El elegante mozalbete se encontraba charlando animadamente, la fiesta a su alrededor transcurría con tranquila naturalidad, pero era consciente de que no iba a permanecer así por mucho tiempo. Sus ojos verdes como los de un gato iban de un lado a otro de la habitación con un tajo preciso; y gracias a eso se había dado cuenta de que dos chicas, una en cada esquina de la estancia, no habían dejado de mirarlo en ningún momento, cuando su vista iba cercanamente en dirección a ellas, giraban la cabeza con velocidad, riendo nerviosas para sus acompañantes. Sabía que pronto alguna de las dos iba a acercarse para pedirle que bailara con ellas y lo haría encantado.
Sonrió con algo de picardía imaginando ese momento, que parecía próximo, pero no podía permitirse distraer por el ocio mundano. Parecía solo estar algo retraído, se reincorporaba a la conversación con sus compañeros de vez en cuando, manteniendo muy presente el hilo de la misma, pero en verdad estaba tan concentrado en observar cada detalle en esa habitación, que muchas veces quedaba a la mitad de sus palabras. Una reunión se había acordado. Una reunión donde el bien y el mal se iban a encontrar. Encontrarse para bailar una tranquila y excitante melodía de orquesta, compartir una cena rigurosa en preparación, mirarse a los ojos intensamente mientras por debajo de la mesa cargaban sus armas personales.
Las mentes más brillantes estaban ahí, lo que los diferenciaba... eran sus aplicaciones. La mitad, encomendados al bien, comprometidos con la paz y el bienestar de las poblaciones, los otros, inmersos en sus fantasías de un mundo bajo sus jurisdicciones, un nuevo orden, una nueva guerra de la cual succionar poder, le deshumanización de las primeras minorías para luego escalar en importancia.
Él estaba ahí, enviado por el gobierno de su nación para descubrir cual sería el rumbo de una situación alarmante en cualquier ámbito o sentido, y si era posible, aunque casi le habían rogado que no lo hiciera, acabar en ese momento con las amenazas al pueblo del que residía, y muchos más con él. Esa decisión la dejaría a su juicio, un buen agente tenía que saber que primero tenía que reunir toda la información posible y luego huir para no correr riesgos, pero el riesgo era lo que más le gustaba, después del vino blanco.
Prestando toda su atención a su entorno se daba cuenta de muchas cosas. Por ejemplo... Una pareja joven frente a él, estaba a una mala elección de palabras de romper su relación en medio de toda esa multitud. Dos caballeros a su izquierda estaban conversando respecto a un negocio ilícito de venta de bombas y también de como estaban sus esposas. A dos pasos al noroeste se encontraba una de las señoritas que había mencionado antes, portando un precioso vestido verde. Había olvidado por un momento a esas dos chicas que lo observaban, le pareció curioso que ninguna se hubiera acercado aún, pero casi lo agradecía, estaba colocado en una magnífica posición, donde tenía la posibilidad de observar todas las dimensiones de esa fiesta y hubiera seguido así de no ser por una solicitud que llegó a sus oídos, y no era ninguna de las dos mujeres:
- Discúlpeme caballero... ¿Gustaría de bailar conmigo esta pieza?
Rápidamente salió sobresaltado de sus pensamientos para bajar un poco la mirada, frente a él había una dulce señorita, cuyo rostro estaba escarchado con diminutas manchas canela apenas visibles y por encima del escote de su vestido rojo relucía un hermoso collar de diamantes.
- ¿Quiere usted bailar conmigo?
Preguntó algo desorientado, pero mientras su boca terminaba de vocalizar, su mente llegó a reconocer a la dama, inmediatamente se tensó. Y en sus ojos pareció reflejarse su sorpresa, porque ella sonrió.
- Pues sí... Si no es molestia, claro.
Se sintió como un verdadero estúpido, aunque fuera de eso estaba en un grave problema. Solo había una persona que podía sacarlo de sus esquemas tan perfectamente planificados, una única persona que lograba hacerlo quedar como un tonto, un simio cualquiera que había adquirido la capacidad de hablar y la única persona que en cuyos pies su corazón residía, y era ella. Jamás pasó por su mente que pudiera llegar a estar ahí. La última noticia que había tenido de esa señorita era que estaba al otro lado del continente, recolectando información privilegiada para su perverso dirigente, enemigo mortal del espía y quien era el motivo de él estar ahí.

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La danza de la rosa y el clavel
Short StoryTexto hecho para un concurso escolar. Historia corta original.