Una vez en primavera

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Es un día increíblemente hermoso

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Es un día increíblemente hermoso. El sol brilla en lo alto del cielo azul y el viento sopla refrescante, moviendo con parsimonia las nubes blancas y meciendo a su ritmo las ramas de los árboles de cerezo, provocando una lluvia de pétalos rosas que danzan en su caída armoniosa alrededor.

Mágico e increíble.

Romántico.

Ella luce tan etérea con los rayos de sol acariciando con delicadeza su rostro y con el viento ondeando su cabello, tan oscuro como la noche.

Una atmósfera de ensueño creada por la luz, las sombras y los pétalos de cerezo.

Es perfecto, si.

Un perfecto e idílico escenario para una confesión. Justo como en un cursi y cliché manga shōjo.

Sería perfecto, si tan solo su corazón no estuviera deshaciéndose a pedazos.

Sería perfecto si pudiera ser una buena amiga.

Sería perfecto...

Si tan solo pudiera ser... él.

Jirou podría escucharlos perfectamente. No necesitaría más que un uso rápido y sencillo de su poder. Podría, pero no es capaz de moverse.

La seriedad de Todoroki no es algo a lo que no esté acostumbrada, pero hay otra cosa muy suave en su mirada exótica, que es tan extraño de su persona que incluso a la distancia a la que se encuentra puede percibirlo.

Los labios de su compañero se mueven con lentitud, un anormal sonrojo ubicándose en sus pálidas mejillas y una vergüenza indiscutible que intenta ocultar con un vago rascado en su nuca y un desvío de su mirada heterocromática.

Y Jirou se siente culpable, porque su compañero siempre ha sido atento y amable con ella, pero lo único que le desea ahora no es más que su fracaso.

Su pecho se oprime, un dolor agudo brotando de allí, recorriendo sus pulmones y cerrando su garganta, cuando Yaoyorozu levanta las comisuras de sus bonitos labios en una sonrisa destellante y tímida, cuando sus hermosos ojos ónix brillan con ternura y toma entre sus delicadas manos las del chico y asiente entusiasta con su cabeza. 

Esa sonrisa que Jirou siempre ha adorado, esa sonrisa que creía poder ver hasta el último de sus días, ahora era como una burla cruel a su corazón.

Es un escenario perfecto.

Una chica hermosa.

Un chico apuesto.

Una confesión perfecta.

Un escenario perfectamente desgarrador.

El salón se encuentra vacío, todos sus compañeros seguramente ya se dirigían a los dormitorios. Las ventanas abiertas, con las cortinas danzando con la brisa, daban muy buena vista al patio trasero de la academia. Y ella había sido la única afortunada de ver el gran momento.

El  Club de los Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora