De a poco iba entendiendo la vida, o al menos eso era lo que intentaba hacer. Es difícil, pero iba comprendiendo que son(reír) la hacía más linda, el tener personas que lo lograban hacían que todo sea más fácil.
Dejo de obsesionarse con su asqueroso cuerpo, aunque de a poco todo iba volviendo a ser como era antes: conteo de calorías, balanza, ejercicios, depresión.
La gente que no entendía eso de no tener autoestima, porque logicamente se sentían bien con ellos mismos, o al menos no odiaban verse al espejo porque odiaban su cuerpo desde el pelo hasta sus pies.
El cuerpo se volvía algo de menor importancia si lo comparamos con odiarse a si mismo, interiormente. Odiarte por como sos: tus pensamientos, sentirte fracasado e inútil, poco querible. Sostenía que podía evitarlo si quería, aunque no, no podía ni tampoco estaba en mis planes hacerlo.
Cualquiera era más lindo que yo (obviamente, ja!), cualquiera era más inteligente que yo, cualquiera hacía las cosas mejor que yo, y yo solo era un estorbo. Cualquiera era mejor amigo que yo, cualquiera era mejor.
Este tiempo estuve bien, sí, "bien". Los encierros en mi pieza de todos los días habían desaparecido, ya casi no estaba en mi casa. Aprendí a confiar en lo míos, en saber como tratar a alguien (o eso creo), pero siempre vuelve esa sombra, siempre me vuelvo a encontrar conmigo misma. Mis fantasmas, lo que fui hasta hace un tiempo, cosa que estoy volviendo a retomar. A veces extraño ser así, no lo niego.
Extraño no tener hambre, sentir mi abdomen sin hinchazón, mis notables huesos, mis hermosas y tan deseadas claviculas, el "ay, estás muy flaca" de todos.