única parte

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—Louis, creo que tenemos que terminar —confiesa del otro lado de la línea, sin anestesia, sin consideración, con una seriedad que resulta ser tan fría como el invierno que se desata por encima de su cabeza copos de nieve cuya existencia se reduce a lo mismo que la muchacha en la llamada siente por él, nada.

La sonrisa que alguna vez ha estado estirando sus comisuras se desvanece en un solo segundo, convirtiéndose en un recuerdo que vivirá en la mente de absolutamente nadie cuando es la única persona que se encuentra por esos alrededores. No está seguro de si el aire se le ha trancado en alguna parte de la garganta o si el frío ha sido tan insoportable como para bloquearle las fosas nasales, pero lo que sí da por una realidad es el hecho de que ha dejado de respirar y ahora solo es víctima de una presión en su pecho que poco a poco se va convirtiendo en ardor.

—¿Qué? —pronuncia, aunque ni siquiera se reconoce a sí mismo, ni se escucha. En realidad, casi se percibe como si estuviera a varios metros de distancia y su propia voz solo fuera el eco de una conversación ajena que no debería de estar escuchando en primer lugar.

—Yo solo... —intenta decir, haciendo una pausa que lo atormenta, que le provoca este temblor en sus manos cubiertas por unos guantes que no logran detener ese sinnúmero de sacudidas que no le permiten agarrar el móvil con estabilidad—. No creo que esto esté funcionando, nosotros, quiero decir.

Se relame los labios tan pronto como la escucha, y se ve en la obligación de mirar a todas partes como si estuviera buscando el pedazo de corazón que se le ha caído sin oportunidad alguna de volver a recuperarlo porque ella acaba de patearlo.

No hay nadie por los alrededores pues la mayoría de los estudiantes universitarios han terminado la semana de exámenes y han regresado a sus hogares para las festividades, y de cierto modo se alegra de ello cuando las cejas se le arrugan en una mueca que no le apetece que nadie más vea.

—¿Qué? —vuelve a preguntar, tras un silencio de tres segundos que se han sentido como una eternidad, en los que su órgano vital se ha detenido y ha vuelto a arrancar solo por obra del cielo y nadie más.

Ni siquiera le interesa parecer un tonto repitiendo aquel monosílabo, porque honestamente las palabras no terminan de entrarle por los oídos y es casi como si sus tímpanos se hubiesen cerrado para no conciliar el hecho de que su novia realmente está terminando con él por teléfono.

—Lo siento —murmura, y aunque eso es lo que dice, al castaño no se le queda la impresión de que realmente lo está lamentando—, de verdad. Adiós.

No le da la oportunidad de abrir la boca para objetar, porque tan pronto como se despide sin consideración cuelga la línea como si nada hubiera sucedido en primer lugar. Parpadea casi en un gesto perplejo y se siente medio sordo cuando el eco del pitido de la línea queda resonando en alguna parte de su aparato auditivo, el fruncimiento en sus cejas no se relaja en absoluto, y por un intervalo de segundos que pueden pasar por la infinidad de unos días que no va a vivir, se queda parado en medio de ese sendero en un campus cubierto de nieve y completamente ajeno de lo que acaba de sucederle.

El frío de una noche de diciembre le empieza a calar hasta los huesos mientras aquellos copos diminutos y blanquecinos comienzan a caer sobre él en pizcas diminutas que se acumulan una tras otra por su inminente inmovilidad, y aun así no logra percibir la frigidez que se está colando en su sistema porque está demasiado ocupado volviendo a cuestionarse qué demonios ha pasado.

Tiene que recapitular dentro de su mente para ver si lo comprende, porque no concibe cómo es que ha sido abandonado de esa manera tan repentina cuando sinceramente no se lo ha esperado.

Quizás estaría bien si hubiera recibido una justificación, tal vez podría hacer las paces consigo mismo si tan solo supiera qué ha hecho tan mal como para haber sido dejado de ese modo. Sin embargo, lo único que ha obtenido es esa noticia y una disculpa tan ácida como la sensación que empieza a burbujear dentro de sus entrañas y que sube por su faringe hasta dejarle ese espantoso sabor en la boca que lo obliga a plegar la nariz con disgusto.

Something easy ✦ larry au! | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora