Capítulo XIX -. Novio

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El comportamiento de Itachi había cambiado de nuevo; ahora estaba de un humor exelente después de tantos días de tranquilidad. Sasori hablaba con él por llamada al haberlo notado ese día.

—Vuelves a actuar extraño, como siempre.

—Buenas tardes, Sasori —rió —. ¿A qué te refieres con extraño?

—Bueno, no completamente extraño, yo diría diferente...

—Deidara.

—¿Qué pasa con él?

—Desde ayer es mi novio y no podría estar más feliz —suspiró enamorado —. Perdona, pero no encontré el momento para decirte hoy. —rió nervioso, sabía que podía esperar algún reclamo de parte de su amigo.

—No te preocupes. Sólo cuéntame todo.

—Ayer encontré un escrito extraño saliendo de su libreta y cuando revisé... eran poemas para mí. Los leí y pensé que Deidara se iba a enfadar pero se me confesó. —sonrió.

—Muchas felicidades —le devolvió la expresión. Mentiría si dijera que no quería decirle sobre lo que pasó con Shisui, pero lo consideró inútil y sin sentido —. Me pidió ayuda para enamorarte, pero veo que no serví de mucho. —levantó los hombros resignado.

—No hay de qué preocuparse, después de todo en algún momento debía pasar.

~○♡○~

Una discusión más a la lista de peleas con su hijo mayor. Otro día donde Deidara le demostraba su desinterés cuando se enfadaba con él por cualquier cosa. No estaba funcionando, y mucho menos ahora que había confesado tener novio.

—¿¡Quién te dió permiso!? —gritó Kitsuchi.

—Yo —le respondió el rubio retador —. Al menos te avisé, y sólo porque quise.

—Eres muy jóven para mandarte solo... ¿Siquiera tienes idea de lo que podría pasar si tienes novio? Además, ¿¡Por qué novio!?

—Novio porque me gustó y ya. ¿Qué más quieres que te diga?

—Terminale. Ésto no puede ser bueno para ti.

—¿Por qué?

—Mira, no te importa. Sólo hazlo.

—Quiero razones, quiero saber el porqué de que "no sea bueno para mí". Merezco una explicación.

—No la necesitas.

—¡Sí! ¡No puedes privarme de él así porque sí sin decirme porque!

—Por tu culpa tu madre nos abandonó... A ella nunca le gustó tu comportamiento. Si te viera, lo único que sentiría fuera ASCO.

—E-eso... no tiene que ver con mi pregunta... —estaba a nada de estallar en llanto. Kitsuchi siempre se negó a darle una explicación a sus hijos al respecto; y la primera vez que Deidara la recibía, era para atacarlo, culparlo...

—Ya te dije por qué. Siempre fuiste así. Nisiquiera ella pudo encargarse de ti. Se rindió en educarte y se largó. Sí es TU culpa. Si se enterara de cómo eres ahora... nos metería una orden de restricción a todos aunque no seamos tú. Así que lo mejor será que termines con él-

—ELLA NO ESTÁ AQUÍ. NO PUEDE MANDARME.

—Yo sí.

—No me importa... Tú nisiquiera me quieres. Si no me abandonaste también fue porque no quisiste. No voy a dejarlo nunca... amo a Itachi. Yo no tomaré como cualquier cosa un lazo tan fuerte.

—¿Itachi...?

—Sí. Es él. No sé si mi mamá está orgullosa se mí, y no quiero saberlo porque amo a Itachi. Mi niño interior quiere verla, pero mi yo mayor sabe que tendré sólo odio de su parte... Es una desgraciada...

—¡No hables así de tu madre! —el fuerte golpe de Kitsuchi hizo que el rastro rojo de su mano quedara impresa en una de las mejillas de Deidara.

—No está aquí para ofenderse. Tampoco estuvo para cuidarme y quererme cuando era un niño y aunque tú estuviste físicamente, sólo me destruiste y odiaste, ¿Por qué tendría que tirarle flores...? —levantó su rostro con una sonrisa forzada y dió un profundo suspiro.

—¡DEIDARA KAMIRUZU, DEJA DE DECIR ESAS COSAS!

—¿O qué? ¿Me van a abandonar por ser como soy? No me entiendes y ni yo a ti... ésto no se va a solucionar... —dijo entre lágrimas —. Ella no va a volver sólo porque diga que es la mejor madre.

—No. Pero no es manera de pensar en ella.

—Ven y dime a la cara cómo debería sentirme... —sus pasos cuidadosos abandonaban la ahora solitaria habitación.

—Dei... —susurró. Mentiría si dijera que no se sentía solo ahí. Tan vacío...

Caminó por los pasillos arrastrando sus manos por la pared, recordando aquellos días en los que era feliz con su familia.

—"¡Deidara, más te vale devolverme eso!" —recordó con cariño los días en los que su pequeño solía salir corriendo con la cuchara llena de chocolate que preparaba su esposa; ella reñaba cada una de sus travesuras.

—"¡Hermanito, dame!"

—"¡No, porque es mía! JAJAJA" —podía jurar que aún miraba el rostro de Deidara sacándole la lengua a ambas mujeres de la casa.

—Eras tan adorable... —murmuró. Para él, ese tipo de momentos habían sido sólo bromas, pero para su esposa iban en serio. Lo supo el día en el que decidió irse sin avisar. Lo supo cuando leyó aquella carta, cuando vió que ni un prenda de ropa estaba en el closet —. «Ésto no soy yo...»

Nunca le molestó ninguno de los comportamientos normales de niño que tenía su hijo, pero la ida de "ella", le había afectado a tal grado que de un día para el otro, se enfadaba por su actuar. Llegó a pensar que estaba siendo demasiado suave con Deidara, que su esposa tenía razón al enojarse tanto...

La naturaleza retadora y rebelde del rubio sólo hizo que empeorara.

—... —se dió cuenta de lo que hizo. Se dió cuenta de que ese recuerdo jamás volvería, pero tal vez podía remediar todo con él.

Al día siguiente, trató de ser lo mejor que pudo.

—Buenos Kurotsuchi, Deidara. —les saludaba con una sonrisa por la mañana mientras ambos bajaban por las escaleras recién levantados.

—Buenos días. —se estiraba la pelinegra al encaminarse al comedor.

—Buenos días —respondió el rubio. Estando adormilado no se daba cuenta de nada. Se tomó un tiempo para despertar. Su mente apenas procesaba lo que pasó —. Espera... nunca nos haces el desayuno y mucho menos sonríes. —dijo ligeramente asustado.

—Hoy es un día especial. Tengo una sorpresa para ti, Deidara.

—¿Qué...?

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