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CAPÍTULO 40. ¿ENTONCES, VA A DESAPARECER?

Estaba soñando, porque en ninguna vida paralela lo que venían mis ojos podía ser cierto.
Pol tenía el pelo blanco más largo, le caía con la raya en medio y hasta la altura de las orejas y aún así no se entreveía el color marrón de su cabello natural. Se encontraba en un mirador con vistas a todo tipo de plantas exóticas que probablemente no fueran ni posibles,  igual solo en las películas de fantasía. Había más grupos de gente alrededor de nosotros, Pol y yo íbamos juntos. Un chico de pelo negro ejercía de guía y nos trasladó hasta una plataforma elevada y vallada a través de un puente de tablas de madera.
No sentía miedo a la situación, ni pánico. Pero mis ojos sí veían de esa forma nublada propia de los sueños, o al menos de los míos.
Era extraño, no veía bien, pero sentí por todas las células de mi piel la mano de Pol cuando entrelazó nuestros dedos. Su textura seca, sus yemas acariciando mi palma, la calidez que me inundó al hacerlo y la sonrisa que se dibujó en mis labios. Apoyé mi mano libre en su hombro y él me susurró algo al oido que hizo vibrar mi caja torácica.
Por el rabillo del ojo vi a alguien que quería comerse una de las plantas carnívoras gigantes que rodeaban el lugar. Era un niño y su pelo era de color rubio ceniza con unos preciosos ojos azul tormenta. Me saludó y mi subconsciente me dijo su nombre, Dylan.
Solté mi mano de la de Pol y enmarqué su rostro con ellas, era tan hermoso inundado por esa luz brillante. Acaricié sus mejillas logrando que cerrara los ojos y entonces supe que era lo extraño de ese sueño, que sentía el contacto. El abrazo que nos dimos no hizo sino intensificar eso, sentir cada músculo de su cuerpo pegado al mío, la familiaridad de un acto tan sencillo como abrazarse.
Era bonito no sentir una presión en el pecho, ni me acordé de ello, era un sueño en todos lo sentidos de la palabra.
Aquella mañana, pues ya estaba amaneciendo, viví de una forma etérea y vívida lo que es abrazar y ser abrazado.
Supe que con recordar esos momentos en el peculiar mirador de madera podría luchar por algo, y tener la certeza de que lo conseguiría.
Pol terminó el abrazo y nuestras frentes se pegaron, cerré los ojos perdiendo la completa visión de mi sueño y percibí el delicado roce de los labios acompañados de una chispa de electricidad.
Una agitación me devolvió de golpe a la vida real y me incorporé con rapidez.
Suspiré tranquila al ver que estaba en la cabaña y más aún al no encontrar a Pol por ningún sitio. Que tampoco me habría extrañado, parecía estar en cualquier parte.
Me llevé las manos a mi enredado cabello y rehice mi coleta baja para aclararme las ideas estando decente. ¿Acaba de soñar con Pol? ¿Estaba soñando que nos besábamos?
Bajando las escaleras de la litera con cuidado llegué hasta el baño y cerré la puerta con un portazo involuntario. Observé mi reflejo en el espejo y pasé mis dedos por los labios. Que real había sido el sueño, todavía podía sentir el tacto de su boca.
¿Quería besar a Pol? Nah, pero entonces ¿por qué soñaba que lo besaba?
¡¿Ese era nuestro hijo?!
Totalmente espantada agité la cabeza y me lavé la cara con agua fría. Cepillé mis dientes y mi pelo y fui a abrir la ventana para ver la temperatura del día. Frio, hacía frio.
Del armario descolgué una camiseta azul pitufo anulada abajo y unas mallas cortas negras. Tras calzarme con un par de deportivas cogí mi chaqueta gris y salí por la puerta.
«¡A desayunar!», pensé empezando a descender la colina. Al doblar la esquina percibí el sonido de una puerta cerrarse y me asomé con cautela, no fuera a ser que Pol estuviera saliendo de su cabaña. Cuando vi que era una chica de pelo corto quien aparecía, respiré tranquila. No entraba en mis planes encontrarme con Pol Luna.
—Hola —me saludó la chica acompañando sus palabras con un bostezo—. ¿Vas a llamar? Espero que no haya mucha fila.
Le sonreí y contesté sin dejar de caminar para no entablar conversación.
—Voy a desayunar, tranquila. Hasta luego.
Con un movimiento de cabeza se despidió y aceleré el ritmo.
«Pues no te vendría nada mal llamar a tu madre, por que del "te llamaré todos los días" al actual "de vez en cuando" hay un abismo considerable». «Mañana, que pasado toca videollamada con Vera», respondí a mi subconsciente. «¡Y está tarde paseito por el bosque!»
Agobiada por la cantidad de acontecimientos entré en el comedor y tan solo vi a cinco personas. Emma estaba en la fila del bufet. Fui en su dirección evitando cualquier movimiento que no fuera de persona normal relacionándose con persona normal.
Sonreí a modo de saludo, y aunque ella levantó las cejas algo escéptica, acabó haciendo lo mismo de una forma perezosa.
Pol debía estar en algún sitio, dudaba que Emma se despertara a esas si no era con él, siempre llegaba de las últimas al desayuno. Barrí la enorme sala con la mirada y no encontré nada. ¿Estaría en la cocina buscando esas asombrosas galletas con pepitas de chocolate? Mi estómago rugió al recordarlas.
—No está —dijo Emma llamando mi asustada atención.
—Hum —solté sin entender al 40%, sabía bastante claro de quién hablaba.
—Pol. Está llamando a sus padres. Llegará luego.
Tragué saliva, eso era raro. Ella era su novia y me había dado explicaciones, seguro que se olía algo. ¿Pero qué se va a oler si no pasa nada raro?
¿Fingía que no lo buscaba a él? Aunque no lo buscaba porque quisiera verlo, sino todo lo contrario.
Nah, cuando los sentimientos son sinceros e inocentes, mejor ir de frente.
—Gracias —alegre y neutral.
En un plato me serví un croissant previamente tostado, margarina para mantener la línea y mermelada de melocotón.
Andaba picando las migas que se habían desperdigado y antes de sentarme en una mesa vacía, Emma me llamó desde la suya.
—¿Quieres sentarte?
Temblé, temblé porque esos sentimientos que consideraba tan inocentes hacía unos minutos, ahora no me lo parecían. Y menos después de soñar que tenía un hijo con su novio y que lo besaba.
Dios, se me estaba yendo la cabeza. Tal vez no fuera mala idea hablar con Vera de la ligera obsesión que estaba desarrollando. ¿Se parecía a cuando me gustaba su hijo Leo? No, esa vez fue más un capricho que otra cosa. Con Pol Luna, todo era más peligroso, nada estaba seguro si se trataba del chico de pelo decolorado.
—Claro —dije tomando asiento en frente de ella.
Comencé a untar la margarina sintiendo la tensión en el aire, continué con la mermelada levantando la mirada para ver si debía echar a correr y terminé mordiendo un trozo maldiciendo el hecho de que Emma quisiera entablar conversación.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —No me preguntéis a mí por qué, pero me dio la impresión de que ella no es de las que piden permiso, le pegaba más actuar y luego ya si eso disculparse.
—Claro —contesté.
—¿Es que no tienes más palabras en tu vocabulario?
Caray, me quedé de piedra. ¿Me acababa de insultar?, ¿de forma inteligente? Ahora sí que no tenía más cosas que decir, estaba en shock. No iba a poder con esa conversación. Estaba claro que yo no conocía el lado borde de esa chica con flequillo y pelo moreno.
«Si a Valentina le cae bien, que es una chica estupenda, entonces no puede ser mala persona. ¡Es de lógica!»
Traté de decir algo pero tan solo se movió mi boca, mis cuerdas vocales no estaban por la labor. ¿Me había llamado tonta?
Por un momento sentí ganas de llorar, como cuando un profesor se te acercaba a hablar contigo en el instituto y te ponías mala de pensar que diantres habías hecho. Yo, en esos momentos, no recordaba nada que me hiciera merecer estar en un a situación como esa.
—Perdona, no me despierto de buen humor.
Todas las células de mi cuerpo soltaron aire a la vez. Ay mi madre lo tensa que estaba, ya pensaba que en cualquier momento nos engancharíamos de los pelos. Emma tenía todas las de ganar si llegábamos a la fuerza, yo no tenía ni un gramo de músculo.
Una risa tonta y aterrada escapó dejándome en ridículo delante de una chica que a las tiernas ocho de la mañana ya llevaba un peto negro con tachuelas, un top rojo de ¿seda? Y un pañuelo del mismo color rodeando la coleta más impoluta que vieron mis ojos.
Emma levantó las cejas y me obligué a parar con un carraspeo.
«Todo bien, Thesa. Todo va muy bien».
