Capítulo X

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Armin no comprendía cómo un gesto tan simple, podía generarle tal dicha.

Ir con los dedos entrelazados, en una unión que, con cada segundo, le parecía más perfecta por cómo sus manos encajaban entre la otra, mientras recorrían las calles al puerto, desbocaba su corazón. Ella fue quien disminuyó la distancia apenas pusieron un pie fuera de su tienda, luego de pasarla buscando, y él halló la osadía para estrechar sus dedos contra los suyos.

Estaban en una cita y Armin aún no podía creer que hacía tan solo unos días había tenido el valor de pedírsela y que ella aceptara con una de sus sonrisas entusiasmadas. Lo planearon todo juntos, aunque ella le dijo que se encargaría del almuerzo y que sería una sorpresa.

Le gustaba lo fácil que era hablar con ella y, ahora que no había secretos entre ambos, resultaba que lo era aún más. Le estaba narrando uno de sus muchos días como recluta y era emocionante saberse de su atención. Conocía a todos sus amigos por sus anécdotas y era buena adelantándose a los hechos, disfrutando de adivinar lo que ocurriría.

—Me encantaría conocerla —dijo entre risas—. Es un placer verte comer, pero apuesto a que Sasha estaría en otro nivel de satisfacción. Aunque ofrecerle menos de la mitad a su instructor y en el primer día...

—¡Lo está! Nicolo está encantado con ella por eso.

—¿Nicolo?

—Es un marleyano —dijo—. Llegó como cocinero y creo que se propuso ilustrarnos en las artes culinarias. No es de sorprender que en eso también estemos retrasados.

—No soy chef, pero me dieron ganas de medirme con ese tal Nicolo. —Se frotó la barbilla—. Supongo que tomaste tu primer café con él, ¿no?

—Sí, se quedó de una pieza al enterarse de que no se produce allí. —Sonrió levemente—. ¡Pero el tuyo es mejor!

—Claro que sí.

—Por supuesto. —Armin soltó una risita tímida—. Todo lo que tú haces sabe bien.

—Ah... Como mi pastel apelmazado...

—Eso fue un desliz. —Armin apartó la mirada ante la inquisitiva de ella, a pesar de que sabía que estaba bromeando con él—. Recuerdo que ese fue el primer día que te escuché decir malas palabras.

—Se me salen cuando estoy molesta...

—Es otra de tus facetas que me gusta.

Ella bajó la mirada, sonrojada. También, desde que habían decidido intentarlo, Armin era franco con sus sentimientos, bañándola en los más dulces halagos.

—Ya casi llegamos.

Habían estado caminando por horas. (T/N) le mostró un par de parques que colindaban con Liberio y Armin se detuvo a observar cómo las personas alimentaban a unos peces cuyas escamas destellaban en vivos colores bajo la luz del sol. Así que, aunque no quiso admitirlo, para Armin fue un alivio atisbar el anuncio del restaurante al que ella le había adelantado que irían.

No tenía ni idea de qué vendían allí adentro, pero olía delicioso. Su estómago lo puso en evidencia y su novia rio, tirando de su mano para que se apresuraran.

—Es una especialidad de un país vecino —explicó—. Y pensé que podría gustarte.

—Gracias. —Armin apretó su mano, dejándose guiar al interior.

Un mesero los atendió y los llevó a una mesa para dos, en una esquina apartada del local. Su acento era diferente, más marcado y a veces le costaba comprenderlo, pero su compañera asentía a cada una de sus palabras y pidió por ambos.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora