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La alarma en su celular sonó estridente, con un recordatorio que Jungkook observó con desinterés

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La alarma en su celular sonó estridente, con un recordatorio que Jungkook observó con desinterés. Se sentó en su cama, iniciando un día más. Inspiró una gran cantidad de aire en un suspiro y se puso de pie, dirigiéndose a la pared sobre su escritorio. Cogió el marcador que tenía ahí y tachó con una gran X, el día 25 en el calendario. Hoy era el día de su parto, pero para el chico, no se sentía tan emocionante como debería. Era más, como un mero trámite por realizar y el desánimo lo preocupaba.

Había llorado tanto esos días, y se mantenía en un estado emocional tan oscuro, que temía estar haciéndole un mal a su bebé. Sin embargo, por mucho que quisiera, no podía sentirse mejor.

Aun así, como cada día, se quitó la ropa, mirándose en el espejo completo. Esa sería la última vez que apreciaría la metamorfosis de su cuerpo, y con nostalgia, se despidió mentalmente de su pancita de embarazo. Luego de una concienzuda ducha, no hubo ganas de jugar con los atuendos que usaría, ni el maquillaje que se aplicaría. Fue por lo simple; un pantalón deportivo holgado y una camiseta gigante, por lo menos, tres tallas más amplia. Sacudió su cabello con las manos y lo dejó secar por su cuenta. Funcionaba en piloto automático, moviéndose por la casa, metiendo las últimas cosas que restaban en el bolso que llevaría a la clínica, con la ropa del bebé y la suya. Añadió su identificación y algunos documentos que de seguro necesitaría, echándole un vistazo luego a la hora en su celular. Cada uno de sus movimientos era realizado con una abrumadora tristeza en su semblante, tan lento como podía.

Un mensaje entrante, lo apartó de su quehacer. Namjoon se reportaba, anunciando que estaba en la puerta de su casa. El contador, quien había cumplido puntualmente su promesa de acompañarlo por las tardes, le robó una efímera sonrisa. Aunque su ánimo no fue el mejor los últimos días, Namjoon nunca hizo incómodas preguntas para forzarlo a decir qué pasaba. Sólo se sentaban en la cama y miraban una película cualquiera, o jugaban al UNO. Daba igual la actividad, con tal de mantener la mente ocupada. Aun así, sus ojos se aguaron y tuvo que concentrarse en respirar profundo para no llorar.

Cuando se sintió algo más compuesto, tomó su bolso y bajó. Namjoon, en cuanto lo divisó en la cima de la escalera, prácticamente corrió para cargar el bolso por él.

―No está pesado, no era necesario ―aseguró el menor, entregándoselo de todos modos.

Haciendo gala de su hipocresía, su madre apareció con fingida preocupación para despedirse.

―Vayan con cuidado ―se dirigió al contador. ―Yo iré más tarde, tal vez...

―No se moleste ―murmuró Jungkook, y hubiera añadido que ni siquiera quería verla allá, pero se contuvo.

―Yo la llamaré luego, cuando Jungkookie esté instalado ―prometió Namjoon, cordial como siempre. ―¿Vamos? ―el mayor le ofreció su brazo, para que Jungkook lo sostuviera y asegurarse que no fuera a tropezar como en ocasiones anteriores. El pequeño Jeon aceptó sin decir nada. Namjoon deseaba fervientemente preguntar porqué se portaba así, pues había notado desde hace demasiado tiempo que el chico no estaba bien. Quiso atribuirle su comportamiento al estado nervioso propio de los padres primerizos. Él mismo estaba colapsando por dentro, mentalizándose en mantener la calma por el bien de Jungkook, y para no ocasionar ningún accidente en el camino. Sin embargo, tanto su expresión desolada, como la actitud lúgubre, no encajaba con la que él sentía. Era más tristeza que nerviosismo.

Ni tan JUNTOS, ni tan REVUELTOS - YoonKook/NamKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora