15. No necesitas decir que sí

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Levantas una ceja, expectante de lo que está por decir. Incluso da un paso hacia ti pero antes de hacer algo más, sacude la cabeza negando.

Se toma un momento para mirarte de pies a cabeza, como si intentara asegurarse de que eres real. El vestido azul cielo de escote ilusión delinea la curvatura de tus hombros bajando por los brazos y hasta las muñecas, donde se une a los guantes blancos de seda. La falda plisada es de ligero chiffon que alcanza a rozar el suelo, cubriendo los stilettos blancos.

–¿Ocurre algo, Sanzu-san? –lo presionas, tratando de hacerlo hablar. Él respira profundo y echa los hombros hacia atrás.

–Sólo Sanzu –te mira serio, al parecer se ha recompuesto.

–Gracias, Sanzu –vuelves a sonreír pero él no se inmuta–. Necesito que en una hora vayas a Maboshi y luego Kuroi Kiri a recoger las carpetas de los contadores –comienzas a explicarle–, te las entregarán en la entrada. Tráemelas cuando las tengas. A las cuatro iremos al castillo, Yuichiro te enviará la ubicación. Tu habitación está en el piso de abajo –esperas que él diga algo pero no lo hace, sólo te mira con sus profundos ojos azules y no distingues nada en ellos. –¿Estás bien? –le insistes.

–Sí –responde seco–. Vuelvo cuando tenga las carpetas.

Caminó al elevador y esperó a que las puertas se abrieran lo que a ambos les pareció una eternidad. Puedes ver en su espalda cómo se acumula la tensión y tratas de imaginar la expresión que tiene ahora. Cuando por fin suena el tintineo, él entra pero no te mira y luego las puertas se cierran.

"Qué persona tan desagradable", piensas.


Sanzu entró a la habitación que antes había ocupado Wakasa, la cual ya había sido aseada y desprendía un fresco olor a limpio

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Sanzu entró a la habitación que antes había ocupado Wakasa, la cual ya había sido aseada y desprendía un fresco olor a limpio. Arrojó casi con furia su maleta sobre la cama, se arrancó el cubrebocas de la cara y luego se sentó en la orilla cubriéndose con las manos, frustrado.

Los recuerdos de aquélla noche lo golpearon repentinamente nada más verla. Recordó la forma en la que le había apuntado en cuanto entró a la sala VIP, cómo ella le había hablado y sonreído, haciéndole bajar la guardia. Recordó cómo le dio la espalda, sintió un fuerte calambre y vio su cara una última vez antes de que todo se volviera negro. Ahora lo tenía un poco más claro y se sintió nuevamente enfurecido pero no sabía hacia quién dirigir ese sentimiento después de haber negado tantas veces haberle apuntado y ahora recordar que de hecho sí lo hizo.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el timbre de su teléfono, el cual contestó sin mirar quién llamaba.

–¿Qué? –respondió con la mandíbula apretada.

–¿Amaneciste de malas, Haruchiyo? –escuchó a Wakasa del otro lado.

–¿Qué quieres, Waka? –suspiró.

–¿Ya sabes cuáles serán tus tareas hoy?

–Esa mujer me envió a recoger unas carpetas al club y al restaurante. Luego dijo algo de un castillo –le contestó dejándose caer de espaldas sobre la cama–, ¿qué mierda es eso?

Los débiles no sobreviven (Bonten x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora