Capitulo 1

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Era como si los dioses hubieran hecho que el día fuera perfecto especialmente para nosotros. Iba a ser el primer día de una travesía por el océano que nos llevaría de Europa a América. El cielo no podría haber estado más azul si lo hubiera pintado yo misma. Yo estaba emocionadísima, mi hermana pequeña Sofi no podía parar quieta y mi madre no dejaba de darse aire con el abanico. Padre parecía hablar más alto de lo normal. Los demás pasajeros parecían estar reaccionando también a la electricidad que había en el aire.

Me llamo Camila, por cierto, y éste iba a ser mi primer viaje al extranjero. Era el año 1929. El barco era el Statendam III.

-Mila, cierra la boca, niña, y ven aquí -me gritó madre cuando me quedé contemplando boquiabierta el inmenso barco.

Cerré la boca rápidamente y corrí para alcanzar al resto de mi familia. Madre siempre me estaba diciendo que cerrara la boca. No sé por qué, pero creo que respiro mejor con la boca abierta. Madre decía que como siguiera así, me iba a llevar al médico. Decía que parecía vulgar con la boca siempre abierta y que si seguía así, ningún joven querría cortejarme jamás. Si creía que eso me preocupaba, estaba muy equivocada.

Madre y padre nos condujeron por la pasarela hasta el barco. Una vez a bordo, los pasajeros eran divididos en grupos según sus apellidos. Nuestro apellido es Cabello, de modo que fuimos de los primeros en ser guiados hasta nuestros camarotes. Madre y padre nos habían permitido a Sofi y a mí compartir una habitación para nosotras solas.

-¿Qué cama prefieres, Mila? -preguntó Sofi, dando botes en una de las camas.

-Evidentemente, la de ahí, dado que tú ya has echado a perder los muelles de ésa.

Sofi se echó a reír y botó con más fuerza.

-Mila, ¿crees que madre y padre nos dejarán nadar en la piscina? -preguntó Sofi por quinta vez en lo que iba de día.

-No lo sé, Sofi, pero más vale que vengas aquí y me ayudes a deshacer el equipaje si quieres salir a cubierta para saludar cuando zarpe el barco.

Con un último bote, Sofi se acercó para ayudarme a sacar nuestras cosas. Mientras deshacíamos el equipaje, dejé que mi mente repasara todo lo que nos dejábamos en Inglaterra. Mi mejor amiga, Dinah, era lo que más ocupaba mis pensamientos. Recordé cómo había llorado Dinah el día antes cuando nos despedimos.

-¿Me prometes que me escribirás, Mila? -dijo sorbiendo.

-Te lo prometo, Dinah. Voy a escribir en un cuaderno todos los días y cuando esté lleno te lo enviaré. Será como si estuvieras allí conmigo, Dinah.

-Ya está todo, Mila, ¿podemos ir ya? -exclamó Sofi con su habitual entusiasmo.

-¿Por qué no vas al lado para ver si madre y padre ya están listos?

Sofi salió volada por la puerta, dejándola abierta al correr al camarote de nuestros padres. Sonó un fuerte silbato. Según las pocas instrucciones que recibimos al subir a bordo, el silbato era para hacernos saber a todos que faltaban quince minutos para que zarpara el barco. Cerré la puerta y terminé a toda prisa de deshacer mi equipaje.

Cuando terminé de sacar mi ropa, abrí los cajones de Sofi y arreglé la suya. Al levantarme de los cajones, me vi en el espejo. Me miré con espíritu crítico. Me han dicho que tengo los ojos bonitos... son de un café oscuro y profundo, como los de mi madre. He sacado el pelo oscuro de mi padre, pero el suyo es liso, mientras que el mío es ondulado y me cuesta más mantenerlo peinado. Tengo la piel morena y me quemo al más mínimo indicio de sol. Miré con más atención. Creo que tengo la nariz bonita, aunque madre dice que los agujeros son pequeños. Suspiré al apartarme del espejo. Casi todo el mundo creía que tenía doce años, cuando en realidad tenía dieciséis. Era humillante ser tan baja. Ni madre ni padre eran muy altos, así que no era probable que yo fuera a crecer mucho más.

La Isla (CAMREN Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora