CAPÍTULO 11 - "Problemas en el Paraíso"

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Estaba en los brazos de Martín. Mi rostro escondido en su cuello y mis brazos aferrados a su cuello.

La forma en que él se aferraba a mí era... especial. La preocupación era evidente en su rostro y en sus brazos parecía que nada me sucedería porque él cuidaría y me protegería contra todo.

Ese era Martín.

Pero esa foto nunca debió ser tomada y yo nunca debí haberme embriagado hasta el nivel de no recordar que él cuido de mí.

– Estoy esperando. – Había olvidado la presencia de Diego.

– ¿Qué quieres que diga? Él cuido de mí.

Su mandíbula se contrajo. – ¿él cuido de ti?... ese estúpido debería mantenerse lejos de ti, no tiene derecho a acercarse ni a tocarte.

Exploté. – ¡Martín tiene todo el maldito derecho de estar a mi lado!

– Para empezar, nunca debiste embriagarte, ¡Diablos!, ni siquiera debiste estar en esa fiesta.

– ¿Y qué tendría que haber hecho? – Derramaba sarcasmo en mi voz – ¿Encerrarme toda la noche a esperar que te dignes a llamarme mientras estabas de juerga con tu exnovia? Tú debiste estar conmigo, tú debías cuidar de mí, pero nooooo, estabas lejos con ella... no tienes ningún maldito derecho de reclamar nada.

– No estaba de juerga con ella. Era el cumpleaños de un amigo que tenemos en común. – Parecía como si tuviera lógica, me trataba como una tonta.

– Eso no quita que estuviste con ella y estabas igual o más ebrio de lo que yo llegué estar. – Mi voz ya no tenía furia, era frustración y dolor puro.

Su rostro se relajó y lentamente se acercó a mi lado. Retrocedí lejos de él, porque no merecía que derrame mis lágrimas.

Lágrimas de dolor solo las merece quién no te las provoca.

– No dudes, Becca. – Su mano avanzó hacia mí lentamente y cautelosamente, como si temiera que le apartara. – Eres la única persona a quien amo, eres la única persona con quien necesito estar, y a quién quiero hacer feliz

– ¿Entonces porque no soy feliz? – No quería decir las palabras en voz alta, pero realmente no entendía cómo podía herirme de aquella manera la persona que más amo y quien dice amarme. – No puedo seguir de esta manera, no puedo. No está bien, no soy yo misma y cada vez pierdo el control sobre mi vida. Tú haces conmigo lo que deseas, y cada día dejo de ser yo para convertirme en lo que tú quieres.

Limpió mis lágrimas con los pulgares. – No quiero que cambies, amo la persona que eres... solo estamos pasando por un mal momento.

– ¿Y porque siento que no soy yo?

Delineó mi rostro con su dedo. – Porque eso es el amor... te convierte en lo que el otro necesita solo porque necesitas ser un todo y no solo una parte de él.

– No se supone que sea así, además, es peligroso necesitar tanto a alguien.

Tomó mis manos. Las había hecho puños y el trató de relajarlas. – Yo te necesito tan desesperadamente y sin embargo no tengo miedo.

­– Porque sabes que jamás haría algo para dañarte.

 Dio un paso atrás. La situación se me iba de las manos y no podía dejar de ser sincera respecto a lo que sentía y pensaba. Lo cierto era que tenía miedo, temía que me destruyera. – ¿Y yo lo haría, Becca?

Se veía como si lo hubiera golpeado, como si lo hubiera traicionado y herido profundamente. – No es eso...- sí, lo era. – Es solo... nunca nadie ha tenido poder sobre mí, nunca nada de lo que me han dicho o hecho me ha lastimado. Eres él único que tiene ese poder, no puedo evitar tener miedo. – Mis mejillas estaban húmedas. – Ni siquiera entiendo por qué me amas.

Un segundo antes y uno después de conocerte..Donde viven las historias. Descúbrelo ahora