Una grabadora y un deseo

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Bora se escabulle entre sus parientes y toma un taxi hacia la vieja casa de sus abuelos. Una vez dentro, se dirige a la habitación principal y rebusca cada esquina con la esperanza de encontrar aquel último deseo. Poco a poco caen al suelo las cosas viejas que la anciana Yeong-ro, su abuela paterna, guardaba en los muebles de su dormitorio, pero, por más que busca, revuelve e inspecciona, Bora no encuentra por ningún lado aquel valioso artefacto.

Tras varios minutos de desesperación, la vislumbra entre una maraña de vestidos. Envuelta en una manta de seda está la vieja grabadora de su abuela. La emoción la embarga, pero dura poco, pues enseguida la toma entre sus brazos y se apresurá a regresar al hospital. Toma nuevamente un taxi y pide que vaya a toda velocidad, en la situación de Yeong-ro cada segundo cuenta.

Paga al taxista apresuradamente, incluso un poco demás, y corre al elevador. Presiona el botón múltiples veces hasta que sube y, tras abrirse de nuevo las puertas de aquella caja de metal, sale disparada por aquel pulcro pasillo. Se detiene a pocos centímetros de una puerta blanca, se limpia el sudor  y cruza con la grabadora aún en sus brazos.

Al llegar al lado de la cama, bajo el escrutinio de una enfermera y la mirada triste de su padre, desenvuelve la grabadora, la enciende y se la muestra a la anciana que tiene frente a sí. El pálido  y cansado rostro de Yeong-ro se ilumina tras reconocer a su nieta favorita, pero no fue tras fijar su mirada en lo que la chica tiene entre manos que las lágrimas empiezan a fluir.

- Bora ¿estás loca? ¡Qué le has hecho a tu abuela!, grita exaltado Sooho Baek a su hija, sin embargo, pronto se detiene al notar que las lágrimas de su madre no son de tristeza, sino de algo mucho más profundo.

Entonces, Bora, ignorando el llamado de su padre, pone a su abuela los audífonos y corre aquella cinta que había tantas veces había escuchado a escondidas. Una voz cercana pero a la vez distante empieza a reproducirse.

-Yeong-roya, recuerdo cuando te conocí por primera vez en el café Roma...

Ante el sonido de aquella voz que tanto había extrañado, Yeong-ro cierra los ojos y deja ir un pesado suspiro. ¿Cuántas veces había escuchado esa cinta? Eran tantas que no podía recordarlo. Aquella voz era lo único que la mantuvo con vida tras perder a su familia y todo lo que conocía, aún si luego tuvo que renunciar a su recuerdo para establecerse con un hombre que, aunque no amaba, era decente y bueno.

Sin embargo, en las noches grises de soledad o en las mañanas tras ser víctima de horribles pesadillas, se escondía en el baño, escuchaba su voz, y no podía evitar llorar. Era su Sooho, su primer amor, aquel con quién compartió su verdadero ser y a quién perdió ante sus ojos. Había añorado poder tenerlo entre sus brazos, responder a esa confesión, verlo a los ojos y decirle que todo estaría bien, que encontrarían la manera. Habría estampado un beso en sus labios y secado sus lágrimas con sus manos. Pero eso no era posible, porque ya no estaba por ningún lado, porque aunque escuchase su voz, sabía en lo profundo de su alma que jamás lo volvería a ver, y eso la destruía.

Entonces, tras un golpe de realidad, tras darse cuenta de que no estaba en sus brazos sino llorando su ausencia en un baño de la casa que ahora compartía  con otro hombre, se levantaba, se secaba las lágrimas y continuaba con su vida.

Ahora se encontraba en su lecho de muerte. Aunque el dolor por momentos la hacía perder el conocimiento, en el fondo una chispa de esperanza afloraba. Deseaba en lo más profundo de su ser poder encontrarlo de nuevo tras todo ese sufrimiento. Aunque, mientras la vida empieza a diluirse de su cuerpo, no puede evitar soñar con regresar el tiempo.

El 18 de diciembre de 2052, a las 4:30, en Seoul, muere Yeong-ro. Sobre su pecho yace una grabadora y en sus labios una débil sonrisa.

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Seoul 1987

Eun Yeong-ro se despierta de forma abrupta. Mira por la ventana y nota que el sol aún no ha aparecido. Su corazón late con fuerza y sudor frío se desliza por su frente. Debió haber tenido una pesadilla pero no recuerda mucho al respecto.

Pronto se tranquiliza y vuelve a recostarse, pero no puede dormir, solo puede pensar en aquel chico que en ese momento se encuentra oculto pisos más arriba. Su mente le juega bromas y pronto sus pensamientos se tornan negativos. ¿Y si todo sale mal? ¿Y si lo descubren y no logra escapar?

Mil y una preguntas emanan en su cabeza pero se fuerza a sí misma a ignorarlas y dormir. "Mañana será un día duro" se dice, "debo guardar energías para el día de puertas abiertas".

Mientras, una tenue voz anciana y un rostro peculiarmente conocido se asoma tras el remolino de pensamientos intrusivos.

- Dile que no vuelva Yeong-ro, que se olvide de ti y que desaparezca, susurra aquella voz que debió haber desaparecido el 18 de diciembre de 2052

SnowfallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora