1•∆mor de tres

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  Dicen que el vínculo entre un alfa y omega que son predestinados, hace que la relación sea mágica, al percibir lo mismo que el otro siente. Por esa razón, el de contextura alta, aflojaba su corbata, tecleando en apremio su computador, destilando un semblante intranquilo, pues su labor aún no culminaba, y el había dejado a su pareja a solas con un beta, demasiado apuesto para su gusto. Posiblemente, en su universidad, le llovían pretendientes, que babeaban por el.
  No era la primera vez que ocurría tal circunstancia, sin embargo, por algún motivo, esa noche, el nerviosismo le calaba los huesos, comparable a que su pequeño, cometiera algo indebido. No deseaba desconfiar de el, lástima que la convivencia de varios años había descendido a la monotonía, y quizás el adorable estudiante, buscaba diversión a medida que el trabajaba en la empresa de su familia.

  Al finalizar el chequeo del sinnúmero de documentos antes de lo previsto, debido a la ansiedad de llegar a su hogar, tomo las llaves de su auto, y emprendió viaje.
  Pestañeo levemente al vislumbrar las brillantes luces de su edificio, se palmeó la frente, estaba sudado y exhausto, suspiró pesadamente; requería de una fría, y relajante ducha.
  Las juntas corporativas no cesaron desde la madrugada, y en su mayoría, eran tediosas. Le resto importancia a su estado, rogando internamente que sus especulaciones maquinadas por su mente, sean simplemente alucinaciones. Intuía que ingresaría a su departamento y encontraria a su bebe recostado en el sofá, con sus ojitos cerrados al haberlo esperado hasta muy tarde. Tendría que apagar la televisión, y lo cargaría, en locación a su recámara, le daría un piquito de buenas noches, y ese sería el fin de la historia.

  Para su infortunio, al entrar al apartamento, el sillón estaba vacío, la tele con su pantalla negra y las lámparas, ni siquiera las habían prendido. Rechinó los dientes, al oler las ya conocidas; exquisitas feromonas. Apretó sus puños al escuchar sonidos extraños, que al acrecentarse a gemidos, le colmaron la paciencia. Pateó la diminuta mesa en la sala de estar, procediendo a dirigirse en zancadas audaces, directo a su habitación, donde divisó por una abertura; lo que jamás se imaginó que vería; a su Kookie abierto de piernas para un hombre, que no era el.
  Gruñó con tal furia, que ambos adolescentes, se quedaron tiesos, y al azotar la puerta, derribandola hacía abajo, los ulteriores mencionados comenzaron a temblar.
  La 'ira', eso representaban los irises dorados que los pulverizaban, al grado de atormentarlos, con la predicción de que la muerte les alcanzaría a la vuelta de la esquina.

Jk—Tae-hyung, yo.. puedo expli-carlo..(tartamudeó alejándose de su acompañante)—Hoseok hyung y..yo-
Th—¡Silencio!(le cortó colérico)
Jh—Creo.. que me ire, si, si eso haré.(tragó saliva, al recoger sus prendas regadas en la periferia, y cubriendo sus genitales con su pantalón)-Lo siento.(se disculpó cabizbajo, al pasar de largo al de aura siniestra. Sorpresivamente, lo interceptó del antebrazo, sacándole un chillido lastimero)—¡Auch!
Th—Tu no te vas a ningún lado.(mandó tenaz)
Jk—No-no le hagas daño.(le defendió, escondiéndo su desnudez con un cobertor)
Th—¿Te divertiste cogiéndote a quien no te pertenece?(ignoró al mediador)—¡Respondé!(rebuznó enfuruñado, clavando sus punitivas yemas en la piel ligeramente bronceada)
Jh—Yo.. no fue planeado, sucedió, nosotros..(formuló torpemente, al tipo que por su naturaleza era en extremo, más imponente que el)—Por favor, sueltame.(posó su delgada mano sobre la venosa muñeca, que lo liberó, cambiando su aprehensión, a su frágil cuello. Y privado de la respiración; sus facciones se pintaron de bordo a violeta. Si el peliazul continuaba ejerciendo esa axficiante presión, iba a desfallecer)—Urgh..(retorcerse era inútil, y luchar, no le sirvió en lo más mínimo)
Th—Te mataré..(masculló emanando odio puro)
Jk—¡Nooo! No lo hagas..(imploró, y al no obtener respuesta, empezó a perfumar el ambiente con su dulce aroma de galletas con chispas de chocolate, logrando así, una reacción, contradictoria a la que el esperaba)

  Las pupilas del alfa se dilataron, giró su perfil, aspirando la deliciosa esencia, visualizando los labios carmesí, y jadeantes de su rival. No titubeó, y guiado por sus impulsos, se acercó a su futura víctima, con un único objetivo; besarlo con ímpetu, lo que concreto eventualmente, pese al rechazó del pelirrojo, que repartía manotazos en sus bíceps, que no consiguieron perjudicarlo.
  La boquita del de cabellera castaña formó una diminuta 'o', no caía en cuenta de lo que presenciaba, y opuesto a enfadarse por la traición en sus propias narices, su entrada se mojó considerablemente; oculto su carita avergonzada, y al cruzar miradas con su novio, mordió su belfo inferior, el destinatario efectuó una mueca ladina. Posteriormente, empujó sin un apice de delicadeza a su contrincante amoroso, el cual rebotó en el colchón, y al incorporarse; frotó su garganta adolorido. No tuvo tiempo de recomponerse, fue volteado bruscamente, adaptando la anterior postura en la que fue encontrado, en el centro de los muslos de su compañero de clase.

Triángulo ∆morosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora