Capítulo 7: Perturbados

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Heather tragó saliva al ver desaparecer a Ethan de repente en su oficina, se sentía un tanto acojonada por la situación poco común. Por momentos se olvidaba de cómo resguardar la apariencia ante las personas que estaban ahí, sabía el impacto que causaría al estar de pie ahí. Evidentemente sus nervios la estaban traicionando pues sintió unas terribles ganas de llorar, pero gracias al apretón en su cintura que Leonardo le estaba dando pudo reaccionar y recomponerse. Enderezó nuevamente su espalda y lentamente retiró la mano del castaño de su cuerpo, causando que el hombre frunciera el ceño por su inesperado movimiento, sin embargo, se mantuvo imperturbable al igual que ella. La rubia caminó con pasos lentos hasta quedar en el centro del corredor, sus increíbles y largas piernas eran distracción para quien sea que la estuviera mirando y le gustaba sentirse acechada en cada movimiento que daba. Heather observó con detenimiento las paredes y el suelo del largo pasillo donde yacían varias oficinas, tocó una de las paredes con sus manos dejando ver una perfecta manicura roja y torció el gesto negando con la cabeza, estaba a punto de comenzar a aplicar su conocimiento en la moda, y si tenía que comenzar a jugar lo haría excelente. Miró en derredor y se acercó a los muebles que decoraban el lugar, los miraba disgustaba, fingiendo que los que trabajan ahí no tenían ni la menor idea de que estaban trabajando en un lugar corriente y sin estilo. Daphne la miraba retadora, era tan petulante que ya le caía mal sin conocerla. La otra rubia se percató y se acercó hacia ella con el semblante frío y hostil que había mostrado desde el comienzo, los demás presentes solo pudieron seguirla con la mirada, daba escalofríos y apenas la estaban tratando.

Heather se posó delante de ella y enarcó una de sus cejas.

— ¿Podría decirme a qué se debe esa mirada para conmigo, señorita...? —cruzó uno de sus brazos y posó su mentón en el dorso de su mano. La rubia se le quedó viendo fijamente y fingió una sonrisa.

— Daphne Sanderson, hija de la dueña de esta empresa. 

— Bien, ¿podría decirme a qué se debe esa mirada para conmigo, Daphne Sanderson, hija de la dueña de esta empresa? No me gusta que me ojeen con prepotencia.

Todos abrieron sus ojos ante el comentario de Natasha, tenía un fuerte carácter.

— ¿Disculpe? ¿De dónde saca esos disparates? —replicó con una sonrisa nerviosa, pero sus ojos deseaban fusilarla por completo. Heather respiró profundo y comentó con molestia.

— No, no la disculpo. Si hay algo que no me gusta en lo absoluto es que me vean como si fueran superiores a mí, porque ahora soy yo la mujer que va a trabajar en tu empresa, niña.

— Mejor bájele a su tono conmigo que no me conoce... —respondió la mujer, vanidosa. La rubia mordió su labio y replicó dominante.

— Sin embargo, sé lo suficiente como para decirle que, aunque el piso esté parejo hay muchos, muchos niveles y nadie me pone por debajo de nada. —susurró viéndola de arriba abajo. Madre e hija se quedaron heladas por su respuesta. Aun así, había alguien que no toleraría ninguna falta de respeto.

Vilma se acercó con enojo hacia ellas haciendo resonar sus tacones.

— Mire, señorita Natasha Stepanova. Digamos que usted está aquí no por gusto nuestro, de hecho, ese hombre que acaba de irse fue quien la convocó sin nuestro permiso. Hizo cosas a nuestras espaldas y...

Heather le puso una mano cerca del rostro cortándole sus palabras.

— No me interesa, señora. Ya estoy aquí me haya convocado el mismísimo diablo o no, y no me voy a ir por nada del mundo hasta terminar con mi plan.

— Es mí empresa, señorita Stepanova. Que eso no se le olvide, por favor. —remarcó Vilma acercándose a ella con sigilo. La rubia sonrió y todos se quedaron estupefactos. 

Inefable DelirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora