
Un metro.
Estaba cerquita y para mirarlo ya tenía que elevar un tanto el cuello.
Pol asintió con la cabeza animándome a seguir. Gruñí, me acerqué y lo tuve a dos palmos. Tragué saliva. «No pasa nada. Estoy bien» Mi corazón latió rebelde y hablé.
—Tu novia está cerca.
—No pongas excusas, no conmigo.
Sus palabras me enternecieron.
—Está muy bien, te has acercado —agregó.
—Me tratas como a un perro.
—No es cierto.
—¿Qué querías decirme? —le insté.
Su cuerpo se inclinó y acercó sus labios a mi oreja. Apreté la mandíbula y eché la cabeza hacia atrás mientras respiraba por la boca. Solo serían dos segundos.
—Tendré que hacerte sentir incómoda, de lo contrario nunca te moverás.
Di una brazada alejándome de golpe.
—¿Estás apuntado en un foro de frases cursis?
—¡No es una frase cursi, se te ha roto el filtro! Es... pues directamente de la cosecha de Pol.
—Mientes.
—No —dijo convencido, pero la mandíbula se le apretó sutilmente. Sonreí de medio lado—. Vale, sí. La he buscado en Google.
—No era tan difícil aceptarlo.
Buceé de nuevo para salir de la piscina y cuando puse un pie en el escalón, escuché a Pol.
—A las seis voy a tu cabaña.
Me giré.
—¿Y qué planeas?
—Analiza la frase y lo sabrás.
¡Genial me iba a hacer estar incómoda, pues bien empieza esto.
—Pinta genial, Polito —dije con ironía.
—Lo sé, lo sé.
Me enrollé en la toalla.
—Que sepas que lo de las gafas iba en serio, ahora son mías.
—¿Por qué te crees que te he dado las grises? —de repente, no sé de donde, supuse que del bolsillo, sacó unas gafas de buceo azules.
¡Por favor, mundo! Yo como una entusiasta vistiendo de colores y va Pol y me engrisece.
Giré medio sonriendo medio fastidiada y me encontré con la atención de Emma y Macarena. Ninguna de las dos me miraba bien. «Actúa natural, Thesa».
—¡Holi!
Mierda, demasiado alegre.
*
Estaba tumbada en la cama, esperando que Pol llamara a la puerta y no puede evitar hacerme preguntas. No sé, dudar de todo, cuestionar todo lo que te rodea. Hay veces en las que se necesita no sentir la seguridad de tener el control. Yo la verdad, es que no necesitaba sentirla, porque desde que llegué a TeDI era una constante.
Es que, demonios, si me paraba a pensar en todo lo que me llevó al tercer lago a la izquierda.
Recuerdo perfectamente aquel día que fui a la sesión con Vera. No llevaba Donuts y mi estómago rugía. Tampoco vi a Leo, de hecho nunca más antes de mi mes en el campamento. Y se trataba de eso, del día en el que Vera me sugirió con amabilidad que me olvidara de acudir durante un tiempo a sentarme en ese sillón de cuero que se pegaba a mi piel. Que me olvidara para probar algo nuevo, un campamento supuestamente lleno de posibilidades de mejora. No lo tenía claro, de hecho juraría que el campamento no tuvo la culpa o la suerte de provocar mi primer beso. Fue otra cosa, otra persona. Y tenía pelo blanco, y nombre ridículamente corto.
No fue TeDI, fue Pol. Que con su entrometimiento logró llegar a mí, conseguir que lo dejara entrar a mi corazón para después partirlo. O pararlo o estrujarlo. Pero bueno, que aún no estamos en esa parte. El lunes once yo ni siquiera entreveía lo que se venía, lo bueno y lo malo. Porque vino tanto...
Me quedaba tanto por vivir.
Y pensar que todo comenzó con un:
—¿Lograrías imaginarte en un campamento? —me preguntó Vera.
—¿Tú en reality? —Vera sonrió con algo de impaciencia y desespero—. ¿Ha visto? Pensamos lo mismo.

***
¿Cómo veis está última parte? Por que no dice precisamente poco...

Simplemente ThesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora