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Una semana.

Una semana había pasado desde que comenzaron las clases, y desde que había conocido a Emir y a sus hermanos, de una manera bastante peculiar he de decir.

Desde el encuentro que tuvimos en aquella pizzería no habíamos vuelto a cruzar palabras, los veía en el campus a lo lejos, cada uno metido en sus cosas.

Con el único hermano que tenía clases de la misma materia era con el menor de ellos, el cual aún no sabía su nombre, sin embargo, nunca cruzabamos palabra alguna en el salón, él siempre estaba rodeado de chicas y parecía gozar de eso, y yo no buscaba que entablaramos conversación alguna.

Sentía que debía mantenerme alejada de ellos, era un sentimiento raro que tenía, pero no lo pasaba por alto.

También cabe decir que los evitaba un poco, ya que cada vez que Emir me veía por los pasillos me sonreía o me saludaba con la mano, y eso me agobiaba un poco.

Ellos no estaban dentro de mi zona de confort y yo al ser una persona con ansiedad no me sentía cómoda con personas nuevas a mi alrededor.

Mis amigos me definían cómo una chica introvertida, callada y un poco tímida y puedo confirmar sus palabras, pero al entrar en confianza y que ellos se vuelvan parte de mi zona de confort mi personalidad cambia, no dejo de ser introvertida pero me adentro a las conversaciones con más confianza.

Miré el reloj colgado en la pared, solo minutos para salir de esta tediosa clase, terminé de anotar algunos apuntes a mi cuaderno y apoyé mi mejilla en mi mano.

Estaba muy fastidiada, esta clase había sido peor de lo que era comúnmente.

Comencé a mirar a mis alrededores, y no era la única en esa situación, la mayoría, por no decir que todo el salón, estaban casi dormidos.

Volteé un poco mi cabeza hacia atrás y me encontré con un par de ojos avellana con destellos verdes mirándome fijamente, por reflejo giré mi cabeza hacia el frente de nuevo como si su mirada quemara, lo que quedó de la clase no volví a mirar hacia atrás pero aún así sentía su mirada quemar en mi nuca.

Al llegar la deseada hora de salida todos se levantaron y empezaron a salir tan rápido como si su vida dependiese de ello, claro que yo no era la excepción.

Terminé de guardar mis cosas en mi mochila y me levanté para salir de ese tedioso y aburrido lugar cuando sentí que alguien me sujetó por el brazo, y aunque no fue de manera brusca si logró sorprenderme.

Me gire hacia la persona que me sostenía el brazo y era el mismo que había estado quemando mi nuca con su mirada.

Tomé la mano con la que me sujetaba y la quité suavemente, el chico de ojos avellanas con destellos verdes me miraba con los ojos entrecerrados y estaba a punto de decir algo cuando mi teléfono vibró en el bolsillo de mi suéter.

Lo saqué y en la pantalla se podía ver una llamada entrante con el nombre de mi mejor amiga, contesté la llamada delante de él y de inmediato se escuchó un bullicio a través el auricular, alejé un poco el aparato de mi oreja con una pequeña mueca de disgusto y lo volví a acercar.

- Te estamos esperando Al, mueve ese bonito trasero hacia aquí o tendré que ir a buscarte yo mismo - Era la voz de Scott, volví a alejar el teléfono de mi oreja para ver si había leído mal, pero no, era el número de Riley, al parecer Scott le había quitado el teléfono.

Hice un pequeño sonido con mi garganta de confirmación y seguido de eso colgué, subí mi mochila a mi hombro y di media vuelta para irme.

- Hey, espera - El chico detrás de mí se hizo notar, se posó en frente de mí y sentí mis mejillas arder por la vergüenza de haberme olvidado de él por unos minutos.

BauerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora