Táctica desesperada

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Táctica desesperada



Era ya tarde pero Harry no podía dormir, hacía noches que el sueño demoraba en aparecer y no podía hacer nada al respecto, detestaba tomar pociones que solo lograban privarlo de la conciencia pero la ironía era que despertaba más cansado que nunca.


Miró el reloj en la pared, faltaban cinco minutos para la medianoche y entonces sería el cumpleaños de Severus Snape. Desvió su mirada hacia la caja que tenía frente a él, estaba casi llena de objetos navideños que volvían a su celda después de cumplir su misión. 


Con un Accio atrajo una esfera plateada del árbol, y con profundo cuidado la limpió y envolvió con sus propias manos antes de colocarla encima del resto de los adornos. El reloj dio inicio a las campanadas y Harry no pudo contener un sollozo. 


Cerró la caja y gateó hasta la chimenea, ahí todavía estaban las cajas de regalo, abiertas y con el papel destrozado, y sobre una de ellas reposaba abandonado un libro.


"Debate cultural sobre resultados de la carrera Roma vs Escocia. 1754"


El título más aburrido del mundo, pero en lugar de bostezar lo acunó entre sus brazos.


Deseó que Snape estuviera a su lado y recriminarle por su regalo de Navidad, y luego reírse juntos por la pésima elección. Pero no estaba ahí.


o—o—o—o—o—o—o—o



Dos semanas antes:

Harry se miró al espejo muy emocionado. Era Nochebuena y lo tenía todo planeado. Sus amigos acudirían a cenar y con gran alegría preparó para ellos la comida más exquisita, las bebidas más deliciosas y los regalos más espectaculares... sobre todo para uno de ellos: Severus Snape.


Esa noche sería perfecta, y ya tenía armado un gran plan para que al final todos se marcharan dejándolos solos y poder hacer lo que había soñado y temido desde que se dio cuenta que estaba enamorado: Iba a declarársele a su ex–profesor.


La puerta se abrió, era Hermione quien le sonreía feliz. Harry se lo había confiado, a ella y a Ron, y ambos se mostraron de acuerdo con su elección. Snape seguía siendo áspero y formal con ellos a pesar de que había transcurrido ya más de un año desde el final de la batalla, sin embargo, cuando Harry les dijo lo que sentía por él, extrañamente presintieron que ese era su destino y la mejor elección.


— Luces muy apuesto, Harry. —aseguró Hermione acercándose para mirarle a través del reflejo del espejo—. Snape será un tipo suertudo.

— Yo seré el afortunado si me acepta. —refutó con visible nerviosismo.

— ¿Y por qué no habría de hacerlo? Hacen una pareja perfecta.

— También lo creo. —dijo entre risas emocionadas—. ¿Recuerdas la palabra clave?

— Por supuesto, cuando digas "calabaza" Ron y yo nos llevaremos a todo el mundo lejos de aquí, y así tendrás a Snape a tu disposición.

La puerta volvió a abrirse y esta vez era Ron quien apareció en el quicio de la puerta.


— Harry, ya llegó, pero...


Harry no le dio tiempo de terminar la frase, salió corriendo emocionado y ansioso por verlo. Su corazón rebosaba de alegría inmensa, nunca creyó capaz de enamorarse de esa manera tan ilusionada y vibrante. Se asomó por el balcón de la escalera. Y ahí estaba, y como desde hacía algún tiempo, el aire se volvía más puro y respirable en su presencia. Tenía tantas ganas de seguir corriendo a la planta baja y lanzarse a sus brazos, pero estaba hipnotizado mirándole.

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