Solté un suspiro cansado y me froté mi frente que estaba sudando.
Me la había pasado toda la tarde preparando una deliciosa cena para cuando mi querida novia llegara de su trabajo. No sabía cómo cocinar, pero busqué en YouTube tutoriales de cocina que me ayudaron un poco.
Sabía que ella llegaría del trabajo muy agotada y sin comer, por lo que esta vez me ofrecí en hacerle una deliciosa cena. Digno para una princesa como ella.
Acomodé todo en la mesa con algo de rapidez pero a la vez con delicadeza, asegurandome de que nada se me cayera o se volteara y provocara un desastre para nada deseado.
Cuando terminé de acomodar todo en la mesa, miré con orgullo y una sonrisa toda la comida que había logrado preparar, se veía tan deliciosa que me daban ganas de comermela ya. Pero no, tenía que esperar a que mi adorada novia regresara del trabajo para comer juntos.
Miré el reloj de la sala y vi que ya marcaba la hora de salida del trabajo de ella. Mientras esperaba me senté en el sofá y esperé ansioso con que ella llegara. Estaba mirando la televisión, pero después desvíe mi mirada de ella cuando escuché el sonido de la puerta abrirse. Me levanté enseguida.
—¡Bienvenida, princesa! —le dije con un ánimo muy notable en mí.
—Por favor, no grites, me duele la cabeza... —dijo de mala manera y me miró cansada y molesta.
—Oh, lo siento, cariño.... —la miré algo extrañado— ¿Cómo te fue en tu trabajo? Te ves muy.... cansada y molesta. ¿Pasó algo?
—Claro que sí. Me despidieron. —dijo como si no tuviera muchas ganas de hablar y cerró la puerta detrás de ella con su pie.
Lanzó su bolso en el sofá con agresividad, casi me iba a dar en el rostro pero lo esquivé rápidamente y puse una sonrisa nerviosa, viéndola.
—Oh, cielo.... —intenté abrazarla, pero ella me empujó el hombro, echándome para atrás.
—No estoy de humor para nada, Peter. Ahórrate tus abrazos para luego. —me dijo cortante y muy seria.
—Lo siento... —me eché para atrás, apenado, y me quedé viendo el comedor de la cocina—. ¿Tienes hambre? Hoy te hice u-
—Ya comí —me interrumpió—, estoy llena y ya no quiero comer más nada.
—Oh.... —no sabía qué decir. Desvíe mi mirada hacia otro lado, incómodo.
—Que día de mierda... —dijo para ella misma y rodó los ojos con frustración.
Se fué a paso casi lento a nuestra habitación y cuando entró, cerró la puerta de un golpe.
Me quedé viendo la puerta, pensativo, y sin saber qué hacer ahora con la comida que me llevó toda la tarde preparar. Ni siquiera la miró. Nada.
En un rato me fuí a la habitación y entré. Viendo que ella ya tenía su pijama puesto y estaba acostada en un lado de la cama, con sus piernas hacia su pecho y viendo a un punto fijo. Con su muy notable expresión molesta.
Me acosté al lado de ella y puse mi mentón en su hombro, viendola con cariño. Pero al parecer eso le desagradó y se alejó de mí.
—Quiero espacio. —me ordenó, con un tono muy serio. Más serio de lo normal.
Me quedé viendola.
—¿No quieres que te haga sentir mejor? —le hablé con gentileza. Mientras me intentaba volver a acercar a ella y la abrazaba con delicadeza, atrayendola hacia mí—. Puedo hacer lo que tú me pidas en este momento, lo que sea, para hacerte sentir mejor.