Era un día cualquiera de Septiembre cuando las clases volvieron a empezar, lo mismo de siempre, las mismas aburridas presentaciones por parte de los maestros, obligar a los alumnos a hablar de ellos mismos delante de toda una clase de extraños que murmuraban cualquier cosa sobre tu físico, tu personalidad o cualquier estupidez que les pareciese divertida de ti por lo bajo. Charlotte ya podía distinguir los diferentes grupos que se repartían por la clase, pero no pertenecía a ninguno de ellos, las chicas populares la consideraban una Nerd y las Nerds una pija tonta, ni siquiera la conocían pero las personas juzgan por los ojos. Tampoco le importaba pertenecer a ningún grupo, ella tenía sus propios amigos fuera de ese aula y mientras estaba allí encerrada esperando a que la hora del descanso llegase se dedicaba a plasmar sus pensamientos en cualquier esquina de la hoja del cuaderno. Su mirada era acuática y dulce, como la de una niña inocente rodeada de tiburones que la miraban desde la distancia esperando al mejor momento para devorarla, su cabello era largo y estaba recogido en una alta coleta que caía por sus hombros con pequeñas ondulaciones doradas, su nariz recta un poquito respingona y sus labios carnosos en un tono rosa intenso atraían la mirada curiosa de los chicos de la clase, pero ella estaba perdida en sus fantasías, soñando con los ojos abiertos.
Y hubiese seguido en su mundo imaginario escapando de las clases de matemáticas cuando el sonido de la puerta siendo tocada le hizo alzar la vista, contemplando el pomo girar bruscamente y la puerta abrirse sin delicadeza. El profesor giró la mirada hacía el sonido y su ceño se frunció al ver al perpetrador de tal estruendo, Charly se removió en la silla esperando a ver quien había interrumpido la clase del señor Becker, un kamikaze, pensó la joven, pues nadie se atrevía si quiera a toser en aquella clase, le llamaban Beethoven, un apodo irónico pues mientras el compositor era sordo, el profesor parecía tener la sensibilidad auditiva de un canino. Los pasos de, para el señor Becker seguramente un delincuente acusado de escándalo en su clase, se abrieron paso por la sala silenciosa, haciendo que las miradas de todos los alumnos lo persiguieran hasta su pupitre al fondo del aula. Era un chico, mas alto que la mayoría, incluso parecía mayor al resto, su pelo era corto, castaño, un pequeño flequillo alocado hacía que un mechón cayese por entre medio de sus cejas, ligeramente arqueadas, sus ojos pardos, pequeños y puntiagudos, su mirar era una mezcla de chulería y un Domingo triste bajo la lluvia, había algo en esos ojos que dejaron a Charlotte petrificada, su nariz recta y puntiaguda abrían paso a unos labios agrietados y finos que acababan en un mentón marcado.
Su vestimenta también era completamente diferente a la de los demás chicos, vestía una camisa blanca, remangada y metida por dentro de unos vaqueros negros y rotos por las rodillas. Se preguntaba quien era, a decir verdad conocía a poca gente de la clase pero de haberlo visto antes se acordaría. Se sentó sin decir nada y jugó con el arete dorado que adoraba su oreja izquierda, el profesor lo miraba fijamente y este sonreía de lado sin decir alguna palabra, se relamió los labios y sus ojos de Domingo se cruzaron con los acuáticos de la rubia, quien notó por unos segundos como el calor subía por sus mejillas así que apartó la mirada volviendo a clavar la vista en su folio donde andaba dibujando pequeñas rosas espinadas. El profesor carraspeó la garganta y se aproximó al escritorio del que sacó un papel donde tenía apuntada la lista de cada alumno que pisaba su clase.
— ¿Puedo saber su nombre, joven? Ha llegado tarde, cosa de la que informaré a sus padres, es su deber llegar a la hora punta ¿Sabe? — Recalcó el profesor notablemente molesto.
— Massimo — Dijo con una voz fuerte y rasposa, como la de esos hombres que habían pasado la vida fumando pero no era molesta, a su vez sonaba melódica.
— No aparece en la lista ¿Está seguro de que le tocaba aquí? Sino es así llegará más tarde aún a su próxima clase y habrá interrumpido la mía para nada — Alzó una ceja clavando sus ojos en los del adolescente quien chaqueó la lengua y asintió.
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Llámame Por Mi Nombre
Teen FictionUna chica recién llegada a su nuevo instituto con un oscuro pasado. Un joven con un secreto oculto...¿Que podría pasar?