Capitulo 38

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—¿Vamos a Houston?

—Es solo una parada en el camino —me aseguró con una sonrisa.

Bajamos del avión y directo a otro aeropuerto.

—¿Rio de Janeiro?

—Otra parada

—¿Piensas recorrer el mundo en quince días o algo parecido?

Él solo sonrió.

El viaje a Sudamérica se me hizo eterno, aunque fueramos sentados en los lujosos asientos de primera clase.

Al bajar del avión nos subimos a un taxi para atravesar las atestadas calles de Río.
Edward le dirigió algunas palabras en portugués al conductor y este avanzó por varios minutos hasta que se detuvo en los muelles.

Edward avanzó hasta un pequeño bote, saltó dentro con las maletas en la mano.

—Si sabes que todos nos dieron solo quince días, ¿Verdad?

—Que impaciente

Arrancó el motor y unos minutos después dije:

—Dejame adivinar, ¿Llegaremos al polo norte y nos subiremos a un trineo?

Algunos minutos después me llamó.

—Venus, mira hacía allá —dijo y señaló hacía una pequeña luz que salía entre toda aquella oscuridad.

Poco a poco se fue abriendo paso una casa que se encontraba en una playa bañada por la luz de la luna.

—¿Dónde estamos? —murmuré.

—Esta es la Isla Esme —respondió

Nos detuvimos y Edward apagó el motor.

—¿Isla Esme?

—Es un regalo de Carlisle, y Esme se ofreció a prestarnosla.

—¿Le regalo una Isla? Y yo que creí que ya había comprado todo lo comprable.

Edward dejó las maletas en la arena para tomarme en brazos.

—Todo un caballero —murmuré mientras le quitaba un mechón de la cara.

Abrió la puerta que era de puro cristal y me dejó en el suelo.
Ambos permanecimos en silencio mientras me llevaba por todas las habitaciones hasta que se detuvo y encendió la última luz.

La habitación era grande y blanca, y la pared más lejana era toda de cristal. Afuera, la luna brillaba con fuerza sobre la arena blanca y, justo unos metros más allá de la casa, refulgian las olas.

Mi atención volvió de vuelta a la cama de la cual colgaban pequeñas nubes blancas.

—Increible, recuérdame decorar la casa así.

Oí como sonrió.

—Iré...por el equipaje

Regresó un segundo después y dejó las maletas al final de la cama.

—¿Te gustaría darte un baño nocturno conmigo? —preguntó

Asentí un tanto nerviosa, pero él no lo notó.

—Suena genial

Me besó en la mejilla y luego sonrió.

—Estaré afuera —susurró— No tarde demasiado, señora Cullen.

—¿No soy un poco joven para ser señora?

Él sonrió y me revolvió el pelo.

—Te espero en el agua

Salió de ahí despacio, mientras se iba quitando la camisa, para luego dejarla caer en la arena.

Me volví hacía mi ropa, traía el vestido que me había puesto Alice hace unas horas, así que decidí sacar algo más apropiado para la playa.

Mientras buscaba en la maleta algo que pareciera un traje de baño me encontré con lencería. Lencería francesa... demasiado atrevida.

—Alice

¿Qué le costaba empacar un traje de baño decente?

Mi fuerza me hacía pensar que ninguna de estas prendas carísimas sobrevivirían a la noche.

Fuí al baño y me quité la ropa.

"Es como una sesión de modelaje de ropa de baño" —pensé para tranquilizarme un poco.

Salí de ahí con la toalla en la mano y la dejé caer sobre la arena.

Me adentré en el agua que estaba fría o caliente. Realmente con esta piel daba lo mismo.

Me acerqué hasta él y me abrazó.

—Te amo

—Y yo a ti

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N/A: Ahora...

N/A: Ahora

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Saturno, Marte, Venus y Edward (Edward Cullen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora