Sevmemeliyiz

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"El extraño dolor de la humanidad
tal vez nosotros
deberíamos aprender
tal vez nosotros
no deberíamos amar..."(1

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Hace unos meses, treinta años de matrimonio se hicieron trizas frente a sus ojos. Treinta años. Más de la mitad de su propia vida se sintió desperdiciada. No importa cuánto se esmeró por quitarse el enojo hacia sí misma, siempre la asaltaban las mismas preguntas: ¿qué hice mal? ¿Por qué me dejó de querer? ¿Por qué me mintió tantos años? ¿Merezco esta traición?

Hace meses que sus días se basan en estar preocupada de su divorcio, de las malas decisiones de sus hijos, de sufrir calumnias y difamaciones por parte de la amante de Tarık. No ha tenido días de paz. Pero no importa. Desde chica le dijeron "mantente erguida aunque te duelan las rodillas."(2

Entonces, aunque cada mañana despierte creyéndolo a su lado en la cama, aunque le duela cada mentira revelada, cada desconfianza, Güzide se levanta y se dirige cada día al único lugar que la despeja de sus propios problemas: el juzgado.

Allí, no solo es jueza de familia. Allí es capaz de cambiar vidas, de incidir en familias enteras y (espera) hacerlo para bien. Cada caso exige una nueva perspectiva, se trata de un ejercicio puro en que su mente debe estar abierta y flexible ante cualquier situación novedosa. A veces, hasta la justicia requiere de creatividad e innovación en la aplicabilidad de las normas. Para ello, lee. Lee casi tanto como su viejo amigo Sezai. Lee y lee. Los poemas le encantan, y más cuando puede intercambiar sus libros con su mejor amiga Nazan en los tiempos de descanso.

-Vamos, Nazo, sal, juguemos juntas- canturrea, jocosa, golpeando a la puerta abierta de su oficina.

Nazan eleva la vista, dejando los papeles en segundo plano. Sonríe, fascinada de la alegría de Güzide en esa mañana.

-Cariño, mi Güziş. Buen día, ¿qué te tiene tan contenta?

Güzide ingresa a la oficina, sentándose en uno de los sillones, posando sus codos en el apoya brazos y sosteniendo su cabeza con las palmas de su mano. Observa a Nazan, sonriente. Nazan acomoda sus cabellos anaranjados detrás de sus orejas, sonrojadas como sus mejillas.

-¿Por qué no me dijiste que publicaste un libro de poemas, Nazo?

Nazan finge mantenerse imperturbable. Vuelve su vista a los papeles, acomodándolos de modo que pueda excusar la forma en que evita mirar los ojos esmeraldas de su amiga.

-Porque... No es gran cosa, vida mía. Fue un gusto que me di de joven. ¿Cómo te enteraste de él?

Güzide cambia su posición, cruzándose de piernas y desviando la mirada de la de Nazan.

-Tengo mis trucos- miente.

-¿Así que no me lo dirás?

-No, pero, ¿no te parece un poco ofensivo de tu parte no decirle a tu mejor amiga?

-Tuve vergüenza. Ya te dije, fue algo sin importancia, un impulso de juventud. ¿Quieres que te pida un café?

Güzide sonríe, su amiga quiere dar por cerrado el asunto.

-Que sea sin azúcar, alma mía.

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Está sentada en la zona de la biblioteca cuando llega su tan anhelado paquete.

-Te agradezco, Zeynep.

Quita toda envoltura, sintiéndose una niña pequeña recibiendo un regalo ansiado hace años. Toma el libro, olfatea sus páginas, sonríe.

Sevmemeliyiz-[Güzide ve Nazan]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora