Me acerco a saludarlos, les pregunto qué tal ha ido el fin de semana y después me pongo a jugar con ellos a pelota. A veces tenemos nuestros roces con los equipos de fútbol, yo soy del Sevilla y ellos dos del Betis. Mi padre me pone muchas veces el himno del Sevilla cantado por "El Arrebato", es normal que me inculcara el amor por los colores del equipo de fútbol. Hoy estoy jugando bastante bien, eso es raro, ya que solo practico el fútbol en el colegio y no voy a ningún extra escolar. Cuando iba a marcar un gol espectacular, suena la campana del colegio, es hora de hacer la cola en línea para poder empezar las clases. Me pongo la mochila y como siempre soy el último de la cola. Vamos subiendo las escaleras, yo voy haciendo bromas, cosquillas a mis amigos mientras vamos llegando a la clase. Al entrar dejo mi mochila en mi silla, la chaqueta en mi colgador con mi nombre, vuelvo a mi silla y empiezo a hablar con mis tres compañeros de mesa. No lo he dicho pero nos separan por mesas de cuatro. Como ya nos conocen, no nos adjuntan al Eric ni al Marc conmigo, hablamos mucho y no prestamos atención. La profesora nos saluda, cierra la puerta y empieza a decirnos la lección del día. A primera hora nos toca matemáticas. Empieza la clase, nos hace un ejercicio de cálculo mental, la profesora va diciendo números, tenemos que calcularlos y decir su resultado. Como empieza por el lado derecho de donde estoy yo, me aburro, pienso que aún queda bastante para que llegue mi turno, entro en mi mundo, me pongo a dibujar en el papel que nos ha dado y de repente me pregunta a mi saltándose el orden que debía seguir, le digo el resultado bien, se me queda mirando con una mirada de decepción, pensando que me iba a pillar desprevenido, con ganas de darme una lección, pero yo feliz por saber que si sé hacer dos cosas a la vez. Se lo tendré que decir luego a mi madre. Seguimos con las clases y llega la hora del patio. Salimos todos por la puerta y yo con mi taper de Pokemon. Me voy a sentar con mis amigos, nos enseñamos lo que tenemos para almorzar, curioso ver que a uno de mis amigos les gustan las galletas típicas de la ciudad, le pregunto si me deja probar uno de esos rosco de vino, la verdad que me gustan mucho, será que soy más de pueblo como dice mi padre. Al acabar mi bocadillo de pavo, vamos a jugar con la pelota. Suena la sirena del colegio, voy antes al baño a lavarme las manos, luego a clase y vuelvo a sentarme en mi silla. Ahora nos toca la clase que más nos gusta, es el ¡Dibujo!.
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Soy Leo. ¿Haré caso a la primera?
Ficción GeneralUn día a día de mi hijo mayor que se llama Leo. Con un poco de humor, pero impredecible.