Aguas tranquilas

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Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo únicamente traduzco.

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El terror congeló el alma de Inuyasha mientras sus garras rasgaban el barro y el agua avanzaba rápidamente hacia delante.

Kagome... tenía que llegar hasta Kagome.

La magia del pozo no estaba funcionando bien. ¿Qué podía haber pasado? ¿Y si había perdido el único camino que tenía para encontrar a su compañera?

Cuanto más trabajaba su cerebro, más entraba en pánico Inuyasha.

Inuyasha arañó frenéticamente a través del barro. Le ardían los pulmones, pero ¡estaba tan cerca! Tenía que estarlo. Simplemente tenía que estarlo. ¡No dejaría que nada apartase a Kagome de él!

Con un corte de sus garras, Inuyasha al fin lo atravesó. Se sorprendió momentáneamente al encontrarse todavía bajo el agua. Se impulsó a través del agujero que había hecho y se empujó hacia delante, hacia la luz.

Hacia Kagome.

—¡KAGOME! —gritó Inuyasha tan pronto salió a la superficie del agua—. ¡KAAAGOOOOOMEEEEEEE!

Entonces, el hanyou miró a su alrededor, con los ojos dorados bien abiertos con incredulidad.

La pagoda del pozo había desaparecido. Estaba vadeando en el agua donde debería haber estado la pagoda del pozo. Había agua dondequiera que mirase.

Sus ojos volaron hacia la casa. ¡Mi familia!

Nadó, saltó y cargó torpemente hacia la casa. Saltó al árbol sagrado, junto a la habitación de Kagome y se detuvo un momento antes de entrar de un salto por la ventana.

Sus pies aterrizaron en una moqueta empapada, haciendo un ligero sonido de salpicadura que pareció ruidoso, incluso a través de la lluvia que seguía martilleando en el exterior.

Su corazón latía sonoramente en su pecho mientras inspeccionaba su saqueada habitación. Su aroma estaba casi ahogado por el fétido hedor de la inundación.

El agua no estaba limpia como el agua de un río. Olía mal. Como los olores de la calle, a aceites y basura... y a muerte.

Comprobó el baño lentamente, por si acaso. No podía recordar tener tanto miedo de abrir una puerta como lo tenía en ese momento... ¡y más de una vez había temido por su vida ante la ira de Kagome por verse sorprendida con una puerta de un cuarto de baño que creía que estaba cerrada con llave!

Como no estaba en el baño, miró en su armario. La ropa estaba descolgada de las perchas y yacía en montones en el suelo. Tras solo un momento de vacilación, Inuyasha corrió a toda velocidad de habitación en habitación buscando a su familia antes de encontrarse de pie en lo alto de las escaleras. Le aterraba bajar al piso de abajo. ¡Le aterraba! No era el agua que estaba a medio camino de las escaleras lo que le daba miedo. Era encontrar a un ser querido en el agua enlodada... y llegar demasiado tarde.

Un destello del rostro de Kagome, muerta, flotando en el agua, provocó que Inuyasha gimiera de dolor. Negando físicamente con la cabeza, intentó librarse de la macabra imagen.

Apretando los puños, Inuyasha respiró hondo y se hundió en el agua turbia, esforzándose por desterrar las imágenes de cuerpos flotantes. Nadó de habitación en habitación, esquivando muebles y trozos de cristales, cerámica y papeles rotos.

Una vez estuvo satisfecho con que la casa estuviera vacía, Inuyasha volvió a subir a la habitación de Kagome. Tenía que pensar, y la habitación de Kagome era donde más en calma estaba.

Cuando entró en la habitación, vio un trozo de papel en el suelo. El agua se había llevado la mayoría de las palabras, pero podía distinguir su nombre y el de Kagome.

¡Le había dejado una nota!

La nota era imposible de leer. Olía al agua rancia, pero Inuyasha al fin pudo encontrar un rastro de su aroma. Fuera cual fuera el desastre que le había ocurrido... Kagome había pensado en él.

Inuyasha se guardó con cuidado la nota en su traje. Puede que no supiera lo que ponía, pero sabía que Kagome estaba esperando a que la encontrase.

¡Y no iba a tener esperando a su miko!

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—¡Muy hogareño! —exclamó Kagome con voz animada mientras se sacudía las manos.

Souta le sonrió a su hermana.

—¡Está genial! ¡Y está al lado de un enchufe!

Kagome casi se sintió orgullosa mientras miraba el arreglo en el que había trabajado tan duro. Habían juntado colchones inflables para crear su propio espacio. Las mantas donadas estaban dispuestas de forma agradable. Una jaula donada con un muy molesto gato estaba medio tapada también con una manta. La nevera que se habían traído estaba dispuesta para hacer de una especie de mesa.

Levantó la mirada para dirigirle una sonrisa a su madre. Casi flaqueó cuando su madre abrazó a su abuelo y lo meció suavemente. La sonrisa que le dirigió a su hija fue triste y tan acuosa como la lluvia.

—Muy bonito, cariño —dijo su madre con ánimo forzado.

El refugio les había dado a todos los refugiados un colchón inflable donado para cada uno. Kagome y su familia habían escogido montar su «base» en la zona de la perrera. Kagome y Souta se habían negado a separarse de Buyo. Buyo era de la familia. Habían estado preparados para dormir fuera del refugio para permanecer juntos... pero menospreciaron su fervor y los condujeron a la perrera para dejar al gato.

Una vez allí, Kagome se dio cuenta de que otros habían acampado en la zona de la perrera, algunos habían llegado tan lejos como para esconderse en una muy pequeña zona de casetas cubierta. La idea de estar separados y de ser incapaces de volver a encontrarse había sido demasiado como para soportarlo. Los organizadores estaban tan ocupados con todo lo demás que tenían que hacer, que nadie le pidió a ninguno de los que escogió quedarse en la perrera con sus mascotas que se fuera.

Con el duro trabajo de montar un ambiente hogareño terminado, Kagome finalmente se vio obligada a mirar a su alrededor. Había familias sollozando. Lamentándose. Había gente intentando ponerse desesperadamente en contacto con la familia o los amigos por teléfono. Había gente rogándole a extraños que por favor les ayudasen a encontrar a sus familias. Había mesas llenas de donativos. Ver los montones de pañales hizo que Kagome inspeccionase rápidamente la sala. Le dolió el corazón cuando vio a bebés llorando con sus madres intentando calmar sus miedos mientras ellas mismas estaban vencidas por la desesperación.

Escondiendo su pena, Kagome se sentó al lado de su hermano y le ayudó a enchufar su videojuego. Sería valiente por su hermano pequeño y se esforzaría al máximo por mantenerlo con buen ánimo. Sería fuerte por su madre y su abuelo, y cuidaría de ellos. Superarían esto juntos.

Kagome no durmió esa noche mientras oía ladridos y llantos. Su cerebro no se callaba mientras se preguntaba si tenía un hogar al que volver. ¿Qué iban a hacer ahora? ¿Estaban a salvo, siquiera?

El viento aulló mientras la lluvia golpeaba el tejado de metal.

—Inuyasha... —susurró. Las lágrimas no cayeron, se sentía vacía por dentro.

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Nota de la autora: La parte de Inuyasha y la casa fue totalmente inventada y no está basada en mi experiencia. No sé qué le pasó a mi casa después de irme, solo puedo hacer suposiciones basándome en lo que me encontré al volver. Pero nunca olvidaré verla haciéndose más pequeña a medida que el bote me alejaba.

Sí que dormí en la perrera, porque tuve una suerte de ataque de nervios ante la idea de que me separasen de mis bebés.

Y SÍ, convertí mi rinconcito de la perrera en un espacio hogareño muy compacto. Me dio algo en lo que centrarme que no fuera el miedo.

Cuando cayó la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora