📖CIENTO VEINTISIETE📖

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P. O. V. LEVI:

Estaba a nada de llegar, incluso podía ver la puerta que se suponía me separaba de Ami mucho menos de lo que nos separaban mis idioteces.

-¡¿Levi?!  - gritaron a mis espaldas.

Me detuve y gire al origen del sonido. Hange me miraba consternada, pero con cierto alivio que lentamente se apoderó de su semblante.

-¡Estas aquí! - soltó con un tono que parecía más una pregunta.

-¿Cómo está Ami? - fue lo primero que pregunté. - ¿Qué pasó con Kai?

La de lentes me miro con lamento y algo más, parecía apunto de decir todo lo que sabía y puede que hasta lo que no, pero al final cambió de idea y se limitó señalar al pasillo:

-Averigualo tu mismo. - sentenció con nula comprensión - Y, en cuanto a Kai, iré a reunirme con todos en un rato para ver que sucedió.

-Iré contigo. - le dije sin pensar. Estaba siendo presa del terror, cosa rara que detestaba.

-Ni hablar, Ackerman. - me mandó a callar con ese tono de comandante que solo le escuche una vez mientras lo fue. - Te quedas con tu esposa, la cual te necesita ahora...

-¡Maldita sea, Hange! ¿Qué no entiendes que si le pasa algo a cualquiera de los dos, me matare yo mismo? -me confesé casi a gritos.

Si, estaba al borde de la desesperación. Quería correr a ver a Ami, pero sabía que Kai también era importante y quería saber que estaba pasando. Al final no estaba logrando nada.

-¡Levi! - grito a la vez que me soltaba una bofetada. - Con un demonio, no tendría que estar lidiando contigo. Entiendo que tu familia está en peligro, pero no puedes hacerlo todo, organiza tu cabeza y actúa. ¡CARAJO, PIENSA, LEVI!

Y sin más, se marcho dejándome ahí, a la mitad de la sala de espera con la sorpresa del golpe, el dolor de sus palabras y la mente en blanco total.

¿Qué demonios estaba haciendo?

Hange tenía razón, mi familia no necesitaba que me quebrara justo ahora, no necesitaba que perdiera la cordura. Tenía que abordar una cosa a la vez y planear que haría a continuación. Necesitaba orden y estrategia.

Así que, primero debía arreglar mi imagen. No podía darme el lujo de demostrarle a Ami que estaba mal, de lo contrario ella misma querría salir a buscar a su hijo, pero yo la necesitaba a salvo y solo lo conseguiría si me veía decente. Corrí al baño más cercano, me lave el rostro y me arregle las ropas, procure acomodarme el cabello lo mejor que pude; y cuando estuve medianamente listo, volví al pasillo a buscar su habitación.

574. Llegué. Llamé 3 veces y, como esperaba, quien habría fue una enfermera con una mirada tan agotada como la de su compañera que me envió aquí.

-¿Es familiar? Solo se permiten las visitas a... - comenzó a decir con cara de pocos amigos.

-Soy su esposo. - respondí con la mayor tranquilidad de la que fui capaz.

-¿Nombre? - exigió la desconocida revisando su expediente que llevaba a la mano.

En ningún momento pareció tener intenciones de moverse de la puerta. Chasquée la lengua indignado.

-Levi Ackerman.

La indiferencia que era palpable en la enfermera se desfiguro tan pronto le respondí. Con un titubeo se disculpo torpemente y me dejó pasar sin más. Sabía decisión, de lo contrario entraría por la fuerza.

Intentando mantener la cordura y armandome de fuerza, me abrí paso hacia dentro de la habitación. No sabía que encontraría ahí; mi corazón latía demasiado rápido como si estuviera por ver a la única mujer que amo en esta vida, tendida sin rastro alguno de viveza. Esperaba lo peor, debía esperarlo.

«Corría, con ella siempre corría, pero los últimos meses lo había hecho más de lo normal; al principio fue el viaje de emergencia al hospital luego de días, largos días, de náuseas, insomnio y falta de apetito.

-¡Felicidades, serán padres! - había anunciado el médico aquella vez.

La noticia nos había tomado por sorpresa, apenas unos meses atrás nos habíamos instalado en la casa, nuestra casa. Y ahora, un hijo...

Pase noches enteras en vela, solo siendo consumido por mi mal presagio: sabia que sería un pésimo padre, nunca tuve uno como ejemplo y ahora estaba perdido, no tenía madera de padre, no sabría criar a alguien más, con trabajos me había mantenido vivo hasta ahora... Toda esa clase de pensamientos me hicieron volver a aquella silla de la habitación, como esa noche:

-¿Levi? - pregunto Ami entre la oscuridad y desde la cama.

Sonaba alterada y yo ya sabía porque: la misma pesadilla de la que llevaba huyendo desde niños, la estaba acosado de nuevo.

Me levante de la silla de un salto y me arrodille a su lado. Sostuve sus manos entre las mías.

-¿Si? - le respondí para que supiera que estaba su lado, como toda la vida. - ¿De nuevo ese sueño?

-¿De nuevo en esa vieja silla? Me obligarás a sacarla de aquí. - me amenazó con una pequeña sonrisa.

Le limpie las lágrimas que sabía que corrían por su mejilla. Cuando nos casamos, la idea de una familia era un sueño muy hermoso. Hace unos meses cuando nos mudamos, seguía siendo una buena idea. Pero ahora, viéndola sufrir por los miedos de ese pasado que queríamos olvidar, me decía que tal vez era una pésima idea.

-Claro, porque la silla tiene la culpa de mi insomnio. - bromee.

-¿Sabes que fue esta vez? - pregunto cambiando de tema. Negué con la cabeza. - Estaban todos... Mis padres, mi abuela, Farlan e Isabel... Estábamos en la cocina de mi casa, nos veía tan felices, porque entre nosotros gateaba un bebé muy hermoso y tu lo seguías con preocupación... - soltó una risilla y yo solo sonreí. - Era nuestro hijo, Levi. Y todos estaban felices de poder verlo crecer con nosotros...

-Ellos lo verán, Ami... - le dije a modo de consuelo. - Desde donde estén también lo verán crecer. Y sobre todo nosotros, estaremos para él, siempre, toda su vida. Como en tu sueño lo seguiré con preocupación a todos lados, lo protegeré de todo lo que sea necesario...»

¿Dónde estaba mi hijo ahora?

¿No lo protegería en todo momento?

¿No prometí que lo veríamos crecer?

¿Por qué tenía que estar ahora en el hospital?

Era un completo imbecil.

Pero, por alguna razón, la cara de Ami no reflejaba rencor o enojo alguno. Tan solo sonreía con tristeza, al borde de las lágrimas.

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora