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Mats

Esa muchacha de ojos asustados y malos modales me dejó cabreado. Primero tira mi motocicleta arruinando la pintura y luego me insulta. Solo bastaron cinco minutos con ella para que se me estropeara todo el humor.

—¿Qué pasó? —oigo una voz preocupada, la propietaria está acercándoseme con rapidez.

—Nada grave. Alguien tiró mi moto.

—¿Quién? —pregunta levantando la vista y mirando alrededor.

¿Quién? No sé qué fue lo que se presentó delante de mí, parecía un torbellino: agresivo, que hace un desastre y se larga.

—Un tipo. Ya se fue.

—¿Le pasó algo a la moto?

—No, está bien.

—¿Y tiró tu café?

—Fui yo, Clío.

—Iré a pedirte otro.

—No, déjalo.

—Ay, bebé, no me gusta verte decaído —gime frustrada acercándose más. Tengo un brazo entre sus pechos, y su mano en mi pecho—. ¿Seguro que no quieres un café? ¿Un abrazo? ¿Un beso?

Hago el intento de sonreír mientras me inclino para poner los labios sobre los de ella. Me gusta cuando Clío va vestida para la oficina, tan arreglada y sofisticada y me sale con alguna travesura que va en contra de su imagen de recatada, como restregarme los pechos con la sutileza de alguien que no quiere que se conozca sus intenciones, pero sigo tan cabreado que me cuesta disfrutar de esta mañana con ella.

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Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora