Un Tucán🦜

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La ceremonia de Antonio estaba a la vuelta de la esquina por lo que la familia Madrigal estaba más ocupada que otros días.

Carlos se levantó sin encontrarse con la chica, se cambió y salió encontrándose con su familia de aquí a allá, fue hacia la cocina encontrándose con su abuela.

Alma:¿Apenas te levantaste? Debes de aprender de tu hermano, él desde temprano está ayudando

Carlos: lo sé, él siempre es mejor

Alma: no me contestes así - lo regaño -

Carlos: lo siento abuela- dijo a regañadientes -

Alma: ven ayudame a hacer los canastos para los regalos

Carlos: ya voy

Mientras tanto, la chica ya había terminado de dibujar la casa en la que vivirían por un tiempo, aún faltaban algunas cosas, pero era suficiente para vivir bien en lo que los demás construían lo que faltaba, no iban a dejarle todo el trabajo a la chica.

Ella estaba por entrar a la cocina, solo un día ahí y ambas familias ya tenían confianza, después de todo ya se conocían; estaba por empujar la puerta y pasar cuando escucho la conversación de Alma y su nieto.

Alma: debes de hacerlo perfecto, Isabella lo hace mejor con los ojos cerrados

Carlos: si, los haré mejor

Alma: no, los tienes que hacer perfecto

La chica no pudo más y entro.

Alma: oh, hola querida ¿Qué se te ofrece?

TN: yo... Solo venía a dejarles estos dulces de parte de la familia...

Alma: muchas gracias TN, déjalos en la mesa de allá

TN: claro - dijo llevando su canasta -

Mientras caminaba hacia la mesa, sintió una mirada penetrante en ella, sentía que veía su alma o algo así.

TN: listo... Tengo que irme, con permiso

Alma: adelante

TN: que lindo canasto - sonrió - bueno trabajo Carlos

El chico miró como salía con su expresión seria, aunque no lo admitiera eso le hizo el día.

Alma: supongo que está bien, sigue en eso Carlos...

La tarde casi se acababa y la noche comenzaba, la chica seguía recorriendo el pueblo, ama ese lugar tranquilo, sin ruidos de carros o de las empresas ruidosas

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La tarde casi se acababa y la noche comenzaba, la chica seguía recorriendo el pueblo, ama ese lugar tranquilo, sin ruidos de carros o de las empresas ruidosas.

Ella seguía en su mundo cuando el aleteo de un tucán la hizo voltear, si algo compartía con el menor de los Madrigal era el amor por los animales; sentía que eran de los pocos seres vivos que valía la pena dejarlos vivir, después de todo ellos no discriminan a nadie, a ellos no les importa si eres hombre o mujer o si eres rubio o morena o pelirrojo... Si ellos no te ven como un peligro, encontrarás un amigo realmente leal en cualquier animal.

Se quedó un momento apreciandolo, el ave parecía hacer lo mismo pues la miraba fijamente.

Ella se acercó lentamente para no asustarlo, una vez que estuvo lo suficientemente cerca lo logro acariciar, parecía que el pequeño tucán necesitaba algo de amor pues se acercó a la mano de la chica en busca de más caricias.

Después de unos minutos la chica vió algo en el tucán que le pareció extraño, los ojos de aquel tucán eran un café con destellos rojos.

Le pareció haber visto esos ojos en otro ser. Pero, ¿En quien?

Miguel: al fin te encuentro - dijo agitado, parecía que acababa de correr un maratón - el abuelo dice que debes arreglarte, hoy irán los Madrigal a cenar a la casa

TN: oh... Lo había olvidado

Y parecía que el tucán también había olvidado algo, pues salió volando en el momento en que la chica terminó su oración.

Mi alegría (Carlos Madrigal y tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora