CAPITULO 15

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La motocicleta aulló y aceleró. Sus cabellos se sacudieron con el impulso de la velocidad, al menos, el rezago de flecos que le sobresalían del casco. Una maraña de rizos aplastados que le hicieron cosquillas en el cuello en el cambio de marcha. Majo echó un vistazo con sus esferas marrones a través del espejo retrovisor con apremio. Viró en la siguiente salida de la autopista, sobrepasando a un vehículo por la derecha a muy pocos centímetros de distancia. No fue prudente en la maniobra, pero en estos momentos, no le era posible hacer otra cosa.

Tenía que escaparse de ellos.

Volvió a observar hacia atrás, si todo había salido bien, quizás con esa maniobra ya los había perdido. Por desgracia, cuando aquel Hilux color azul opaco clavó los frenos y derrapó para tomar la misma salida que ella, sus labios fueron incapaces de evitar lanzar aquel suspiro cansino.

Tenía que perderlos cuanto antes. No podía dejarse amedrentar por este tipo de... ¿Cómo sería la palabra? «Inteligencias inferiores» a las de ella. Y por inferiores, no solo se refería a que su nivel intelectual, ella bien sabía que estos sujetos no podían vencerla en ninguna materia existente sobre la faz de la tierra. Porque ella, bueno... era una guardiana, después de todo.

Y jamás podría «perder» aquí contra nadie.

Pero definitivamente, cuando el chasis trasero de su motocicleta recibió el impacto de la primera bala, toda esa confianza que tenía volcada en ella misma se vio comprometida. Su corazón se estrujó en un segundo y el segundo balazo provocó que perdiera el equilibrio bastante más rápido de lo que le hubiese gustado.

Recuperó el eje forzando el manubrio y manteniéndolo firme lo mejor que le fue posible. Para su desdicha, la dirección de la rueda delantera persiguió una línea recta que le llevaba peligrosamente hacia el cordón de la acera.

Fue cuando intentó desviar aquella marcha y descubrió que la motocicleta apenas podía responder a sus peticiones cuando supo que el impacto sería inminente.

Forzó sus piernas para elevar su torso; esperó que las ruedas sobrepasaran el cordón y se abalanzó hacia la vereda; con el eje de nuevo en su control, volvió a virar; los peatones le esquivaron, por muy poco, atónitos de aquella secuencia. Ella fue capaz de evadirlos con el corazón a punto de salirse de su garganta.

En ocasiones la desgracia de algunas personas resulta ser la suerte y bendición de otros. Eso fue precisamente lo que descubrió Majo cuando los cristales de los vehículos aparcados en el punto exacto en dónde ella pasó conduciendo, reventaron en pedazos a causa de una nueva balacera.

Por suerte para ella, ningún proyectil le tocó un solo cabello, pero por desgracia para los dueños de aquellos dos vehículos, ahora iban a tener una mala noticia cuando volvieran de sus respectivos trabajos.

Volvió a encaminarse hacia la calle; a ella le hubiese gustado no tener que haber derribado un cartel de comida rápida para lograrlo, pero como un buen amigo de ella siempre le decía: «no se puede lograr todo en la vida, pero al menos hay que hacer lo mejor que podamos».

Y era eso lo que ella estaba haciendo... con todas sus fuerzas.

Uso sus hombros y parte de su torso para efectuar otra maniobra evasiva. Logró eludir un vehículo que se le «aproximó» raudo. La realidad era que la velocidad a la que desplazaban esas dos ruedas era demasiado elevada, y todos los demás automóviles a su alrededor parecían conos de entrenamiento que simplemente estaban allí, total y completamente inmóviles.

Escuchó el rozar de una bala. Ese silbido atronador que aunque se perciba alejándose, pareciera escucharse justo a unos diminutos centímetros de distancia. Majo volvió a virar en la siguiente esquina; observó que todavía mantenía una distancia prudente con sus persecutores, pero todavía no podía lograr perderlos, hiciera lo que hiciera.

DESTELLO DE ALMAS : UN ALMA LIBRE     LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora