Capítulo Dieciocho: El Rugido de Kira

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La mirada perdida en los ojos de Nayla, que en todo el viaje apenas pudo dormir, solo refleja el duelo que está transcurriendo en silencio. Aunque la música suene en sus oídos, solo cumple la función de aislar los sonidos del mundo real. Tanto del tren que los transporta, como de la gente y de su guardián, con el que apenas intercambió palabra.

Él solo la observa de a ratos, sin que ella lo note, o le importe si quiera. Está sumida en su mundo, después de enterrar a Víctor no dijo ni una palabra más, y todo indica que seguirá así el poco tiempo que les queda de viaje.

La locomotora llegó a su estación, y ellos sin intercambiar palabra, bajaron. Culigan es una estación desierta, por lo que solo ellos bajaron ahí, es un milagro que el tren aun frene en una estación fantasma. Ella se quita los auriculares, y mira a Kyros, esperando que le dijera a donde irían, y como seguirá el viaje.

No tiene anhelos de dar un paso más, pero debe hacerlo, aunque la muerte se haya llevado la vida de un ser amado, el mundo sigue girando. Él nota el vacío en sus ojos, una sensación que con ningún hechizo que conoce puede quitar, así que recurre a una alternativa más mundana.

—Nayla —comienza— Sé que no quieres hablar de lo que te pasa, pero créeme, sé lo que sientes, también perdí amigos, y personas cercanas en mi vida. Pero yo estaba solo, tu me tienes a mi. Y siempre estaré aquí para escucharte, protegerte y cuidarte.

Finaliza poniendo una mano en su hombro. Sus palabras para ella suenan como ruido blanco en una noche oscura. No llegan a hacer eco en su vacío. Aun así, le sonríe, de forma leve, para que al menos él sienta algo de alivio.

—Antes de seguir, debo decirte que tomaremos un atajo. —Dice Kyros— El camino normal sería largo, y los caballeros celestiales están detrás de nosotros, probablemente sepan nuestra ubicación. Así que debemos pasar por el jardín de los Bubus…
—¿Qué son los Bubus? —Lo interrumpe.
—Criaturas mágicas. Te las presentaré después, habitan en un jardín detrás de una colina. Después de eso, iremos a las montañas, dando con la siguiente ciudad, y en el bosque donde ella limita encontraremos al siguiente guardián.
—Entiendo, parece un camino largo. ¿Hacia donde está ese jardín?
—Tenemos que seguir derecho, justo por allá.

Dice señalando hacia la derecha, donde comienzan a caminar. Nayla sigue sumida en sus pensamientos, así que se acercan a la colina, sin decir ninguna palabra, hasta que a él se le ocurre una idea.

—¿Qué te parece entrenar un poco? —Le pregunta—. Así veo tus habilidades.

Ella lo razona un momento. Ya puede dominar el mana, pero nunca lo usó en un entrenamiento (más que en esgrima), y menos en una batalla real.

—Claro. ¿Usarás esas rocas? —Dice quitándose la mochila, y empezando a estirar sus músculos.
—No es mala idea. —Responde.

Cree que el ejercicio puede ayudar a que Nayla se distraiga un poco. Pincha uno de sus dedos, y algo de sangre comienza a brotar, con la que marca una de las rocas, y como en el pasado, forman un golem, pero se ve más intimidante que el de aquella ocasión. Lo que para ella no significada nada, sabe que puede hacerlo añicos.

—Como habrás visto, esta vez les puse un sello a las rocas.
—Si, lo noté. —Responde al instante—. Las adheriste a tu alma, como hiciste con mi sello. Ahora las rocas se levantarán sin que uses el hechizo una y otra vez.
—Nada mal. —De hecho bastante acertado—. Debes derribarlo, usando el mana.

Nayla, aunque un poco más confiada que antes, se concentra, sintiendo esa conexión con todo. Sus pies despegan del suelo, como si fuese magia. Un breve resplandor se enciende en su mano, y pasa a convertirse en fuego. Lo consiguió, como un meteoro, su puño cae del cielo. Ahora solo queda acertar el golpe, lo que creyó que sería la parte más fácil, pero el golem le demuestra lo contrario, haciéndose a un lado para que ella se estrelle contra el suelo.

—¿Qué pasó? —Pregunta, tosiendo el polvo de la tierra.
—En una batalla real no puedes esperar que tu enemigo se quede parado para recibir el golpe. Vuelve a intentarlo.

Sin refunfuñar se posiciona de nuevo, ahora sabiendo que el entrenamiento no será igual al anterior. Toma posición y salta, cubriendo su puño de brasas, no está dispuesta a aceptar que su objetivo escape esta vez. Y no lo hace, se queda en su lugar, apenas se corre un paso a la derecha, para darle un puñetazo en el abdomen, que Nayla no logra esquivar, terminando en el suelo nuevamente.

El antebrazo de la criatura se rompe con el impacto, pero se reconstruye rápidamente. Ella sabe que debe destruirlo con magia física, pero con ese método solo acabará en el suelo una vez más, entonces se le ocurre algo. Desde su punto, a muy pocos metros del golem, realiza el golpe. Dando un salto corto, su puño se enciende en llamas, estrellándose contra su pecho, dejando a las imponentes rocas hechas pedazos, como si fueran un montón de piedras cualquiera.

—Muy bien, lo hice. —Celebra volteando para mirar a Kyros.
—Olvidas un pequeño detalle.

Y es verdad, olvidó que el golem puede volver a formarse, siempre y cuando tenga el sello, que solo puede ser removido matando al mago. La criatura la toma por la espalda, impidiendo su movilidad. Y como si fuera poco, el suelo se vuelve lodo en sus pies, pegándose a ella.

—Creo que ahora estás en un aprieto.—dice Kyros levantando las cejas, esperando ver el próximo movimiento de Nayla.

Aunque su guardián no vaya a lastimarla en serio, de ser un enemigo real tranquilamente podría hacerlo. No puede usar sus piernas, y la fuerza de sus brazos también se encuentra cautiva. Cierra los ojos, y busca en su interior, debe existir una forma de escapar.

En el oscuro de su ser encuentra una llama, se acerca a ella, casi cautivada con su brillo. Pero rápidamente la inunda su calor, propagándose de manera descomunal por todo su cuerpo. Entonces sus labios se abren, y de manera inconsciente, Nayla ruje, aturdiendo a Kyros, quien tapa sus oídos con sus manos por el dolor.

El suelo deja de ser esa materia lodosa y se vuelve solido de nuevo, el golem se desarma en simples rocas que decoran el suelo, y Nayla corre hacia Kyros, para derribarlo de un empujón, sin que él pueda verla venir.

—Ahora si te gané. —Dice ella, victoriosa.
—Nayla, ¿Qué acabas de hacer? —Pregunta levantándose con dificultad.
—Te derribé
—No, no es eso. Sino antes, tu rugiste.
—Ah, es cierto. La verdad es que apenas lo sentí, fue como estar soñando, y cuando quise notarlo tu magia ya no tenía efecto.
—¿Crees que pudo haber sido Kira?

Ella piensa un breve instante, recordando una situación similar.

—Ahora que lo mencionas, cuando estaba bajo el hechizo de la sirena sentí algo similar. Una fuerza de mi interior que rompió el encanto.
—Pero ahora inhibió mis hechizos. Quizá el rugido de Kira anule la magia momentáneamente.
—Sería una habilidad impresionante, muy útil para una batalla. Pero hay que hacer más pruebas para comprobarlo, volvamos a hacer todo otra vez.

Dice con cierto entusiasmo casi impropio de su estado previo. Él ríe como respuesta, le alegra verla más animada.

—No hay tiempo para seguir entrenando Nayla. Tenemos que ir al jardín de los Bubus.

Nayla, Amor, Magia y AventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora