33. Víboras venenosas (+18)

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Shered es y siempre será una caja de sorpresas.

Pero la maldita pudo haberme dicho que tiene una serpiente, ¡Una serpiente viva de mascota! ¡¿Se volvió loca?!

No había visto una a la cara desde mi último día en la academia, antes eran verdes y más pequeñas.

Me reí apenas despertar de ese comentario mental, toda una criminal de la comedia. Esa felicidad se desvaneció al recordar que aún estaba en casa de tal bestia, intenté levantarme con rapidez lo cual casi me provoca volver a dormirme, estaba en una cama con sábanas blancas y alguien sostenía mi mano como si esta estuviera hecha de oro.

—Zephy, despierta. No quiero saber qué pasará de mí si mato a la princesa.

—Estúpida... —tosí—. Lupita, Lupe es una serpiente.

—¿Qué más iba a ser? —lo hizo sonar obvio, oí un siseo. 

Mi corazón amenazó con detenerse. 

—¡Aléjate tu Lupita de mí, joder! —me acomodé en su cama, tampoco quedaba mucho espacio en la misma—. Qué puto miedo, mierda.

—Te asustaste de verdad, estás insultando —rio de mí la descarada—, no es venenosa y no crecerá más que esto. Tampoco tiene mucha fuerza, es solo mi mascota.

—Me perturba.

—Te acostumbraras.

—Quítala de la pieza, por favor. —ordené sin aliento, el pavor permaneció.

—Aquí está su jaulita —Shered hizo un puchero, pero al notar mi reacción cuando me mostró su mascota otra vez decidió desistir—. Está bien, disculpa por no avisar.

—Ay, ni te preocupes, todos sabemos que es muy normal tener una culebra en casa. —exclamé con el ceño fruncido.

Trajo chocolate, jengibre y arándanos que salió a comprar en medio de mi desmayo porque leyó en internet que podría ayudarme. Pasamos un largo rato en silencio comiendo una combinación rara de estos ingredientes en un tazón de yogurt.

Me tranquilizó saber que su mascota estaba lejos, no le tengo pánico a las serpientes, no tanto, simplemente me tomó por sorpresa. Terminamos muy cerca la una de la otra con ambas cucharas en el tazón semi vacío.

Aproveché la intimidad para sacarme un peso de encima que me carcomía al estar en su hogar sin hablarle con la completa verdad. Me coloqué en el borde del colchón, la comida entre nosotras y ella en el otro lado a centímetros se caer tomó mi brazo así atajarse, fingí estar entretenida en mis pensamientos.

—Shered, ¿Puedo hacer algo que no te guste? —pregunté hecha un manojo de nervios.

—Dime. —respondió al segundo, la vi tragar saliva.

—Lo que escribiste, los correos que escribiste. Los leí —confesé mirando al techo—, preferiría no haberlo hecho la verdad, siento que eso dificultó el proceso de superar lo que pasó. Sin embargo, fue bonito.

—Lo siento.

—No, no me refiero a lo malo, si lo hiciera no te incluiría ni a ti ni a August, nada lo hicieron con intención o al menos me gusta creer eso —balbuceé, una de mis manos se deslizó sobre su cabello sedoso—. Sin embargo me recordaba cosas que no me gustan, es complicado, cuando la pasas mal en un momento no sueles recordar lo que pasó sino la sensación y bueno, aunque fueras un príncipe de cuento de hadas no hubieras podido salvarme del villano esa vez.

—Te advertí de Amelié. —recordó triste.

—Oh, ella. —reí.

—¿Qué sucede con ella?

Si ellas quisieranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora