7 | Fleurs mortes

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MIKASA

La preocupación desbordaba de mi, mis pobres nervios estaban más que presente y yo no hacía más que morderme las puntas de mis uñas provocando un poco de dolor en mis dedos, pero era inevitable.

El hombre que me acompaña en esta perversión se dió cuenta de mi estado y se acercó con dos copas, asumo que lo que hay dentro es alcohol y no barato.

—Si se encuentra tan estresada no podrá disfrutar estos días.

—Usted no entiende, no puedo relajarme, usted me tiene encerrada en el medio de la nada y no me había informado de nada.

—No está encerrada, tranquilamente puede abrir la puerta y largarse.

—No se haga el inocente, ¿Cómo quiere que m vaya a estas horas de las noches? Ni siquiera me ha dejado ver el camino, esto es un secuestro.

—¿Un secuestro consensuado? No me haga reír.

Sus respuestas me abrumaban, no quería quedarme callada en frente suyo, quería demostrar que no era débil con las palabras, pero por más que me cueste admitirlo tenía razón, yo consentí esto.

—¿Qué es lo que quiere que haga mi lord?

—Eren.

—¿Eren?

—Puede llamarme por la informalidad con mi nombre siempre y cuando nos encontremos en la privacidad.

Me ofreció la copa y la recibí, era un vino bastante dulce, sentí mi garganta arder un poco pero mi boca sabía a las uvas más dulces que podía haber probado.

—Está delicioso.

Ignorando lo que yo dije soltó un comentario.

—Me voy a la cama, puede bañarse y acompañarme.

No hice más que asentir.

Por más que lo odie, este era mi trabajo, la cruz con la que debía cargar.

Se alejó de mí para adentrarse a una habitación con una puerta de madera que tenía tallada unas flores.

Terminé con el vino de mi copa.

¿Qué es lo que estaba haciendo?

Me siento sucia, mis manos, mis piernas, mis brazos, mi rostro, todo mi cuerpo estaba sucio. Siento la mugre, pero no la veo, siento el toque asqueroso de cada hombre con el que he estado y me siento asquerosa, he llegado al punto en el que me he dado cuenta que estoy compuesta por distintos pedazos de basura solo para complacer a otros.

Una puta.

Una ramera.

Una prostituta.

Un asqueroso pedazo de mierda que no merece nada más que la muerte.

Y ahora tendré que ir a la cama con un hombre que me ofrece todo y yo mi cuerpo a él, pero sé que él es uno más en ese montón de cerdos, me estoy dejando cegar por las palabras lindas y encantadoras acompañadas de vinos caros.

Me quiero ir de este lugar.

¿A dónde?

No estaba dispuesta a mirar a Levi a la cara.

Me saqué las lágrimas que habían brotado con mi mano y me dirigí a una habitación que tenía una tina y cubetas de agua a un lado.
El agua estaba tibia aproximada a ser fría.

No importa cuántas veces pase mis manos por dónde he sido tocada, no importa cuántas veces refriegue esas zonas, la suciedad nunca se iría. Mis uñas se estaban clavando en la piel de mis hombros mientras subía y bajaba dejando marcas rojas, pero la suciedad seguía ahí.

El Perfume De Su Piel | eremika | (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora