El desconocido de larga cabellera y blanca tez tomó su mano, como siempre solía hacer. Su tacto era frío, un frío no común. Aunque sabía que la sangre de Lotris y en general la del Sureste del archipiélago era conocida por ser extremadamente fría, fría como el invierno, fría como el agua que emana de un manantial, aquella vez no era eso. La frescura y la rigidez de su cuerpo no mostraban vitalidad.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de aquel que experimentaba ese contacto. La mano del desconocido, en lugar de transmitir la calidez de la vida, emanaba una frialdad inusual, una sensación que se aferraba más allá de la simple temperatura. El gesto que solía proporcionar consuelo y conexión ahora inspiraba una inquietud, como si la esencia misma de la vida se hubiera desvanecido de aquella figura enigmática.
Asumió que su tiempo se acababa, como el último soplo de aire. Notaba que su escasa vida se escurría entre sus dedos, como una última bocanada de aire escapándose de unos labios carmesí. Asumió,por primera vez la frialdad de la muerte, que oscilaba como un péndulo ante sus ojos, no le quedó más que suspirar ante su agonizante situación, exhalo.
La conciencia de la mortalidad se apoderaba de él, cada latido del corazón resonaba como un reloj que marcaba los últimos momentos de su existencia. La fugacidad de la vida se volvía palpable, como un susurro en el viento que llevaba consigo la inevitable realidad de la transitoriedad. En esos instantes finales, el desconocido se enfrentaba al péndulo inexorable de lo que para el era su proxima muerte, aceptando con resignación el destino
muerte... un desagradable recuerdo le inundó. La lluvia continuaba su danza frenética mientras él permanecía junto al cuerpo inerte de su madre. El rostro de ella, una vez lleno de vida, ahora yacía pálido y sereno, como si la muerte hubiera llevado consigo cualquier rastro de su antigua existencia. Las gotas de lluvia caían sobre su rostro, creando pequeños surcos que se mezclaban con las lágrimas del doliente. Los cabellos empapados se pegaban al rostro pálido, y la expresión serena que solía adornar sus rasgos había sido reemplazada por la quietud y la ausencia.
Las ropas, antes llenas de vida y movimiento, ahora se adherían al cuerpo inerte como si fueran pesadas cargas del pasado. Los ojos, una vez iluminados por la chispa de la existencia, ahora estaban cerrados, ocultando el destello de la vida que se había desvanecido. El entorno, antes testigo de la vida cotidiana, se había convertido en el escenario de la partida final. El rojo de la sangre se mezclaba con las aguas
El joven había causado la muerte de tantas personas que apenas recordaba el rostro de cada una de ellas. Sin embargo, entre la maraña de imágenes distorsionadas y desdibujadas, la sombra del rostro horrorizado de su madre persistía en perseguirlo. Aunque los detalles precisos de otras víctimas se desvanecían en la oscuridad de su memoria, la expresión aterrada y la mirada de su progenitora quedaban grabadas con una claridad desgarradora.
Lo vio morir ante sus ojos. Fue él quien le arrebató la vida, pero ahora necesitaba respuestas. Por eso, comprendió que no podría permanecer más tiempo en Lotris. La ciudad, impregnada con los ecos de sus acciones y la sombra de su madre, se había vuelto un recordatorio constante de los eventos trágicos que habían llevado a su madre a su último aliento.
La necesidad de respuestas, el deseo de entender el por qué de sus acciones pasadas y el oscuro destino que le esperaba, lo impulsaron a abandonar Lotris. Aquella ciudad, que alguna vez fue su hogar, se había convertido en una cárcel de recuerdos dolorosos.
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Nos volveremos a encontrar
Roman d'amour''A veces un tren junta destinos opuestos.....a veces dos vidas resultan estar destinadas'' La historia se desarrolla en un bullicioso archipielago con sus respectivas ciudades llena de luces brillantes . Dos hombres, Liu y Jack, llevan vidas compl...