—¿Qué querías? —inquirí sorbiendo de mi zumo de naranja y demostrándole de una vez por todas que Thesa Lagos sabía hablar.
—¿Qué te traes con mi novio?
Escupí el zumo de nuevo en el vaso y traté de disimular con un:
—Sabe fatal.
Solté los cubiertos para evitar locuras y me miré el anillo como una cobarde.
—¿Thesa? —agregó ella.
Levanté la mirada todo lo decidida que pude.
—No me traigo nada, Emma. Somos... —pensé que decir que somos amigos estaba mal, siempre que dicen eso en las pelis o los libros es porque te gusta el chico o chica en cuestión—. Compañeros de campamento. Se crean lazos fuertes en estos sitios, más en TeDI que es muy especial —aclaré moviendo las manos—. Lo considero un amigo, es un buen chico.
—Lo sé —dijo Emma escrutándome el rostro en busca de una debilidad.
Me levanté a por zumo de melocotón porque no tenía el cuerpo para leche, y la voz de Emma volvió a interrumpir mi idílica mañana.
—Verás, el problema es que me da la impresión de que Pol se está encaprichando.
—¿Conmigo?
Si el corazón no se me salió por la boca en ese preciso momento fue porque me estaba torturando para que tuviera que salir de esta con vida.
—Sí, contigo. No te hagas la tonta.
Me volví a sentar en la mesa, pero esa vez en la diagonal, la distancia me ayudaría a... ¿a qué? ¿Acaso existían salvavidas para estas cosas?
—No sé de qué me hablas... —dije en voz baja.
—Sí lo sabes. Sabes que Pol tiene una manía horrible con ayudar a la gente que necesita una reconstrucción.
¿Qué contestaba a eso?
—Puede.
Por la forma en la que apretó los labios deduje que no estaba muy contenta con mi respuesta.
—Claro que sí. 
—Pero no es malo ayudar a la gente.
Asintió contando con que usaría ese argumento tan fácil y poco original. Emma tenía contraataque.
—¿Y qué pasa si arreglando a otros se rompe él?, ¿eh? —tragué saliva—. Pol tendrá toda la buena intención, pero sé lo que digo, lo he visto con mis propios ojos. Se olvida de que él existe, de que es un ser humano con necesidades, sueños y problemas, problemas propios todos tenemos. Él cree pensar que las batallas de sus seres queridos, son también las suyas. Error.
»Cree saber qué es lo mejor para todos y nunca sabe qué es lo que él necesita. No lo sabe hasta que un día quiebra y tiene que volver a pegarse de nuevo. Una y otra vez. No llevaré mucho tiempo saliendo con Pol, pero cada una de esas veces he estado allí para abrazarlo y apoyarle en sus momentos malos. Lo difícil no es susurrarle al oido o acariciarle el pelo, lo complicado es ver como a las horas, o minutos, vuelve a sonreír como si nada hubiera pasado. ¿Estarás tú allí para ver como se destruye? porque te advierto, una parte de ti lo hará con él.
Quise decir que no pensaba reemplazar su lugar, que estaré siempre cuando lo necesite porque en eso consiste la amistad. Pero sus palabras eran tan ciertas y calaron tan hondo en mí, que no pude hacer mas que seguir escuchando.
—Ver como se desvive por los demás es triste, lo hace siempre y para cubrir las dudas que lo rodean. No sabe qué quiere, qué necesita, nunca se ha molestado en pensarlo si quiera. Cree que la felicidad del resto es la suya.
Emma se deslizó hasta estar cara a cara. Tuve sus ojos marrón oscuro clavados en los míos color café, se parecían mucho. Y pude ver reflejado mi miedo.
—Mira, Thesa. No sé qué plan tendrás, qué pretendes o qué pretende él. No me importa, lo que tenga que pasar pasará y ya soportaré las consecuencias de la mejor forma posible. Quiero a Pol tanto que duele y por ello te voy a advertir: Si dejas que Pol se cuele en tu vida, te darás cuenta de que hay un punto de no retorno, ya no podrás fingir que no lo conociste, y no soy la única que lo piensa. No sabemos por qué, pero Pol Luna deja cicatriz. De alguna forma el sentimiento de Pol de morir por la felicidad y estabilidad del los demás, se contagia. Permite que el chico de pelo blanco colapse tus pensamientos, tus sueños, y el día que desaparezca de tu vida mataras por traerlo de vuelta. Hay cosas que se saben antes de vivirlo.
Mierda.

***
Ay Thesa...

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