¿Cuándo aprendereís que vuestras acciones tienen consecuencias?

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Al haberse tratado de un fin de semana, la única consecuencia que reciben por el follón de anoche es una advertencia, puesto que la mayoría de estudiantes regresan a sus casas y el control de habitaciones deja pasar muchas infracciones entre los que se quedan si prometen cerrar la boca.

Castiel resopla mientras mira sus tablones de Pinterest desde su iPad, con la espalda apoyada contra el marco de su cama y sus piernas recogidas bajo su edredón. Su taza preferida suelta el delicado vapor de su café a un lado, sobre la mesilla, cubriendo el reloj.

Es domingo, y para Castiel los domingos son días de descanso: de los estudios, de sus responsabilidades y lo más importante: de Dean.

Que bueno, teniendo en cuenta que lo sacó de la habitación la noche anterior y solo lo ha visto tres minutos cuando los encargados de las habitaciones les han llamado para echarles la bronca, su descanso de Dean ha sido largo este finde.

Sonriendo por una de las imágenes que Pinterest le ha recomendado, Castiel se lleva su taza a la boca y saborea felizmente el café, antes de escuchar un juego de llaves repiquetear contra la puerta.

Sin mucho interés mira hacia allí, encontrándose con uno de los técnicos abriendo la puerta y dejando pasar a un cabizbajo Dean.

Mientras el encargado lo regaña y este le pide disculpas por millonésima vez, Castiel intenta ahogar su risa tras la taza.

Cuando por fin se va tras entregarle una nueva copia entre quejas y molestia, Dean se apoya en la puerta, con la energía fuera de su cuerpo.

—¿Una noche larga ? — Le pincha Castiel.

—Que te follen.

Dean se saca las botas con los pies, y luego se las lanza a Castiel, quien por suerte había dejado la taza a un lado y ha sido capaz de parar el impacto.

Mientras Castiel se queja y saca el calzado de su cama antes de que la ensucie, Dean se lanza sobre su colchón, enterrándose entre su ropa sucia. Y así se queda durante unos largos minutos.

Cuando Castiel le brinda otro sorbo a su bebida, Dean rebusca en su cama su móvil, enciende la pantalla y se da cuenta de que está sin batería. Todavía tumbado, logra pescar el cargador y lo enchufa al instante, dejando el móvil colgar en su mano mientras obtiene la suficiente batería como para encenderse.

Cuando la pantalla se vuelve blanca y aparece el código de desbloqueo, Dean da una vuelta sobre sí mismo, con la barriga mirando al techo y su móvil entre manos. Castiel ve como teclea algo en el y luego hay una molesta explosión de vibraciones durante un buen rato.

Puede ver como Dean duda unos segundos antes de responder.

—¿Sí? — Es lo único que dice al responder. Desde su cama, Castiel logra escuchar la voz de un chico gritando al otro lado de la línea. Ante esto, Dean se aparta el aparato de la oreja, regresándolo a su lugar cuando la voz masculina vuelve a guardar silencio. — Sí, Sammy... — Con cansancio, se lleva una mano a la cara, frotándose los ojos y el puente de la nariz. — Sé que hoy toca reunión familiar, como todos los domingos, ¿por quién me tomas? — Castiel tiene que esforzarse mucho para no importunar la charla con un insulto. — Estoy de camino, no te preocupes. [...] Lo que pasa es que hay mucho tráfico. [...] ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿No me crees? Soy tu hermano mayor, ¿acaso crees que te mentiría? — Al parecer, el hermano de Dean se cree tanto sus palabras como lo hace Castiel. — Deja de ser tan... sí, yo también te quiero, maldito gilipollas. [...] Sí, hasta ahora.

Y Dean finaliza la llamada. Deja caer el móvil contra su pecho y se cubre la cara con ambas manos, completamente derrotado.

—No sabía que tuvieses la habilidad de conducir estando tirado en la cama.

Nunca entiendes ; DeanCasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora