Mi sueño comenzó conmigo parada frente las puertas de un enorme castillo, de grandes torres, adornado con tallados en la piedra formando rosales, con uno que otro cráneo humano asomándose de las hojas, las puertas eran de una madera gruesa y firme, de una tonalidad algo oscura con unos ojos en el travesaño superior, los cuales puedo jugar que parecían mirarme; abrí las puertas encontrándome con una gran variedad de monstruos, espectros y engendros, todos parados en filas formando un angosto pasillo por qué cuál yo andaba sin ningún temor, todos se inclinaban para reverenciarme en cuanto pasaba frente a ellos, el reducido pasillo llegaba hasta un trono tapizado terciopelo carmesí, con un marco de obsidiana, destellos de oro puro. Si bien ya había soñado con este asiento esta vez lo pude apreciar con más detalle, el marco tenía grabados rosales al igual que las paredes del castillo, con ramas repletas de espinas haciendo figuras retorcidas al rededor de el trono, algunas estrellas se hacían visibles entre las enredadas plantas y ojos... Varios ojos... Brillantes como los de la reina.
Me senté, el tacto del terciopelo era suave, una vez que me digne a mirar frente a mí vi dos cuerpos a mis pies, no eran muertos cualquieras, eran mis padres, mire la cabellera de mi madre desordenada, su piel manchada de sangre, un color enfermamente blanco en su tez, luego estaba mi papá, con la ropa tan ensangrentada que era difícil ver tela exenta a aver absorbido el líquido.
Corrí hacia ellos notando por primera vez que tenía puesto un estorboso vestido elegante, lujoso, y extremadamente adornado. Me arrodillé a un lado de mi madre con la esperanza de que estuviera viva, la llamé desesperada, pero al no recibir respuesta me dirigí a mi padre, mi preocupación aumentaba, sentía que la importancia me apretaba el corazón para que no volviera a latir, un dolor invadió mi garganta y de mis ojos cayeron lágrimas.
De repente el suelo se abrió y caí sobre una red que colgaba de un árbol.
— Adiós Alayah, buena suerte — me dijo la voz de Dylan en un tono frío que escuché a lo lejos.
—¡Dylan!— grité al verlo.
Él me ignoró y se fue a paso lento y desinteresado
—¡No te vayas! ¡Por favor! ¡Continuemos juntos!— grité, entre llanto notando que Dylan era lo único que me quedaba —¡Dylan por favor! ¡No te vayas! .... Te lo suplico...— rogué mientras veía como me dejaba sola.
Se rompió la red tirándome sobre escaleras hechas de piedra, estaban humedas, las paredes que me rodeaban tenían un aspecto verdoso por el moho que crecía sobre ellas, me levanté cuidadosamente sintiendo las plantas de mis pies desnudas sobre los mojados peldaños de las escaleras, a lo lejos se escuchaban gotas de agua cayendo de la superficie, podía oír los pequeños pasos de las ratas que correteaban entre si buscando comida; bajé las escaleras, mire hacia abajo al descubrir que no solo estaba , también mi ropa había vuelto a cambiar, tenía puesto un camisón sucio y arapiento amarrado a mi cintura con una cuerda rota.
Seguí bajando escalones hasta que llegue a un calabozo, continúe avanzando mirando celdas vacías a mi paso, entonces llegué a una en particular, no solo llamó mi atención por ser la única que estaba ocupada, esa celda tenía dentro al único ser al que le había entregado mi confianza incondicionalmente en todo ese mundo.
Ese era Dylan, sentado en un ladrillo sin hacer más, con una mirada inexpresiva, hundido en su propia miseria, no había ni mancha de vitalidad ahí.
—¿Dylan...?— lo llamé temerosa.
Él alzó la mirada y cruzó sus ojos azules con mis ojos carmines, sus labios dibujaron una leve sonrisa de alivio, mi boca hizo lo mismo, se abrió la celda, dándome total acceso a su interior, Dylan se levantó y corrió a abrazarme.
—¡Perdoname! ¡Perdoname!— repetía sin parar, se separó de mí luego de unos minutos, después acercó su mano a mi rostro, removiendo mi fleco, entonces su rostro se inundó de un terror que no comprendí.
—¿Qué pasa?— pregunté confusa, pronto se escuchó el suave sonido de un líquido chocando contra el suelo, el líquido comenzó a salpicar mis pies, la curiosidad hizo que bajara la mirada pero me detuve al ver qué mi mano sostenía una daga, la cual estaba encajada en el estómago de Dylan, saqué inmediatamente el objeto de su cuerpo, lo que hizo que el sagrado fuera mayor y el chico cayera inconciente al piso, un charco de sangre se formó al rededor de Dylan. Nuevamente me arrodillé ante un cadáver, intentando detener la hemorragia, cuando me di por vencida mire mi reflejo en la sangre.
—¿¡Pero que ca-!?— grité, mi ojo izquierdo se había tornado totalmente blanco.
Al igual que la reina...
Parpadeé un segundo y volví a estar sentada en aquel trono, en ese elegante salón de baile, de pronto el jefe se acercó a mi con una corona en manos de plata con rubíes adornando el metal, la puso cuidadosamente en mi cabeza para después reverenciarme.
— Viva la reina Alayah — dijo con la cabeza gacha.
—¡Viva!— aulló la multitud.
—¿¡Qué!?— exclamé aturdida
—¡No yo no-!— quise decir pero todos victoriaban mi nombre haciendo caso omiso a mi voz.
—¡Viva la reina Alayah! ¡Viva la reina Alayah!—
—¡No! ¡No! ¡Alto! ¡Yo no soy reina de nada!— grité queriendo que todos se callaran.
Entonces alguien rió en mi oreja.
— Te lo dije ¿No es así?... Eres mi preciosa sucesora — dijo la voz de la reina mientras ponía sus brazos en mis hombros abrazándome por la espalda.
—¿Quién eres ...?— le pregunté a la reina girando sobre mi eje para verla.
— Te lo dije soy la reina — me dijo.
—¡No, no! ¿Cuál es tu nombre?— exigí saber.
—También te lo dije, Alayah—
— No, no lo hiciste— respondí comenzando a perder la paciencia junto con los gritos de los adefesios a mi alrededor y los misterios de esa sombra sonriente.
Ella suspiro y se volvió a acercar a mi oído.— Mi nombre es Alayah — susurró de una manera suave, que me causo escalofríos.
—¿Qué...?— estaba atónita, y aturdida, de pronto los gritos, celebraciones, victorias y de más se hicieron más fuertes, no me dejaban oír mis propios pensamientos, el ruido se metía en mi cabeza como si quisiera explotarla.
— Basta ... ¡Basta! ¡BASTA!— grité desesperada.
—¡NO SOY LA REINA! ¡NO SOY LA REINA!—
— ¡BASTA! —
. . .
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Desde abajo
AventuraEn esta historia nuestra protagonista de ojos color carmín, se extraviá en un mundo totalmente distinto al que ella conoce, donde todas las pesadillas de cualquier ser vivo se hacen realidad. Sigue a esta pequeña aventurera y descubre junto con ella...