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Se había vuelto una costumbre venir a la biblioteca luego del almuerzo cuando tenía tiempo libre. Eso incluía a ciertos hermanos, sin contar a Eric, quien se había distanciado bastante de sus hermanos, por lo que pude notar.

Había empezado a salir con una chica castaña, y toda su atención se posó en ella desde entonces. Sentía cierta molestia pero no era capaz de demostrarla, ni siquiera sabía el porqué me molestaba.

Habíamos creado cierta conexión entre los cuatro y era algo verdaderamente extraño. Ellos eran muy atractivos, pero no podían gustarme los tres al mismo tiempo, y mucho menos si eran hermanos. ¿O si?.

Cada vez que estaba con alguno de ellos o incluso con los tres al mismo tiempo sentía nervios y me sonrojaba muy fácilmente. Me fastidiaba de cierto modo, puesto que yo nunca me había abierto tan rápido a alguna otra persona que no fueran mis amigos o incluso mi madre, y con ellos todo fluyó muy fácil y rápido.

Te gustan los hermanos E.

No es cierto.

Claro que sí, incluso el más pequeño de ellos.

Prefiero ignorar lo que acabas de decir.

De cierto modo, me estaba ilusionando con algo que tal vez ni siquiera estaba sucediendo, quizás me estaba haciendo falsas ideas o escenarios. Muy en el fondo esperaba que no fuera así, ya que la atención que ellos me daban, nadie me la había dado jamás, se sentía tan bien.

Suspiré y seguí mi camino a la biblioteca, nuestro lugar de encuentros. Hoy no me había acompañado ninguno de los hermanos, en realidad no los había visto en toda la mañana, era algo extraño.

Normalmente siempre me acompañaba uno de ellos y luego los otros dos se nos unian al rato, pero hoy no había sido así.

Me senté en una mesa más al fondo de la que normalmente nos sentamos, hoy no quería ser el centro de atención. Hoy era uno de esos días en los que te sientes triste pero no tienes motivos para estarlo, sin embargo, así me sentía, sin ánimos de siquiera dirigir alguna palabra.

Los chicos se habían esforzado para que hablara más que monosílabos, pero fracasaron en sus intentos. Con quién podía hablar más de dos palabras era con Emir, sentía un poco más de confianza con él, solo un poco.

Hoy el día había sido de lluvia, un día frío y nublado, cómo lo es normalmente en Alemania. Observé mis mejillas a través del reflejo que la ventana me ofrecía y estas estaban totalmente rojas al igual que mi nariz. Había pasado de colocarme un suéter, no pensé que lloviera. Solo tenía una camisa manga larga blanca, pantalones negros y zapatos blancos, nada apto para el clima de hoy.

Pasaron alrededor de 20 minutos y ningunos de los hermanos llegó al sitio, resignada me levanté y colgué mi mochila al hombro rumbo a mis siguientes clases.

Estaba un poco dolida, era la primera vez que me dejaban esperando, y se sentía mal. Mi miedo al abandono surgió con rapidez y de inmediato mis inseguridades se desataron.

Mis clases transcurrieron con normalidad, al salir de la última me topé con Scott, quien al verme me abrazó tiernamente. Me separé de él un poco confundida y sé que por mi expresión se dió cuenta de ello.

- Tienes frío - Afirmó quitándose su suéter y entregandomelo. Intenté negar con la cabeza pero volvió a hablar - Y no me digas que no, mírate las mejillas y la nariz, puede darte un resfriado Al - Me regañó casi en un susurro. Hice un pequeño puchero inconscientemente y él sonrió de regreso - Vamos, te acompañaré a tu habitación, mi pequeña - Asentí y comenzamos a caminar.

BauerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora