𝐗𝐈𝐈𝐈. 𝙇𝙖 𝙥𝙚𝙧𝙩𝙪𝙧𝙗𝙖𝙘𝙞ó𝙣 𝙙𝙚 𝙇𝙤𝙡𝙞𝙩𝙤

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Después de brindar repetidas en favor del emperador, los comensales se dirigieron al salón donde tendría lugar el baile. Mangel le preguntó a lolito:

—¿Puedo apuntarme en tu carnet de baile?

—Encantado —respondió, sonriendo.

—¿Cuántos bailes me concedes?

—Los que quieras, Mangel.

—Gracias, Lolito, eres muy amable. —Hizo una pausa—. ¿Y el cotillón también?

—Sí, Mangel, si lo deseas, también te concedo el cotillón.

—En ese caso —repuso el hermano menor del emperador—, debes indicarme cuáles son tus flores favoritas.

Los ojos de Lolito se nublaron por un momento: él y Samuel habían hablado de las flores favoritas de cada uno esa tarde y justo habían coincidido en su tipo de flor favorita. Aquello solo le hizo sentirse más triste, pero sonrió, disimulando de forma rápida. 

—Bien, Lolo, ¿qué me contestas?

—¿De qué hablas?

—De tus flores preferidas, simplemente para el ramo del cotillón.

—Ah, sí, claro. mis flores preferidas son las flores rojas. Ya deberías saberlo, Mangel, me conoces bien... 

—Sí, pero quería confirmarlo una vez más —sonrió. Mangel acompañó a Lolito hasta un magnífico sillón, donde se sentó el muchacho de cabellos anaranjados, en lo que el príncipe Mangel iba por las flores. Éste se encontró con el príncipe Wilbur.

—El príncipe Rubius es muy guapo, ¿no? —halagó aquel.

—Sí, pero no para ti.

—¿Y por qué no?

—Porque no es posible que alguien entorpezca el camino de un emperador —dijo con una sonrisa burlona, al tiempo que el príncipe Wilbur también sonreía, como si el otro no lo hubiera humillado frente a tantos caballeros que iban por flores para su pareja de baile.

La orquesta había iniciado la danza y las parejas formaron dos columnas para comenzar el baile. El ritmo de la música era seguido sin ningún fallo por parte de las parejas que danzaban con un aire totalmente perfecto. Las evoluciones, los cambios de pareja y las reverencias eran llevadas a cabo con una justeza impecable.

Lolito, como sabemos, formaba pareja con Mangel, sin embargo, el emperador no dejaba de mirarlo; entonces se sintió descorazonado y temió en más de una vez, perder el compás. Entonces se decidió por dejar el baile.

—No te enfades, Mangel. ya no puedo bailar.

—¿Por qué no, Lolito? Si lo deseas, podemos ir a tomar aire al jardín...

—No, por favor, no —pidió lolito, cuyos ojos verdes brillaban suplicantes.

—Si así lo deseas, está bien —suspiró el joven de lentes, mirando de reojo a su hermano, sin saber por qué este estaba siendo la causa del extraño comportamiento de Lolito.

Lolito miró nuevamente a su primo con agradecimiento y trató de salir corriendo. Mangel lo vio salir, y después de darle un muy significativo movimiento de cabeza, se dirigió hacia un grupo de jóvenes oficiales. A Vegetta no se le había pasado desapercibida aquella escena y sonrió, sabiendo lo que pasaba en el corazón de Lolito.

Esto le hizo sentir una gran satisfacción, porque parecía venir en su ayuda para colmar todos sus deseos, y sin pensarlo más, se dirigió hacia el jardín. Mientras en el salón principal las parejas seguían bailando, en un gabinete contiguo, se hallaban tres ilustres personalidades que habían acudido a aquella gala: la duquesa Sabrina, el rey Auron y el príncipe Wilbur, los últimos dos habían dejado la danza, pues no era muy lo suyo.

—¿Así que Rubén es el futuro emperatriz de Karmaland? —preguntó Wilbur, generando un sentimiento extraño en el pecho de Auron, quien trató de alejar ese sentimiento, pues apenas conocía a Rubén, ¡y solo de vista!

—¿Por qué piensa eso?

—Habiendo aquí dos gobernantes y llevando Vegettita un príncipe a la mesa, supongo que debe significar algo.

—De todos modos, encuentro extraño que ocultes tan vital información a tus más cercanos aliados.

—No creo que sea prudente darle estado definitivo a simples proyectos, es Eleanor y su hijo Samuel quienes deben decidir.

—Además, ¿Rubén no es un varón en todo el sentido de la palabra? Jamás podrá darle descendientes a la corona...

—Eleanor no sabe eso, Rubén lo hará pasar como una infertilidad... —Auron asintió no muy convencido; ese chico sería mucho mejor emperador de Tortillaland, pensó, pero no dijo nada.

Los comentarios después pasaron a tratarse de los mejores chismes de los tres reinos, tan interesantes para aquellos tres. Mientras la conversación seguía, un criado se presentó ante el rey Jeremías, con una tacita de té.

—Alteza Imperial, la manzanilla.

—¿Le has añadido coñac? —susurró y el criado asintió. al quedar solo, el rey acercó la taza a su nariz y olió fuertemente, exclamando un sonoro "¡Bravo!".

—¿Por qué hueles el té? —le preguntó su esposa, quien, en ese momento, entraba en la estancia.

—Para ver si no está demasiado fuerte.

—Me veo en la obligación de decirte que —su esposa cambió de tema, ignorando aquello sobre la manzanilla— esta noche Samuel se comprometerá con Rubén.

—Sí, está en su punto este té.

—No, eso no. —le repitió la información a su marido, quien la miró con una ligera confusión:

—¿Se han enamorado?

—No, pero tendrán tiempo para ello.

—¿Pero, entonces por qué se comprometen hoy si no están enamorados? —le dio un sorbo a su té.

—Nosotros también nos comprometimos sin estar enamorados —le recordó la duquesa, con una sonrisa. efectivamente, su relación también fue por una razón de Estado, pero ambos habían terminado, al menos, queriéndose. Esperaba de todo corazón que su hijo y su sobrino sí llegaran a enamorarse.

—Sí, claro, pero entonces lo decidió el Congreso.

—Y hoy lo decido yo —dijo la duquesa firmemente.

—Muy bien, muy bien decidido, ¡bravo!

—No digas siempre "bravo" —le reprendió la emperatriz con una mueca de desagrado—, no estás en el circo.

—¿Sucede algo?

—No, nada, todo está en orden.

—¡Bravo! —exclamó otra vez el emperador padre. Su esposa lo miró una última vez y decidida, salió de ahí. El sirviente volvió a aparecer y cuando Jeremías terminó el té, lo retiró, para después ofrecerle un cigarrillo pedido por aquel.

El criado le ofreció lumbre a su señor y luego desapareció.


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𝒒𝒖𝒆𝒆𝒏 𝒐𝒇 𝒎𝒊𝒏𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora